Rafael Villares: el cosmos a la medida del hombre

Maikel José Rodríguez Calviño
29/11/2018

Por estos días, la galería Factoría Habana acoge la muestra personal Divergencias: paradigma líquido, del joven artista Rafael Villares (La Habana, 1989). Con curaduría de Concha Fontenla, la muestra destaca significativamente entre las propuestas curatoriales del panorama expositivo cubano más actual.


Fragmento del mundo. Instalación (2014-2018). Fotos: Maité Fernández

 

Egresado del Centro Experimental de las Artes Visuales, de la Academia de San Alejandro y de la Universidad de las Artes, Villares había sorprendido a públicos, críticos y especialistas con varias piezas de alto rigor estético y conceptual, entre las que destacan Paisaje itinerante y Reconciliación, ambas exhibidas durante la XI Bienal de La Habana, así como Tempestad cromática y Árbol de luz, dadas a conocer durante la XII Bienal habanera. A ellas se suman dibujos, instalaciones y esculturas, igualmente relacionados con los espacios citadinos y geográficos, leitmotiv presente en todo su trabajo.

Sin embargo, es con Divergencias que la poética de este joven creador, cuyo trabajo deberemos seguir muy de cerca, experimenta un relevante salto cualitativo y cuantitativo, que potencia notablemente su visibilización y densidad metafórica. Con ella, Rafael ratifica su interés en la geografía como ciencia, cuyos presupuestos le sirven de inspiración para reflexionar sobre el devenir histórico y cultural de los seres humanos, insertos en un planeta de recursos finitos.

Hay más: Rafael domina su poética y la presenta en múltiples variantes a través de piezas apegadas al conocimiento topográfico o hidrográfico (véanse la series Morfología del eco y Contenidos de un simulacro); bellísimas instalaciones de notable lirismo (Lluvia y Polaris); fotografías (Eco #23 y la serie Paradigmas); dibujos de gran formato (Inmersión, Vértice #1, Dibujos hidrónimos y Paradoja topográfica), y esculturas o instalaciones elaboradas a partir de objets tourvés manipulados por él o por los espectadores (Fragmento del mundo y Geopolítica creativa). Para un joven creador ello constituye un reto y una responsabilidad que, en lo concerniente al trabajo del artista, son enfrentados y vencidos con rigor, inteligencia y altos niveles de plasticidad.

En la obra de Rafael salta a la vista un carácter antropocentrista y ecologista que establece nexos profundos del hombre con la naturaleza, o más bien nos recuerda que el ser humano forma parte de ella, aunque la civilización haya construido absurdas murallas entre ambos. Por otra parte, abundan las asociaciones iconográficas, fundamentadas en la similitud y mezcla de fenómenos meteorológicos, elementos del entorno y accidentes geográficos de muy diverso tipo. Rayos que semejan ríos, ríos que semejan nervios, nervios comparados con cimas de cordilleras, cordilleras que abrazan al espectador, transformándolo en eje de rotación, en medida y espejo.

Villares pliega el conocimiento geográfico, lo hermana y unifica, lo enfrenta y sintetiza en exquisitas metáforas que desempolvan una contundente verdad: todos habitamos el mismo planeta y, por consiguiente, compartimos sus bellezas y riquezas naturales. Tu río alimenta mi océano; al elevarse tu montaña, nació mi valle. Respiramos el mismo aire, soñamos bajo la misma luna, amamos iluminados por las mismas estrellas. A ello se suman advertencias sobre la deforestación, la desaparición de islas, los resquebrajamientos fronterizos y los gritos de auxilio con que nuestro entorno acusa un innegable agotamiento, lo cual potencia aún más el carácter ecologista mencionado. 

Debido a sus características arquitectónicas, Factoría Habana representa un espacio difícil de doblegar. Sin embargo, las propuestas de Villares, asumidas por la curadora Concha Fontenla, articulan un tejido curatorial basado en los tres estados de la materia (líquido, sólido y gaseoso), uno para cada nivel de la galería. Estos planos curatoriales no están separados entre sí, más bien guardan puntos de contacto, se interrelacionan y, hasta cierto punto, se modifican, del mismo modo en que dichos estados sufren metamorfosis cotidianas. A fin de cuentas, no podemos hablar del río sin mencionar la huella que deja en la tierra ni la neblina que provoca.


Foto: Inmersión. Instalación (2018)

 

Quizá Divergencias… peca de excesos. Sin embargo, ello deriva de su propia concepción. Una muestra personal tan amplia, centrada en una única poética (si bien abordada desde múltiples punto de vista), puede permitirse algunas piezas que, tras un nuevo proceso de discriminación, quedarían al margen. No obstante, la posibilidad de protagonizar una propuesta curatorial de tal magnitud, defendida por una curadora experimentada en un privilegiado espacio de promoción dentro del actual circuito de galerías cubanas, representó una posibilidad tal vez irrepetible que Rafael decidió aprovechar al máximo. Asimismo, cabe notar que, en última instancia, el derecho de selección es prerrogativa del curador, cuya nómina de piezas y disposición museográfica pueden ser concebidas sin tener en cuenta la opinión del artista. Por otro lado, las posibles imperfecciones de la muestra palidecen ante su calidad y puesta en escena. Se trata de una exposición de una experiencia estética notable, y eso la magnífica en el interior de un contexto donde la curaduría y la museografía son, en muchos casos, asignaturas pendientes.   

El surgimiento del antropocentrismo, a principios del siglo XVI, y su posterior desarrollo, marcaron un decisivo salto epistemológico en la relación física-simbólica del hombre con su entorno. Dios dejaba de ser el centro del cosmos para ceder protagonismo al Homo sapiens. A partir de este momento, la naturaleza humana, así como su condición y bienestar, serían los únicos principios de juicio según los cuales deberían evaluarse el comportamiento de los demás seres vivos y el funcionamiento general del mundo. Así, el hombre era transformado en pesa y escuadra, en medida y paradigma, en punto de comparación.

Hoy, Rafael Villares sublima este proceso al condensar ríos, montañas, constelaciones y fenómenos meteorológicos que despliega a nuestros pies gracias al arte. Sus líquidas divergencias convidan al deslumbre y al análisis en igual proporción, cuestionando el papel que jugamos en este planeta y, aún más, responsabilizándonos con su futuro, aunque, en realidad, seamos pequeños; aunque nos superen la fuerza, la belleza y el ingenio de la naturaleza.

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