Según nuestra pesquisa, no es hasta 1941 que se escribe un trabajo alrededor de alguno de los poemas de la revista La Edad de Oro. En esa fecha José Antonio Portuondo presenta su tesis de grado, denominada Concepto de la poesía, que incluye dentro el capítulo Análisis de la obra poética: “Los dos príncipes”. En dicho trabajo se analizan las peculiaridades expresivas e ideotemáticas del poema, se asume de forma asombrosamente avanzada para la época el asunto de la intertextualidad del poema martiano, y luego de circunscritas definiciones el ensayista se adentra en la magia, en lo magistral del poema de Martí, llevado por el mejor entusiasmo: el que despiertan las cosas genuinas:

Antes de proseguir conviene resolver esta otra cuestión que en este punto se nos plantea: ¿Resta tal circunstancia —la utilización de la idea ajena— algún valor a la obra enjuiciada? Michel Dragomirescou opina que:

“Cualquier influencia que se constate en una obra maestra —reminiscencia, préstamo o el mismo plagio— pierde el carácter de influencia propiamente y deviene una simple fuente de inspiración, dicha por que el valor de estas suertes de préstamos, declarados o no, no reside en los materiales mismos, sino en las transformaciones a las cuales el poeta genial los somete y en la transfiguración que les viene de la idea producida por la genialidad creadora”.

Es como vemos, la ratificación teórica, científica, de lo afirmado por aquel gran poeta francés que sostenía que en el terreno de la producción poética, el robo está plenamente justificado cuando va seguido de asesinato.[1]

En el poema “Los dos príncipes” se puede sentir el dominio que tuvo Martí
de la poesía de raíz popular. Imagen: Agustín Bejarano / Tomada del portal José Martí

Llama nuestra atención en este trabajo cómo Portuondo recalca, sin decirlo abiertamente, la preponderancia de los elementos analógicos en el poema, que abarcan desde el plano conceptual hasta el plano expresivo, la verificación del “enlace trascendente” que el poeta contempla, donde se involucra a la muerte como un costado más de la armonía:

Aquí la muerte cae serena y bellamente, sin estruendo, como la flor que en la fosa echa llorando el pastor. Véase de este modo cómo se maridan y entrelazan la sensualidad de las imágenes y la “sustancia” espiritual de las mismas para llevarnos a la intuición de un “todo” de naturaleza más alta (p. 161).

La acción se presenta en forma de dos sucesos aislados, independientes, no concretos, determinados o verdaderos, sino generales, verosímiles, tipificados —el rey y el pastor—, que guardan entre sí un riguroso paralelismo que se refiere no solamente a los personajes humanos del poema sino aun a los animales y a las plantas.

El rey y la reina lloran como el pastor y la pastora.; los caballos y las ovejas se entristecen igualmente, y para los hijos muertos hay, como tributo, el laurel y la flor. Toda la naturaleza se asocia así al dolor de los hombres (p. 169).

“Para este poeta, que ayer escribía para hoy y para siempre, la muerte viene serena y el hombre —la propia muerte de Martí lo atestigua— cae estéticamente…”.

Pero ¿qué lejos está ya este poema de Martí —de aquí su modernidad—de la danza de la muerte medieval, qué lejos de Villon, que no le arranca una oración, ni le evoca un desfile de sombras ilustres, ni le trae el recuerdo del río implacable que arrastra hacia un mar sin orillas la juventud, el amor, la belleza? Para este poeta, que ayer escribía para hoy y para siempre, la muerte viene serena y el hombre —la propia muerte de Martí lo atestigua— cae estéticamente, con la grave y tranquila belleza de la flor que en la fosa echa llorando el pastor (pp. 170-171).

En 1954 José María Chacón y Calvo publica su estudio “La poesía de Martí y lo popular hispánico”, donde dedica especial atención al poema de La Edad de Oro “Los dos príncipes”. Luego de establecer los orígenes y la evolución del nexo de Martí con Helen Hunt Jackson, afirma que el costado ético de la obra de la norteamericana fue decisivo en la selección martiana del poema “The prince is dead”, y de la novela Ramona, para su traducción. Como es sabido, Chacón es el primero que coteja el texto de Martí con el de la escritora y llega a la conclusión de que se trata “de una composición totalmente lograda en donde podemos sentir qué dominio tuvo Martí de la poesía de raíz popular, de lo popular genuino que vive en el incesante fluir de la tradición”.

Un interesante y cuidadoso estudio de la composición y del ritmo en “Los dos príncipes”, así como de sus relaciones con el texto que le sirve de base, nos entrega en 1974 el investigador Salvador Arias en “Martí como escritor para niños (A través del análisis de dos textos de La Edad de Oro)”.[2] La profusión de diversos acercamientos a dicho poema habla por sí sola de la originalidad que goza el texto.


Nota

[1] José Antonio Portuondo: Análisis de la obra poética: “Los dos príncipes” en Acerca de La Edad de Oro. Editorial Letras cubanas, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1989, p. 163.
[2] Salvador Arias. “Martí como escritor para niños (A través del análisis de dos textos de La Edad de Oro). En: Acerca de La Edad de Oro, Centro de Estudios Martianos y editorial Letras Cubanas, La Habana, 1989. (Publicado primeramente en 1974 en Búsqueda y Análisis. Ensayos Críticos sobre Literatura Cubana. Cuadernos de la Revista Unión, La Habana, pp. 58-88).
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