Ruedas. Las que mueven bicicletas, autos, ómnibus. Aquellas que requieren precisión, tino, engranaje perfecto para echar a andar una maquinaria. Ruedas que, en materia musical, también requieren complementarse y, si lo logran, el resultado es extraordinario. Ruedas que no caminan, paradójicamente… ruedas que vuelan.

Wheels (que en inglés significa ruedas) es justamente el álbum del cual pudimos disfrutar algunos temas, en un concierto que duró 45 minutos como parte del programa del Jazz Plaza 2022, en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba.

La Joven Jazz Band del maestro Joaquín Betancourt energizó aún más los cuerpos de los espectadores.

Fueron Ray Lema y Laurent de Wilde las “ruedas” musicales que nos hicieron la noche sublime. El multinstrumentista y compositor congolés y el pianista y también compositor francés compartieron, no solo la música concebida por ambos en este disco (el segundo del dueto) sino, y sobre todo, esa complicidad genuina surgida entre dos personalidades tan diferentes.

Lema relajaba los brazos entre una y otra pieza y su singular manera de tocar no le hacía mover su cuerpo más allá de los milímetros elementales de disfrute corporal de quien es visceral, pero sosegado, comedido, pausado. Laurent era un inquieto bailador sentado en la banqueta del piano, desbordándose en las teclas y, a la vez, emanando vitalidad, extrovertido. Juntos, entre miradas y convenios invisibles en las interpretaciones, “gozaron” la presentación en La Habana.

Los dos músicos, quienes se conocieron en un show de televisión en 1991 y a quienes también une una profunda amistad, agradecieron estar en Cuba, participar en el festival, regalar su música y encontrar aplausos y vítores en el público que los acoge.

La noche, solo “adornada” con dos pianos en el escenario de la Avellaneda, comenzó con el tema Abyssinight y terminó con Poulet bicyclette y, entre uno y otro, el diálogo pianístico a cuatro manos transitó por diferentes motivaciones, sin que faltara la sonrisa de Laurent y la serenidad divertida de Lema.

A partir de las 10 de la noche la sonoridad cambió. Fue la Joven Jazz Band del maestro Joaquín Betancourt quien energizó aún más los cuerpos de los espectadores, “dos años después de estar alejados de los escenarios, extrañando tanto esto y a ustedes”, dijo el Premio Nacional de Música 2019.

…“dos años después de estar alejados de los escenarios, extrañando tanto esto y a ustedes”.

Ofrecieron temas del disco Mambazo y otros especialmente arreglados para la ocasión, algunos de ellos bajo la batuta del director asistente de Betancourt, el saxofonista Jorge Sergio Ramírez.

No pudo llegar a Cuba el saxofonista estadounidense Big Chief Donald Harrison, debido a cancelaciones de vuelos ocasionadas por la propagación de la Covid-19, pero su tema Iko Iko fue escuchado gracias a la genial interpretación de los talentosos jóvenes miembros de la Jazz Band cubana, y le será enviado por las vías electrónicas posibles al músico nacido en New Orleans para que disfrute de la ejecución de su composición por manos cubanas.

La noche fue placentera. La compañía fue la mejor. Además, el jazz, cuando se disfruta en vivo, se vive de muchas maneras. En su edición 37, el festival, a pesar de todas las limitaciones, propone momentos muy exclusivos. Todo ello, cual ruedas que engranan magistralmente, nos hace crecer alas.