Recargada

Laidi Fernández de Juan
16/1/2019

A veces las dificultades cotidianas nos superan. Por naturaleza y por aprendizaje, intentamos ejercer un optimismo a toda costa, contra viento y marea, pero, repito, en ocasiones las alas del corazón se abaten. Ahora mismo, justo mientras redacto estas líneas que no persiguen otro objetivo que el de una catarsis (cuando lleguen las explicaciones ya todo habrá pasado, si es que alguna razón satisfactoria puede esperarse), por lo cual paso a la primera persona: Soy yo y nadie más quien necesita (me urge tanto) contar ciertos disparates del día a día, y empiezo por el más inmediato. El sábado 12 de enero recibí un mensaje en mi móvil, que transcribo tal cual, respetando la ortografía: “Recarga internacional del 14 al 18 de enero de 2019, pagas 22 y tienes 20 en el fijo y un bono de 80 Min y 40 SMS a consumir hasta el 3 de febrero. El bono NO APLICA para: uso de la bolsa correo, envío de MMS y servicios de datos móvil (Internet en el móvil)”.

“La pregunta es, ¿a dónde dirigirnos? ¿Quién puede tener alguna razón convincente?”. Foto: Internet
 

Me pareció poca cosa para tan alta cifra, pero aun así decidí abonar ese dinero para mi teléfono y para alguien más (entrañable, debo añadir), que saldría de viaje hacia el oriente del país. La necesidad de mantenernos comunicados es más fuerte que el riesgo de quedarnos en la llamada ‘fuácata’. El lunes 14 esperé con ansias a que llegara la ya abonada recarga, pero todo se deshizo en una vana ilusión. Llegó el martes con la pesadez acostumbrada después de un lunes infértil, y… nada.

Se acaba este día, —segundo de una forzosa e inexplicable incomunicación— y, cansada de esperar a que las constelaciones telefónicas se alineen de forma que reciba el beneficio por el cual pagué tan alta cifra, salgo a la calle. Me dirijo a un punto de venta de tarjetas de recargas, y la muchacha, con cierta sonrisa cómplice, me dice que “ayer hubo pequeñas dificultades, pero ya hoy se están recibiendo las recargas en cuestión de segundos”. Recordé al maestro Zumbado, cuando dijo hace 40 años que en Cuba todo se resuelve con gerundios (estamos analizando, solucionando, gestionando…), pero no permití que el abatimiento me llegara del todo, por lo cual le pedí que me vendiera una tarjeta de esas pequeñitas, de 5 CUC, para al menos sentirme medianamente comunicada con el entrañable ser que ya debe estar en Bayamo, sin que yo tenga noticias concretas. “No hay tarjetas ahora, pero ya lo estamos resolviendo, y pronto tendremos.”

O sea, ni llega lo prometido, cuyo monto hemos pagado muchos (pluralizo con toda intención: llamé a mis conocidos, todos están en idéntica situación de mutismo “etecsiano”), ni existen tarjetas para aliviar lo que sucede, que no sabemos ni qué es. De repente, caí en cuenta de un detalle: En el anuncio de la recarga, se dice que es “internacional”. ¿Será que la demora se debe a que hemos realizado el pago desde territorio nacional, y eso origina la inopia comunicativa actual? Aunque me parecía un disparate, quise asegurarme, y volví a comunicarme (telefonía fija  mediante) con mis conocidos. Tres de ellos habían efectuado el pago de la misma forma que yo, pero dos recibieron la noticia de que habían sido recargados desde el exterior, y tampoco tenían nada, o sea, estaban tan embarcados como yo, de donde se deduce que no es la vía de pago la causante de “esto” que sucede ahora. Vivo una de esas situaciones kafkianas que, de tanto sucederse, creemos “normales”, pero que ciertamente no lo son. La pregunta es, ¿a dónde dirigirnos? ¿Quién puede tener alguna razón convincente? Hoy por hoy, nadie sabe ni dice ni explica por qué, luego de que Etecsa reciba altas cuantías de dinero, no brinda el servicio correspondiente. Mañana, o el día después, o quizás la semana entrante, alguien: un funcionario, un dependiente, un agente telefónico, la muchacha sonriente que vende tarjetas o eso se supone, leerán enrevesados textos de causas, y para entonces, Bell y Meucci mediante, todo se habrá solucionado. Pero el problema es AHORA; el mientras tanto, el silencio sin razón al cual nos somete quién sabe quién. Estoy recargada, sí, pero no de móviles, sino de inmovilidades irritantes.