I

Manuel Herrera acaba de recibir merecidamente por su comprometida y extensa trayectoria el Premio Nacional de Cine 2022. En el número de La Gaceta de Cuba donde dedicamos al Icaic un dosier por sus sesenta de fundado, número que en su momento no pudo ser impreso y solo se divulgó en versión digital debido a los avatares de la crisis poligráfica, dimos a conocer un excelente texto de Herrera, “Monólogo (a sesenta años de hoy)”, disertación que durante cinco páginas desarrolla un grupo de inteligentes y provocadores comentarios sobre el cine cubano, su trayectoria y sus desafíos actuales, y que se inicia con unas palabras de Alfredo Guevara correspondientes a mayo de 1969: “La auténtica historia de la expresión cinematográfica se inicia en Cuba con el triunfo de la Revolución, pues por primera vez esta resulta abordada como hecho cultural”[1], y concluye con unas valoraciones de Manolo, que por sensatas y oportunas, me permito reproducir en extenso:

El pensamiento gremialista es, a mi juicio, uno de los principales factores que inhiben el desarrollo del cine como movimiento cultural. Está reñido con el principio de unidad que debe regirlo. Pero el camino no es oponerse, ni dictar leyes que en un final solo limitan la creatividad y abren zonas de dudosos resultados, sino el del diálogo, la confrontación de ideas y de necesidades. Esto es lo que nos hace seres humanos. El cine cubano como expresión cultural cumple sesenta años. Hay un solo camino para mantenerse joven y es… mantener viva la capacidad de renovarse. ¿Seguirá siendo una expresión cultural? Seguro. Tal vez no sea igual en el futuro pero seguirá siendo nuestro cine, con su mirada artística… irreverente y revolucionaria.

El excelente texto de Herrera, “Monólogo (a sesenta años de hoy)”, desarrolla inteligentes y provocadores comentarios sobre el cine cubano, su trayectoria y sus desafíos actuales. Imagen: Tomada de la cuenta de Twitter de Cubacine Icaic

Ese dosier está conformado por otras dos colaboraciones. Una entrevista —la última que publicara en vida—, de mi recordado amigo de la adolescencia y habitual de la revista, Carlos E. León, al realizador Daniel Diez Castrillo a propósito del centenario del imprescindible Santiago Álvarez; y un ensayo del crítico Ángel Pérez que hace justicia al cine de Bernabé Hernández. Pudiéramos añadir otros dos trabajos que en esta entrega dialogan con la dramaturgia de ese dosier. Uno de Jorge Luis Sánchez sobre las enriquecedoras experiencias en la filmación de su película sobre Benny Moré, evocación a tenor del centenario de El Bárbaro del ritmo; y una puntual reseña del cineasta Arturo Sotto, otro nombre familiar en la publicación, sobre el libro Lo cubano en el vestir, apuntes esenciales, de Diana Fernández, una autoridad en el vestuario cinematográfico.

Este largo introito es para llegar a una coincidencia que, por azaroza, no es menos significativa. Después de un largo paréntesis —“decíamos ayer”… diría fray Luis de León—, logramos nuestro propósito de materializar en soporte papel ese número de la revista, que por varios motivos para nosotros es antológico, y publicarlo ahora como edición especial por los sesenta de La Gaceta, haciendo coincidir ambos aniversarios, concurrencia que nos recuerda que desde los inicios de la revista existió el compromiso de la misma en reflejar la temática cinematográfica en sus páginas, con enfásis en el cine nacional. Y por ese mismo “azar concurrente”, se convierte en el presente en nuestro homenaje al director de Retrato de un artista siempre adolescente por su premio nacional.

Cuando en abril de 1962 aparece el número uno de La Gaceta de Cuba, en sus páginas se dan a conocer los dos primeros trabajos sobre el séptimo arte que se publicaran en el entonces tabloide quincenal, ambos motivados por el documental La tierra española,del reconocido realizador holandés Joris Ivens. Uno de los artículos, “La historia de un filme histórico”, se debe al crítico Fausto Canel, y el otro aborda la narración de Ernest Hemingway, a la vez su guionista, para dicho documental.

