Me siento profundamente honrado por la invitación de la amiga y colega Caridad Blanco para decir unas palabras en este acontecimiento relevante que tiene lugar el día de hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes, y es la presentación de esta bella y singular publicación que constituye uno de los más inteligentes y sinceros homenajes al genio creador de Santiago Armada (Chago) y a su inmortal personaje de Salomón.

“Este personaje de ficción representa en su comportamiento, lenguaje y pensamiento un alter ego del propio Chago.”. Fotos: Cortesía del autor

Y al mencionar su nombre permítanme decir unas palabras sobre el artista. La genialidad de Chago constituye un caso excepcional en la plástica cubana. Es posible que tengamos que indagar en otros creadores cubanos para descubrir ese chispazo excepcional de talento, pero sin dudas en Chago estaba presente. ¿Cómo un muchacho humilde, mensajero de una farmacia de Palma Soriano en los años cincuenta, pudo llegar a constituirse en todo un símbolo del arte de los sesenta y a crear un personaje que deviene en mito de toda una época? Chago tenía una respuesta concisa para explicar su tránsito vertiginoso de insaciable lector de comics norteamericanos a renovador vanguardista del género de la historieta universal: este acontecimiento trascendental fue la Revolución. Porque fue precisamente la avidez cultural que propició la Revolución la que hizo que aquel joven provinciano se adentrara en profundas lecturas filosóficas y trasladara a sus dibujos a tinta todo lo que había absorbido de Jean Paul Sartre y sus ideas existencialistas, Albert Camus y su filosofía del absurdo, entre otros relevantes pensadores del siglo XX.

“La firmeza ética de Chago no admitía dobleces, flaquezas ni posibles contaminaciones”.

Sin embargo, la burocracia gris, la mediocridad malsana que se da en todas las épocas, censuró su personaje de Salomón. Pensaron en aniquilar un pensamiento que había calado, a pesar de su enigmático mensaje, no solo en la intelectualidad progresista del período sino también en amplios sectores de la vida ciudadana: así Chago se divertía muchísimo con cartas y opiniones que le enviaban amas de casa, bodegueros, taxistas, limpiabotas, todos inmersos en una reconfortante efervescencia de ideas con la intención de descifrar el oculto mensaje de Salomón.

“La genialidad de Chago constituye un caso excepcional en la plástica cubana”.

Después de la desaparición de su personaje, Chago continuó trabajando en dos direcciones sorprendentemente contradictorias: por una parte como disciplinado diseñador del periódico Granma, ejercicio que cumplió de manera cabal durante décadas, con una calidad inobjetable, y por otra, una obra personal, de profundo sentido ético, que no hacía más que acrecentar su propio mito personal y la admiración de un selecto grupo de artistas jóvenes que conformaron la vanguardia artística de los años ochenta y noventa. Mientras la leyenda se acrecentaba alrededor del artista, Chago se acorazaba entre las paredes de su modesto apartamento del Cerro. Solo logró acceder a su espacio un grupo reducido de elegidos. Si importante era ser admitido a la intimidad de su hogar, más importante era mantener esta condición. La firmeza ética de Chago no admitía dobleces, flaquezas ni posibles contaminaciones. Y tal como llegaron así también varios fueron expulsados de su espacio porque no aguantaron el rigor del camino. Hasta los últimos días de su vida Chago Armada mantuvo la dignidad que un día le hizo alzarse en armas en la Sierra Maestra para luchar por un país mejor.

“Ir a Chago es inevitablemente ir hacia Salomón”

Una vez en este recinto doméstico pude comprobar que algunos de los dibujos pasmosos que hoy se encuentra en colecciones del todo el mundo, incluído el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, tuvieron su génesis en discusiones cotidianas entre Chago y Dalia García, su querida esposa y novia desde los días vibrantes de la Sierra. En este día a día, sin salir de su casa, Chago Armada encontraba temas que alimentaban su obra y las trasponía al dibujo con su excepcional magisterio.

“Ir a Chago es inevitablemente ir hacia Salomón”, afirma con sabiduría Caridad Blanco en su certero ensayo. Y es que este personaje de ficción representa en su comportamiento, lenguaje y pensamiento un alter ego del propio Chago. Por eso, al intentar demolerlo, la burocracia intento aplastar —al unísono— al personaje y su creador.

Sin embargo, desconocían los timoratos funcionarios de aquel momento que la genialidad de Chago entrañaba cualidades y talentos únicos que lo hacían especialmente valorados por la sociedad de la época. Así, ante la abrupta desaparición del binomio Salomón-Chago, fueron colmados de homenajes por lo más valioso de la intelectualidad de los sesenta, y ahí están para demostrarlo las obras imperecederas de Raúl Martínez, Antonia Eiriz y su aparición fugaz en ese clásico del cine cubano que es Memorias del subdesarrollo. Ante la visión pesimista que la genialidad puede ser destruida por un ambiente no propicio, se mantuvo firme en el caso de Chago la convicción que el genio prevalecerá por encima de todo.

“Hasta los últimos días de su vida Chago Armada mantuvo la dignidad que un día le hizo alzarse en armas en la Sierra Maestra para luchar por un país mejor”.

Volviendo a este excepcional reconocimiento de una de las más talentosas estudiosas de su obra, invito al público asistente a recrearse con las imágenes de Salomón que nos ofrece este libro y muy en particular del ensayo luminoso de Caridad Blanco que nos acompaña solidariamente en el difícil camino de su interpretación. Gracias a su talento y perseverancia hoy sentimos la profunda satisfacción de la actualidad de este personaje y que su legado aún tiene mucho que decirnos en el complejo universo de nuestra contemporaneidad.

La Habana, 27 de julio, 2016.