El mexicano Alfonso Reyes escribió que “el hombre es el hombre y el espejo”. Frente a su superficie —engañosa como las aguas de Heráclito— quedamos atrapados por un instante. Segundos después nada es igual; se inicia un ciclo infinito de interrogantes. Un cubano —el autor de Paradiso, José Lezama Lima—, añadió que “en el espejo se mira el espejo, que contiene una multitud de espejos reflejantes”. El espejo de Lezama —humano como el de Reyes— irradia ecos, resonancias de sentidos. Quiero imaginar hoy a Ramiro Ricardo Feria (1953-2022) como el hombre que decidió mirarse al espejo de sus días para intentar saldar deudas con el pasado y la memoria, y que advirtió en las imágenes de su vida otras figuras que se movían y cobraban sentido. Por eso prefirió volver, para mirar, reacomodar, escarbar, repensar e incluso cuestionar muchas de las imágenes que el pasado le mostraba como testimonio de vida, ya que en él también quedaban huellas de otros.

“El hombre que decidió mirarse al espejo de sus días para intentar saldar deudas con el pasado y la memoria”.

En el hombre que era (que es) Ramiro pervivían, en el momento en que organizaba esta exposición, los sedimentos de sus maestros y de sus múltiples inquietudes, y además, la huella de sus contemporáneos. El artista que pensaba eso era el hombre que, frente a la imagen de los años, se sabía deudor y heredero del contexto. Es como volver sobre sus huellas, sobre su diario de vida: reajustando, rearmando e invitando a los demás artistas, cómplices, a seguirle en un recorrido. También sus colegas necesitarían sumergirse en sus propios ríos, mirarse en sus espejos —cóncavos o convexos—, e iniciar un viaje personal, intransferible y vital por geografías donde la memoria es receptáculo, invitación y misterio.

En el espejo vital que Ramiro Ricardo nos ofrece como testimonio de su vía crucis, encontramos fotografías y/o fragmentos de ellas, diplomas, reconocimientos, recortes de prensa, páginas de catálogos de exposiciones personales y colectivas, etc. Memorabilia. Aquí afloran recuerdos (con la seguridad de que la memoria personal también da cuerpo a la memoria colectiva) del artista, el profesor, el director de la Academia Regional de Artes Plásticas El Alba, el promotor. Desde la serie Uno sobre uno (2009), e incluso antes, Ramiro había revisado la historia a partir de la imagen fotográfica y había intervenido, desde el collage, imágenes recortadas de la prensa (en ese caso, rostros de figuras de la cultura cubana). En Esperando a Heráclito —instalación que agrupó mil fragmentos de diferentes grabados, con similares dimensiones, como parte de Configurando catacumbas (mundos soñados), proyecto que en la XIV Bienal de La Habana intervino los espacios del Centro Provincial de Artes de Holguín— Ramiro dialogó con la memoria y la dispersión, con la fragmentación de la realidad y la conservación del arte, con el pasado disuelto en el porvenir.

“Comparte con nosotros los instantes atrapados por el lente del tiempo”.

El artista —ser influido por las variaciones del contexto inmediato, por su realidad social y política— comparte con nosotros los instantes atrapados por el lente del tiempo, quizá incluso repensando lo realmente importante que fueron estos momentos de su vida, en una acción que también podría tener su poco de desprendimiento, de exorcismo y sanación; y que podría mirarse, asimismo, desde algunos enfoques antropológicos. Para ello le acompañan José Emilio Leyva, Magalys Reyes Peña, Dagoberto Drigg Dumois, Iosvani García Pérez, Ernesto Blanco Sanciprián, Rubén Hechavarría Salvia, Ronald Guillén Campos, Jorge Luis Cudina Martínez, Lázaro Reynaldo, Ángel Ronda y Dayamí Rodríguez, en una especie de agradecimiento mutuo, de interacción de sentidos.

“El collage es el punto de partida de cada pieza”.

Ramiro Ricardo propuso los collages, y los demás creadores añadieron su trabajo, su huella como rasguño en la roca. El collage es el punto de partida de cada pieza, la incitación, la estructura base que permite —en yuxtaposición de medios y elementos que se complementan, interactúan y modifican— la interrelación de técnicas para una pluralidad de significados. Sabemos que la imagen no es una copia fidedigna de la realidad, sino una reconstrucción y una interpretación. Pensémoslas, entonces, como instantáneas en construcción, en transición, que han encontrado su sitio y dejan de ser imágenes intervenidas para cobrar una enigmática autonomía.

“Ramiro Ricardo, al idear esta muestra, fue un artista y un ser humano agradecido”.

La convergencia de diferentes poéticas, cercanas en intenciones e interrogantes, coexiste en una exposición en que el espacio de la galería se convierte en vórtice abierto a múltiples posibilidades en interacción, como un torbellino que lo arrastra y unifica todo. Ramiro Ricardo, al idear esta muestra, fue un artista y un ser humano agradecido. Nosotros nos sabemos deudores de la persona y el creador que, al interrogar la memoria personal y nacional y su tiempo bajo el sol, nos invita a seguirlo en este viaje como fragmentos a su imán.

Palabras del catálogo de la exposición Remolino, proyecto personal colaborativo del artista, profesor y promotor holguinero Ramiro Ricardo Feria (1953-2022); inaugurada en la sala Electa Arenal Huerta del Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín, el 28 de enero de 2023.