Tomás Gutiérrez Alea formaría parte, desde el período inicial de la revista, de su consejo de redacción, y aunque este no se hace público en el machón hasta su número trece, ya venía colaborando en la misma. Esta es una de las primeras acciones que asocia a la naciente publicación con el cine cubano, en una nueva etapa que marcaría la mayoría de edad de la filmografía nacional. En el epistolario de Titón[2], advertimos el interés para que a sus corresponsales en el extranjero les llegue La Gaceta…, muestra de esa voluntad participativa que siempre caracterizó al intelectual orgánico que fue.

Una digresión que considero necesaria. Alea impartió en octubre de 1993 una conferencia magistral en Tacoma, Washington, titulada “Otro cine, otro mundo, otra sociedad”. Ese texto me lo ofreció personalmente en el otoño del 95, y apareció (con la complicidad de Ambrosio Fornet) por primera vez en español con una posdata especial para la revista, en el número de noviembre-diciembre que ese año La Gaceta de Cuba dedicó al centenario del cine. Unas semanas después moriría el reconocido creador, y un par de periodistas extranjeros me contactaron, pues interpretaban ese documento como su testamento artístico, testimonio de su ejemplar trayectoria.

Tomás Gutiérrez Alea formaría parte, desde el período inicial de la revista, de su consejo de redacción. Foto: Tomada de la revista Cine cubano

Desde aquellos primeros sesenta el cine, y sobre todo el de nuestros realizadores, ha tenido una permanencia constante, amén de determinadas intermitencias, en las páginas de la revista. Aparece una larga galería de colaboradores (ahora recuerdo al poeta y buen amigo Roberto Branly y sus habituales comentarios en los setenta), y trabajos que incluyen reseñas, crónicas, ensayos, entrevistas y diferentes dosieres que perfilaron una línea editorial, que con sus naturales paréntesis, encuentros y desencuentros, ha estado vigente hasta nuestros días. En diferentes momentos Humberto Arenal, Octavio Cortázar, Reynaldo González, Rufo Caballero, Frank Padrón, Alejandro Ríos, Luciano Castillo, Wilfredo Cancio Isla, Mailyn Machado, Víctor Fowler, Desireé Díaz, Juan Antonio García Borrero, Dean Luis Reyes, Pedro R. Noa, Arturo Sotto, Carlos E. León y Arturo Arango, entre otros críticos y ensayistas, han publicado en las páginas de la revista.

Quisiera detenerme en la firma del escritor Humberto Arenal, uno de los primeros guionistas del entonces joven Icaic, y quien, entre otras colaboraciones de interés, nos entregó en exclusiva una serie de entrevistas, aparecidas con motivo de los cien años del invento de los hermanos Lumière. Esas entrevistas incluían figuras legendarias de la historia del cine como Buster Keaton, Orson Welles y Mario Moreno, el popular Cantinflas. Y también recordar la presencia del cineasta Octavio Cortázar, que, al igual que Humberto, perteneció al grupo fundacional en la cinematografía nacional de los sesenta y fue además un colaborador muy cercano a nosotros. Ellos dos, junto a los inefables amigos Rufo Caballero y Carlitos León, son ausencias-presencias en estas palabras sobre el vínculo entre La Gaceta de Cuba y el Icaic, en sus respectivos aniversarios.

“Desde aquellos primeros sesenta el cine, y sobre todo el de nuestros realizadores, ha tenido una permanencia constante, amén de determinadas intermitencias, en las páginas de la revista”.

