Reír, para no llorar

Dazra Novak
19/8/2019

¿Qué sería del cubano sin la risa? ¿Sin ese estallido histérico en pleno drama (en plena vida) que llama la atención de todos? ¿Incluso, cuando la solución brilla por su ausencia? ¿Será un bonus por haber abierto los ojos por primera vez en esta isla? ¿Un cuponcito especial (ración doble) en nuestra libreta de abastecimiento? ¿Será un don inmoderado que nos entregan a cada uno al nacer?

Quizás sea por esto: vivimos en un país exagerado, que parece pequeño, pero en realidad es grande (por cómo se hace sentir). Uno donde comienza a llover y, con la misma, escampa. Y su gente, es decir, nosotros, que íbamos lamentándonos por el chaparrón inoportuno, comenzamos a quejarnos por el calor. El tremendo calor. El cabrón calor, caballero, que como la risa no nos deja tranquilos ni en invierno.

Vamos de un extremo a otro, nadie lo dude. Lo mismo avanzamos (o retrocedemos) inmersos cada cual en su cola y, de pronto, sin más, alguien llama la atención general con una risa escandalosa, con un chiste a costa de la realidad nacional. Es decir, a costa nuestra, que para algo es nuestra realidad, y, sin embargo, gracias al chiste la realidad pareciera otra de la que vale la pena reírse. Así terminamos sumados a la risa colectiva por la ocurrencia de alguien, como Paquito el de Cuba, esta vez, a costa de la distribución del pescado liberado.

Foto: Cortesía de la autora
 

Muchísimos de los memes que recorren hoy las redes sociales en Internet tienen este espíritu, yo diría que nacionalidad (más bien libreta de abastecimiento), cubanos. Una risa que parece una cosa, pero es otra. Como también el bullying, esa palabrita extranjera que todos conocemos de cerca como dar “chucho” (en su versión más cruel) en las escuelas y las becas y los barrios. Nuestra es la risa a todo lo largo y ancho de sus consecuencias. Para bien y, lamentablemente en muchos casos, para mal. Nuestra es la risa como nuestro es el llanto.

No hay manera de que un cubano pueda quedar en el justo medio, en el equilibrio. Se dice de nosotros que, o no llegamos, o nos pasamos. Y, sin embargo, esa teoría (harto comprobada) debería conducirnos a una cosa o a la otra, es decir, a la risa, o al llanto. Pero no. La verdad es que nuestra risa (quizá por nuestra tendencia natural a lo mestizo y al ajiaco) incluye al llanto, y viceversa, como un homenaje a la vida. Nuestro "elogio de la risa" lleva una pizca de llanto-sal, para afincar el dulzor.

Nos reímos a lo grande, con gusto. Con todo el cuerpo nos reímos de nosotros mismos y de semejante ocurrencia. Risa histórica la nuestra, risa desde antes, desde siempre, como bien responde Laidi Fernández al preguntarse ¿Existe un humor cubano? En efecto: “(…) poseemos una peculiar manera de afrontar situaciones, desdichas, contrasentidos y otros rasgos cotidianos a través de burlas (…)”, algo que ha sido recogido amablemente por Mañach, Núñez Rodríguez, Zumbado, entre otros.

Algo que yo pretendía al escribir, en aquel 2014 en que tan fácilmente nos quedábamos sin cobertura: “Si la muerte fuera un usuario más de la telefonía móvil en Cuba, si la parca recostara su incansable guadaña a una pared desconchada de la Habana y sacara un celular para anunciarte que te ha llegado la hora: puedes dormir tranquilo. Ese mensaje demorará horas, días… o no te llegará. (…)” Trabajo costó que Etecsa entendiera que… ¡esta risa-llanto que ríes ahora yo no la inventé!

¡Esta risa-llanto nació con nosotros! Está hecha, sobre todo, de nuestras carencias y más, de una larguísima espera. No es esa risa universal, estirada y selectiva que todo el mundo entiende, sino una imperfecta, trágica, dolida, escandalosa, (pero nuestra, como nuestro es el vino agrio). La risa cubana, nadie lo dude, es pura resistencia.

Foto: Tomada de Vanguardia
 

¿Qué otra razón, sino la resistencia, para esperar ese programa de los lunes llamado “Vivir del cuento”, a cuyo personaje le agradecí debidamente en una Carta abierta a Pánfilo Epifanio: Ay, viejo, nos ayudas tanto a desinflar el globo chocante de la realidad cubana que no habrá manera de pagarte. O quizá sí. Te pagamos en especias, es decir, con nuestra risa. Porque para nosotros, los cubanos, siempre será mejor reírnos en la mismísima cara del llanto.

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