Primera galería rural de arte en Cuba: donde el alma se alimenta de poesía

Onelia Chaveco
31/8/2017

Aquella idea fija de que el hombre siempre tiene dos hambres: de pan y poesía, parece que encontró respuesta en El Jovero, un remanso campestre donde la vida campesina pugna con la modernidad para mantenerse pura, pero a la vez para apropiarse de lo bueno y bello del desarrollo.

Si Juan Candela se diera una vueltecita por esa serranía, allá en Cumanayagua, provincia de Cienfuegos, claro que no se quedaría sin palabras, porque a ese personaje-cuentero de las obras de Onelio Jorge Cardoso, le sobraba verbo.


Obra de Nelson Domínguez en la finca El Jovero, frente a la casa de la Memoria. Fotos: Yuliet Sáez

 

Eso sí, todas las habladurías las guardaría en el saco de sus palabras para escuchar mejor los cuentos de verdad que vienen bajando desde ese punto, El Jovero, donde, además de hacer teatro con y para los campesinos, ahora montan una galería de arte.

Juan Candela sonreiría de pensar en la cara de incrédulos de sus amigos de cuenterías, y adivinaría la pregunta en los ojos y en el aire: ¿Para qué quieren los guajiros ver cuadros, si casi no les alcanza el tiempo para cultivar la tierra? Y que un pintor famoso como Nelson Domínguez, con tantos premios  y sabiduría se trepe hasta esos parajes y permanezca entre los campesinos para enseñar su arte, ahí sí que no le creerían, y más, le obligarían a recortar los metros de sus mentiras como los del majá del cuento.
Sin embargo, quienes lleguen hasta allí, en mulas o a caballos, incluso en carros ligeros —porque para eso la Revolución construyó buenas carreteras en el lomerío—, pueden ser testigos de cuánto acontece en las ondulaciones de esa serranía.

La noticia es, y corre de boca en boca, que muy pronto quedará inaugurada la primera galería rural, un proyecto en conjunto de Nelson Domínguez, Premio Nacional de Artes Plásticas 2009, y el grupo de teatro Los Elementos,  instalado en el lugar desde los años 90.


Equipos para labores de artes plásticas en galería de El Jovero

 

El enclave consiste en un gran ranchón de guano y mampostería, en forma redonda, con suficiente capacidad para montar exposiciones de pintura, realizar expoventas y actividades colaterales. Dentro ya se resguardan prensas y  equipos para grabado, cerámica y otras disciplinas de las artes plásticas.

Adosada a la galería va ubicada la minicasa del pintor, con decorados originales como puertas de tablas de palma, cepilladas y pulimentadas; los yugos de bueyes encima de la cocina; los murales de vitrales que reflejan a la luna y el sol realizados a base de vidrio y resina apócima; o las sillas  del comedor elaboradas con el diseño de los palitos de tender tan recurrentes en la obra del pintor. Ahora la edificación  está al 90 por ciento de su construcción.

En declaraciones a medios digitales como Cubadebate y Prensa Latina, Domínguez ha dicho que cuando estuvo en El Jovero le gustó mucho el lugar, al cual le hacía falta un espacio para las artes plásticas dedicado a los niños de la localidad, y que ese enclave podía hacerse con recursos elementales.


Cocina de la minicasa del artista

 

Indicó que con la ayuda de la familia Santander, van a desarrollar una labor formativa en las habilidades para el dibujo y el trabajo con la cerámica, además de disponer de una galería donde puedan exponer las obras en las que trabajen.

Allí, reconocidos artistas de la plástica podrán vivir un tiempo, pintar, hacer exposiciones, compartir con la comunidad, y tendrán todas las condiciones para crear, aseguró entonces Domínguez.

Su presencia se puede sentir

La presencia de Nelson Domínguez en El Jovero una la puede sentir aunque él se encuentre a cientos de kilómetros de distancia, porque los moradores de la finca están tocados más que por una varita mágica, por la magia de los pinceles y los colores, del empuje y del deseo de hacer del artista.

A instancia del pintor, muchas de las edificaciones pertenecientes al entorno donde desarrolla su trabajo el grupo de teatro Los Elementos, reciben una reconstrucción con materiales más duraderos que los originarios afectados por eventos climáticos.  

Obras suyas aparecen en la Casa de la Memoria, una vivienda de guano y tablas dentro de la finca, donde atesoran la historia del grupo teatral desde sus orígenes, cuyo nombre hace alusión a los cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire.  

También Zaida del Río transita por aquellos parajes, no con sus caballos, pero sí con sus aportes de una gran Santa Bárbara y pinturas suyas.

Según el propio Domínguez, ella es una de las buenas personas que ya expresó su deseo de colaborar con el espacio cultural en El Jovero, punto que podría convertirse en una comunidad de artistas muy interesante, fuera de los dominios de la gran ciudad.  

El uso de recursos naturales como el carbón vegetal para dibujar y otros recuperados será fundamental para acometer el proceso de enseñanza de forma elemental.  


Vitrales en las paredes de la casa del artista

 

José Oriol González Valladares, director de Los Elementos, parece un niño con juguetes nuevos cuando habla de la galería: “Va a ser un gran aporte al entramado cultural de esta comunidad; en primer lugar, por la presencia de un artista de la plástica extraordinario, muy revolucionario, que ha realizado donaciones de su arte a hospitales devenidos galerías. En sus obras la figura de Fidel es una constante; además, trabaja la pintura, el grabado, la cerámica, pasa por todas las modalidades y sale airoso.

“Acá insertará al arte a los niños, a los jóvenes, a las mujeres… Es un engarce con la vida de las personas para transformar su economía, su modo de vivir. Ellos poseen trabajo intermitente o laboran en la recogida de café, o son amas de casa.

“Ahora, con el proyecto local Jovero verde, hemos recibido desde computadoras, ventiladores y una consola para el centro de información en  la finca, hasta un molino de viento y una casa de cultivos. También contamos con biogás, cría de animales domésticos, en fin, 33 hectáreas que los artistas del grupo y una veintena de trabajadores más atendemos, tanto en labores de forestación como de reconstrucción.

“Buscamos hacer sostenible el proyecto y continuar la labor enfocada al trabajo teatral, desde una óptica sociocultural e inmersos en la vida del campesinado, sus tradiciones y costumbres, sus credos y dudas”.

Mientras recorremos la finca, explica que en otro ranchón quieren hacer la nave de cerámica, y falta por terminar la cerca perimetral, el garaje, el baño y algunos enchapes, aunque ya tiene las luces para iluminar la galería.

Empedernido soñador, e incurable romántico, Oriol Valladares ya siente que la apacible campiña será transformada con la risa de los habitantes que, a pie o a caballo, llenarán los predios para ver bien de cerca el arte y alimentar el alma.

Es así que podrán saciar esa hambre de poesía que solo satisfacen ciertos ingredientes y aderezos espirituales, mucho más sabrosos si vienen del alma plena de esas gentes buenas que andan por ahí, por esos montes.