II

En los inicios de La Gaceta de Cuba llama la atención cómo el hispano-mexicano José de la Colina —figura sobresaliente de las letras latinoamericanas— es quien más está presente con la temática cinematográfica en nuestras páginas, pues colaboró con regularidad en la revista durante el bienio 1963-1964, sobre todo con reseñas sobre cine universal. Veintidós veces apareció su firma en ese lapso, cifra en su casi totalidad sobre el séptimo arte. Sobre ello comentaría: “Durante mucho tiempo la gente me consideró crítico de cine. Nunca lo fui, si acaso escritor sobre el cine, porque no lo sometía a gran análisis. Hablaba de una película como en un ensayo, un poco divagando. De eso viví y me acabé de profesionalizar en la escritura”.[3] Varios de sus libros más importantes dejarían constancia de esa condición. Ejemplo de cómo era reconocido como una autoridad en la materia es que un director de cine como Titón, por aquel entonces integrante del equipo de la revista, le solicitara que acometiera una entrevista a la consagrada Agnès Varda: “Gutiérrez Alea me transmitió el encargo de hacer para La Gaceta de Cuba una entrevista con la realizadora de Cleo de 5 a 7”. Colina en esa época estuvo también presente en las revistas Cine Cubano y Casa de las Américas.

Durante estas seis décadas, como recordamos antes, críticas, ensayos, entrevistas, artículos y crónicas aparecidos en nuestras ediciones integran un calidoscopio que multiplica como testimonio de diferentes épocas —sin evadir fidelidades e infidelidades—, la riqueza del espíritu de nuestro cine, exaltando sus aciertos pero también arrojando luz sobre sus zonas de sombra. De esta manera, se logra un perfil multifacético de la cinematografía cubana y de los protagonistas que la hacen posible. Mucho de lo que es público, pero también mucho de lo que está solapado tras el rodaje de un filme, está recogido en este cuerpo que es la publicación. Encuentros y desencuentros, episodios salvados de una historia que se sigue escribiendo, tanto por creadores, como por investigadores y críticos.

Indiscutiblemente, las entrevistas a personalidades representativas de nuestro cine constituyen el acercamiento más generalizado al tema que nos ocupa. Un ejemplo que sobresale en los últimos años es la aparición, en el 2010, por el sello editorial del Icaic, de Conversaciones al lado de Cinecittá, compilación de los diálogos que el escritor y director de cine Arturo Sotto sostuvo con un grupo de técnicos y especialistas que construyeron el Icaic desde dentro, y que se publicaron en La Gaceta durante año y medio con motivo del cincuenta aniversario de la fundación de la institución. En el 2018 aparecería una segunda edición, significativamente ampliada, y al igual que en la primera, fueron diálogos que en su casi totalidad dimos a conocer “por primera vez”, como el recordado documental de Cortázar.

“Las entrevistas a personalidades representativas de nuestro cine constituyen el acercamiento más generalizado al tema que nos ocupa”. Imagen: Tomada de Cubasí

Otro compendio de encuestas, que siguiendo la pauta de los antes mencionados, se recogió en un volumen del sello editorial del Icaic fue Trovar el cine, de Carlos E. León, discursos donde igual me sentí cómplice a la hora de pensarlos con sus respectivos autores, así como al momento de prologarlos. A ellos se sumarían, como una recapitulación significativa, los dos volúmenes de Para verte mejor (2012 y 2015) que yo antologara para esta editorial.

De los últimos años hay otros textos evocatorios significativos, como los que rinden cumplido homenaje a Alea, Juan Carlos Tabío y Julio García Espinosa, a raíz de sus fallecimientos, o a dos realizadores de culto para las nuevas generaciones: Sara Gómez y Nicolás Guillén Landrián, quienes le otorgaron sonido e imagen a determinados márgenes de nuestra cultura y de nuestra sociedad. Además de los que incluyen abordajes al cine de la diáspora, zona que fue recuperada con vocación precedente por nuestra publicación, como parte integrante de la cinematografía nacional. De otros materiales de mi preferencia, me gustaría citar, cada cual en su momento, la declaración de fe en el cine de Humberto Arenal, pasión que siempre lo acompañó; la entrañable crónica de Senel Paz sobre su “educación cinéfilo-sentimental”; el testimonio de Enrique Pineda Barnet acerca de Soy Cuba, película incomprendida en su momento y hoy icónica, de la que fue coguionista junto al poeta ruso Eugenio Evtuchenko; y lo publicado por García Espinosa, sempiterno polemista a favor de un cine tercermundista, imperfecto e inconforme, con la vocación de hacer un arte “para vernos mejor”, título que nos regalara para los volúmenes antes citados.

