René Francisco Rodríguez: “Reciclo mi trabajo y le doy otra luz”

Ana María Domínguez Cruz
11/4/2019

En pocos días, obras de más de 300 artistas inundarán numerosos espacios públicos, museos, galerías de arte y estudios de creación en La Habana, y durante un mes permanecerán allí, al alcance de todos, reafirmando que el arte no tiene por qué ser solo comprendido desde una pared o entre cuatro, y que los artistas crecen también a partir del intercambio cercano con los espectadores.

René Francisco Rodríguez, Premio Nacional de Artes Plásticas 2010.
 

Durante esta XIII Bienal de La Habana, del 12 de abril al 12 de mayo, varias provincias del país acogerán las propuestas de creadores cubanos y foráneos, y se favorecerá la interrelación de saberes y manifestaciones artísticas entre los propios artistas, y entre ellos y su entorno, cuando la premisa de esta cita es “Por la construcción de lo posible”.

Justamente, luego de 22 años, es reconfortante volver a encontrarnos con la instalación Taller de Reparaciones, que en 1997, como ahora, nos proponía una mirada compleja, abarcadora e instintiva de la ciudad. La obra de René Francisco Rodríguez, Premio Nacional de Artes Plásticas 2010, está ubicada en los predios del patio interior del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes y es un hilo conductor del momento creativo en el que se encuentra el artista.

“En 1997, la obra estuvo en La Cabaña, un poco encerrada, así que ahora tendrá una visibilidad mayor. El espectador puede verla desde afuera y desde dentro. Esta instalación me hace pensar que mi trabajo reciente ha sido cíclico. He vuelto a pasar revista y he retomado ideas. Me siento en ese momento conceptual de reciclar mi propio trabajo, repasarlo, darle luz. Cosas que se han quedado en el tiempo y que decidí sacarlas del olvido. Nadie hubiera podido hacerlo mejor que yo.

“La instalación tiene una frase: Reconstruir la ciudad cada 20 años, y de alguna manera la he reconstruido. Trabajé con herreros, plomeros, electricistas… varios oficios que contribuyeron a esta obra. El público puede abrir la puerta y entrar, ver que las luces se encienden y se apagan, apreciar detalles, sonidos de teléfonos, muebles, rejas… me complace volver a mostrarla. Como único cambio, tal vez, algunas modificaciones tecnológicas, porque lo que presenté en aquel momento ya no me funcionaba y recurrí ahora a mecanismos más sofisticados. Se ha oxidado un poco y eso viene bien.

“Esto es muy novedoso para muchas personas, aunque algunas ya la vieron hace 22 años. Es una obra que mantiene su vigencia, su actualidad. Los públicos en la Bienal cambian cada vez, y los que la reconozcan, de todos modos pueden encontrar algo nuevo. Las expectativas siempre son muy grandes cuando se trata de un evento como este, que de cierta manera ayuda a medir la temperatura del arte en Cuba, así que me siento a gusto con esta iniciativa”.

Deuda fue la exposición anterior en la galería La Acacia a fines del año pasado. Percibo puntos de contacto…

Aunque ya me habían propuesto para esta Bienal que retomara la obra Taller de Reparaciones, creo que Deuda influyó mucho en mí para ello. Deuda me encaminó hacia Taller de Reparaciones porque volví a encontrarme con mi obra. Estaba guardada fuera del estudio, es descomunal. Le han caído lunas, soles, lluvias, y reconstruir me ha parecido lo más novedoso. Ir hacia lo viejo, como dijo Borges. A veces lo más nuevo es lo más viejo. El olvido reconfigura todo.

Entonces Deuda fue el mejor título que encontré para mostrar ese trabajo acumulado, no presentado. La mayoría de las obras salieron de ese olvido al que las sometí, obras que hice en China o en Alemania y nunca las mostré aquí, fragmentos de obras, algunas que desarmé y no armé más. Deuda era lo que sentía yo con respecto a mí mismo. Desde 1988 hasta 2017, objetos, esculturas, videos… un paneo amplio en mi trabajo.

Había obras inconclusas que decidí terminarlas así, ya, aunque no lo pensé antes. Fue una toma de decisión sobre mi trabajo. Algunas tenían polvo y ni siquiera quise limpiarlas. Me agradó mucho hacer Deuda al final porque me desprendí de muchos prejuicios. El artista, a veces, tiene muchos prejuicios con el verdadero arte. El arte te da libertad, tienes que anular el prejuicio.

Su obra se nutre también de otras prácticas, de proyectos de inmersión social…

Sí, para mí ha sido vital. Mis experiencias en Perú, en Guatemala y en el Congo me han hecho crecer como persona y como profesional. Creo colectivos que se insertan en determinados contextos, previa investigación, y trato de diseccionar problemas fundamentales de los entornos sociales.

Por ejemplo, mi trabajo vinculado al Museo Fugaz del Callao, en Perú, fue muy osado. Es un barrio peligroso y pude conocer personas que han tenido vivencias personales y familiares muy fuertes. Estuve durante un año recolectando objetos de las casas del barrio y los coloqué en la fachada de un edificio. Desde una camiseta, tal vez de un adolescente que fue asesinado en un tiroteo, hasta una reliquia familiar, un búcaro antiguo, por ejemplo. Pasaron cosas muy bonitas con la gente, fue muy bueno.

La Bienal País, en Guatemala, fue un trabajo duro. Me invitaron a una actividad pedagógica y trabaje con estudiantes de varias disciplinas. Estuve con ellos en un hospital en Guatemala, y trabajamos con pacientes en estado terminal. Ellos donaban pertenencias, sabiendo que en cualquier momento morirían, y los estudiantes renovaban las obras. Se llamó Metiendo las manos en un cajón ajeno.

En el Congo fui invitado a un viaje de exploración y cuando visité el orfelinato tuve el interés de inmediato. El proyecto se llamó Ganamos todos. Trabajé con 34 niñas huérfanas. Lo que sucedió fue que en la primera noche me recibieron con cantos, y eso despertó en mí el deseo de verlas cantar en el agua, que no la conocían. Me las imagine así, y eso era algo nuevo para ellas. Busqué una piscina bella, quienes me invitaron asumieron esos gastos y otros artistas locales me acompañaron en ese performance que incluyó vestuario específico, clases de ballet para ellas y todo lo demás.

Las lleve al agua por primera vez. Fui ganándome su confianza poco a poco, dejé de ser ese intruso al que pueden temer. Se montó todo y quedó muy conceptual. Era como si estuvieran en el líquido amniótico, les regalé el despertar.

En octubre vuelvo, aun no sé si sigo el trabajo con ellas o empiezo un proyecto que también me motivó con los niños que trabajan en las minas. Esa es una realidad muy dura. Tengo otros proyectos en Perú, exposiciones en mi galería en Brasil y quiero hacer una muestra en diciembre aquí. Ya veremos”.

Lo inmediato, para conectarse nuevamente con el artista, es Taller de Reparaciones y algunas obras en la exposición HB. Exposición de Arte Cubano Contemporáneo, en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, la Galería Collage Habana y el Taller Ensemble.

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