Rapi en mi memoria

Laidi Fernández de Juan
8/1/2021

Un día como hoy, 8 de enero, murió el hijo mayor de Eliseo Diego y Bella Esther García Marruz. Su hermana, mi entrañable Fefé, me lo acaba de recordar, sumida en la dulce tristeza en que ella sobrevive. En honor a toda esa familia, reproduzco algunas palabras que le dediqué a Rapi hace cuatro años, en ocasión del tributo que le rendimos en un encuentro de Miércoles de Sonrisas. Roxana, José María Vitier y Silvita, Angelina Pí, la propia Josefina de Diego, y mis padres nos dejamos abrazar aquella tarde por el recuerdo de ese ser maravilloso que hoy, іDios mío!, cumple tres lustros de habitar el cielo. Comparto el texto original. Repetiría mil veces las mismas palabras, porque otras tantas sigo echándolo de menos.

“Luz eterna para ti, amado Rapi”. Foto: Cortesía de la autora
 

Mis padres tuvieron, mucho antes que a esta hija díscola que soy, un niñito cuyos genes afectuosos compartía con sus verdaderos parientes, de modo que era una criatura con muchos ojos encima. Con ese varón que la vida real y verdadera le negó a mi madre, mi papá jugó a los piratas, a los escondidos, a los títeres, a los soldados, a la guerra, al mar, y a la montaña. Juntos grabaron sus nombres en árboles del parque donde solían pasar horas entregadas a la ludopatía, y más adelante, cuando era evidente que de alguna manera debían tratarse en público, el joven llamaba tíos a mis padres, y así los recibió en la pequeña casita del país adonde se fue a vivir, ya adulto, y así regresó a El Vedado, enfermo por fuera, pero con las mismas ganas de siempre de montar un teatro de muñequitos, y de entretenerse evocando bucaneros entre el oleaje de los recuerdos. “Tíos”, decía, “he venido a darles un abrazo”. Ese niño mágico, famoso por los múltiples talentos artísticos que su hermana de sangre nos recuerda, ese dulce y travieso arcángel que le robó el corazón a mis padres como nunca nadie jamás logró antes ni después (a la descendencia legítima no se nos ocurrió por nada de la vida intentar competir con ese cariño que sabemos intocable, y tal vez por ello no pregunté a mi familia si les hubiera gustado un hijo varón), y que solo en apariencia se nos ha escapado entre las manos, se llama Rapi, y claro que sí, quién dice que no, está hoy entre nosotros. Vamos a recordarlo sus amigos, sus familiares, sus admiradores fieles con alegría, como pidió para sí en un excelente verso el poeta Roberto, amigo del poeta Eliseo, cuñado de la poeta Fina, casada con el poeta Cintio, todos compartiendo intimidad con Agustín Pí, con Lezama, con Feijoó, con Gaztelu, con Octavio, conviviendo en armonía con muchas Bellas y muchas Adelaidas de distintas edades y, en fin, con historias dignas de la memoria del ser excepcional a quien honramos, y a quien no es posible vincular con la palabra añoranza, porque no es verdad que no nos acompaña. Luz eterna para ti, amado Rapi.

Enero, 2021