“Mucho de lo que es público, pero también mucho de lo que está solapado tras el rodaje de un filme, está recogido en este cuerpo que es la publicación”.

El Icaic será recordado no solo por sus películas de ficción y documentales, sino también por haber sido el epicentro de incesantes oleadas de creación que generaron lo mismo un Noticiero Icaic Latinoamericano —hoy declarado en el Registro La Memoria del Mundo, de la Unesco—, con Santiago Álvarez al frente; que una cartelística propia y muy original, con nombres tan imprescindibles en la plástica cubana como Eduardo Muñoz Bachs (durante varios años mi vecino silencioso en Línea número 10); que el auspicio de la innovación musical con el Grupo de Experimentación Sonora. Paralelamente, promovió el disfrute y el conocimiento del cine, tanto llevándolo a todo el país mediante los llamados “cines móviles”, que perpetuara Octavio Cortázar en Por primera vez, como exhibiendo sucesivos ciclos en la Cinemateca de Cuba, con Héctor García Mesa y su equipo, e incentivando los cines debates, propicios para la formación de un nuevo público en el gusto por lo mejor del cine universal.

Desde las semanas iniciales de ser creado, por Alfredo Guevara y aquel grupo germinal que lo acompañó —al amparo de la Ley no. 169, la primera legislación concerniente a la cultura del muy joven Gobierno Revolucionario—, el Icaic se convirtió en el anfitrión natural, hasta el presente, de toda una vasta galería de figuras de primer plano, de diferentes promociones, latitudes y estéticas, del cine internacional. Visitaban la Isla, motivadas tanto por la Revolución triunfante y su posterior decursar, como por el pueblo, la geografía, y la cultura que la singularizaban. El Instituto se constituyó además en espacio aglutinador de la cinematografía latinoamericana —con animadores de la talla de Titón, Santiago, Humberto, Yelín, y Julio García Espinosa—, mucho antes incluso de organizarse el primer Festival del Nuevo Cine y de crearse la Escuela Internacional de San Antonio de los Baños.

La compilación post mortem de textos de García Espinosa toma ese título de una significativa colaboración suya dada a conocer inicialmente en los primeros años de La Gaceta. Imagen: Tomada de Cubacine

A este inagotable aporte a la cultura nacional y más allá de sus fronteras, habría que sumar la labor de formación, empírica y académica, de varios miles de trabajadores, técnicos, artistas y profesionales en las diversas ramas de la creación cinematográfica y de la promoción audiovisual, columna vertebral de esa industria y de ese arte que se reconocieron en su momento en nuestras páginas.

Como testimonio de justicia poética sobre la relación de nuestros cineastas con la revista durante estas seis intensas décadas, quisiera terminar recordando que la compilación post mortem de textos de García Espinosa —Vivir bajo la lluvia[4]—, selección debida a su compañera Dolores Calviño, toma ese título de una significativa colaboración del director de La aventuras de Juan Quin Quín, dada a conocer inicialmente en los primeros años de La Gaceta. Como si estos títulos retomados de Julio —Para verte… Vivir…—, fueran un guiño más en la complicidad de larga data entre el Icaic y La Gaceta de Cuba.


Notas:

[1] Alfredo Guevara. “El cine cubano como reseñador y protagonista”, en Tiempo de fundación (Promociones Culturales, Iberautor Madrid, 2003), p. 190.

[2] Ver Tomás Gutiérrez Alea: Volver sobre mis pasos. Una selección epistolar de Mirtha Ibarra. Ediciones Unión, La Habana, 2008.

[3] http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/acervos/index.php/recursos/articulos/semblanzas/1682-colina-jose-de-la.

[4] Julio García Espinosa. Vivir bajo la lluvia. Compilación de Dolores Calviño (Ediciones Icaic, 2016).