Premio Nacional de Literatura 2019: Lina y la belleza de lo indeleble

Indira Hernández Alonso
10/2/2020

Lina de Feria dice que ya con esto tiene la “seguridad”, la seguridad de que “esto es algo serio, importante”. Es el premio a la obra de toda la vida, a la poetisa, a la mujer que aún conserva el esplendor de su poema, que puede ser de todo menos decadente. En la languidez de sus años recibió lúcida, agradecida, segura, el Premio Nacional de Literatura 2019 en la sala Nicolás Guillén.

Foto: Dunia Álvarez
 

Y es que ella, como todos sintieron en ese lugar, “no deja un verso, deja una poética, una manera de vivir y sentir la poesía”. En sus creaciones, el sujeto lírico busca lo inaprehensible; arma versos reflexivos, desnudos, llenos de esa certeza de que es posible expresar la vida.

“Tuve la suerte de ser criada y formada por ilustres profesores, mis padres, que albergaron en mí el deseo de escribir”, dice ella a la vez que recuerda su colegio modesto y luego, más tarde, a una célebre Graziella Pogolotti que le enseñó francés.

Un hecho la marcaría y la llamaría a su verdadera vocación: “A los nueve años gané un concurso de redacción y composición de un poema. A partir de ese momento dejé las clases de piano, de violín. Mi vida era la literatura y sin el dinamismo del idioma no hay identidad”, reveló.

Con concentrada intensidad escribe, hacia adentro, sus memorias afectivas, que llenan de luz el espacio, las páginas donde casa con los hilos de la escritura el coloquio y la fábula. En ello lleva, vive, más de medio siglo, en la grandeza con naturalidad de un tropo en el que “trabajo diciendo asociaciones muy raras entre sí”.

No dejó de sorprendernos cuando en 2016 vio la luz La belleza de lo indeleble; su poesía, aunque han pasado años, sigue siendo una coloquial, itinerante y hermética pieza que rehúye los lugares comunes.

Cuenta la anécdota de aquella muchachita en Bauta que leyó uno de sus poemas —confiesa, uno de los más difíciles— y le dijo que no entendía nada. Le satisface ese misterio, expresa.

La poeta y ensayista cubana Lina de Feria Barrio, a pesar de esos 20 años que pasaron, nunca dejó de escribir: “Tengo 39 libros publicados”.

La escritora santiaguera es una voz de la poética femenina actual. A los presentes en la sala Lina leyó —sí lo hizo—, porque se oyó primero en esa voz, en su esmerado esfuerzo, un poema, como ella lo llamó, “esperanzador y capaz de captar algo que pasa en Cuba hace tiempo”. Por eso, porque en su voz se oye mejor, dijo “Qué tal Havana City”, de sus Poemas escogidos en la oquedad del tiempo.

Su producción poética, copiosa e intensa, se caracteriza por la sagacidad y penetración con que refleja los diferentes estratos de la psicología humana, por eso está considerada como una de las voces más representativas de la lírica cubana de la segunda mitad del siglo XX escrita por mujeres. Resulta obligado recordar el poemario Casa que no existía, galardonado en 1967 con el prestigioso Premio David de Poesía, compartido con Luis Rogelio Nogueras.

Bajo su autoría nacen los libros A mansalva de los años (Ediciones Unión, La Habana, 1990); Espiral en tierra (Ediciones Unión, La Habana, 1991); El ojo milenario (Editorial Sed de Belleza, Santa Clara, 1995); Los rituales del inocente (La Rueda Dentada, Ediciones Unión, La Habana, 1996); A la llegada del delfín (Ediciones Unión, La Habana, 1998), El mar de las invenciones (Letras Cubanas, 1999), y sobre todo, un clásico de la poesía cubana: Absolución del amor (Ediciones Unión, La Habana, 2005). Ha sido merecedora asimismo del Premio de la Crítica en cuatro ocasiones.

En el año 2005 ya estuvo nominada al máximo galardón de las letras en la isla caribeña. En 2016 le fue dedicada la 25 Feria Internacional del Libro de La Habana, en reconocimiento a su obra, que incluye no solo su poesía sino también ensayos de crítica literaria.

Entre sus notables colecciones de versos, Lina de Feria distingue nítidamente entre el sujeto perceptor —el “yo poético”— que analiza la realidad circundante, y la presencia de los seres y objetos cuyo conocimiento pleno aspira a lograr. Su escritura lírica representa un riguroso ejercicio intelectual de honda sensibilidad.

Pero Lina también ha trabajado como redactora y editora en diversas publicaciones seriadas, a la vez que ha realizado una profunda labor como creadora. Fue además asesora literaria en Güines entre los años 1986 y 1988, y a inicios de la década de los 90 era editora de la Editorial José Martí.

Esa poetisa que estuvo durante 20 años sin publicar en Cuba, aunque nunca sin dejar de escribir, se ancló, con la seguridad de la que se vanagloria bajo “el hilo de la humildad” que menciona una y otra vez, como una de las voces más originales y poderosas de la poesía cubana para siempre.

En 2008 obtuvo el Premio Nicolás Guillén, convocado por el Instituto Cubano del Libro y la Editorial Letras Cubanas, por su libro Ante la pérdida del safari a la jungla. En 2015 recibió el Premio Maestro de Juventudes, otorgado por la Asociación Hermanos Saíz.

Dijo el poeta Roberto Manzano que Lina es “una de las creadoras poéticas de mayor talento de la cultura nacional en el ámbito literario después de 1959”. Quedan años. Ahí está Lina, bella en mente y más, donde alberga su voz indeleble y sus más idílicos pensamientos, porque “para mí escribir es un sentido de vida, yo no lo puedo dejar de hacer”.