¡Silencio! Ha muerto Adela. La tristeza toma el control; eso no puede suceder en la casa de Bernarda Alba. El duelo se convierte en luto estricto y las puertas de la vieja casona se vuelven a cerrar. Ese silencio rotundo da punto final a una nueva puesta en escena de la tragedia de Federico García Lorca que estrenó recientemente la compañía teatral CLAU en el Teatro Martí

La casa de Bernarda Alba expone un conflicto familiar, humano, atemporal y universal”.

¿Cómo representar de manera diferente un clásico de la literatura universal? Este fue uno de los mayores retos para el director de CLAU, Carlos Aguilar. Estaba consciente de que necesitaba desentrañar la obra y ramificarla más allá de conceptos gastados. “Tenía que hallar la metáfora total de lo que significaba y contenía ese texto”. Para él esta puesta en escena de casi dos horas es el “retrato” de una familia que pertenece a la burguesía terrateniente con tintes aristocráticos —una clase muerta— del propio pueblo de García Lorca. Yordanka Ariosa (Bernarda), Mayra Mazzora (Poncia), Chabely Díaz (Adela), Juannalise Ricardo (Martirio), Osmara López (Angustias), Sindy Rosario (Amelia) y Lissette de León (Magdalena) son parte del elenco.   

“Hacemos una lectura de la obra como tragedia, no como una pieza costumbrista. Para materializar esa intención tratamos de eliminar todo vestigio de gestos cotidianos en la escena. Utilizo un extrañamiento a través del estatismo de los cuerpos. Los personajes se asemejan más a muñecas inertes que a personas vivas. Esto le imprime a la obra un tono fantasmal, despojado de cotidianidad, donde se resaltan los rasgos de los personajes, y sus conflictos internos pasan a ser el motor de la historia”, explica el director teatral. Además, la manera de hablar es contenida, con un ritmo y acento especiales, y con una fuerza tal que parece que los personajes van a explotar en cualquier momento.

“Los personajes se asemejan más a muñecas inertes que a personas vivas”.

El violonchelo es una voz más dentro de la casa, el cual ofrece un carácter sonoro de profundidad, de notas bajas y de histrionismo en los actos de locura de los personajes. La musicalidad íntima del texto se logra mediante el empleo de melodías nítidas y de un ritmo muy próximo a ciertos palos del flamenco, cargados de contundencia y economía de gestos.

“La obra, las miradas, el gesto trágico y la tensión de los cuerpos se muestran en el silencio”.

Hay un diseño sonoro pregrabado, en el que se incluyen los sonidos del mar, tormentas, truenos, perros que ladran y los ecos fantasmagóricos de los espíritus que habitan la casa. Como elemento extra están los jadeos y respiraciones de los personajes en momentos de silencio; la asfixia, los caballos bravos. De hecho, el silencio es clave hasta en las pausas de los diálogos. Para Aguilar, y así lo plasma en la obra, las miradas, el gesto trágico y la tensión de los cuerpos se muestran en el silencio.

En esta lectura la criada es la antagonista, cuyo rol —aunque siempre planteado como personaje menor— es el punto de fuga de esa casa de sombras hacia la libertad. Esta es otra de las características de la pieza, la cual se presentará durante todos los fines de semana de febrero en el Centro Cultural Bertolt Brecht. 

“La escenografía es una metáfora del mundo interior de los personajes”.

En cuanto a la escenografía, Carlos Aguilar la concibió de manera que los personajes parecieran diminutos frente a los muros gigantes de la casa.   

Siempre soñé que las paredes tuvieran movilidad, aun desde el estatismo. Muros infranqueables, como una mazmorra de piedra. Imaginé también que esa familia vive bajo tierra, en el interior de un pozo; un pozo seco de aguas estancadas. No quisiera explicar mucho sobre el significado que subyace en nuestra escenografía, porque prefiero que el público saque sus propias imaginaciones, sus propias ideas. Basta decir que la escenografía es una metáfora del mundo interior de los personajes. Esa casa es un personaje más. Al mismo tiempo, los colores de las paredes recuerdan a mármoles agrietados, envejecidos, desgastados por el tiempo. He pensado siempre en la Grecia antigua. El trono de Bernarda es un trono/silla calcado de los tronos de los reyes griegos, así como los camisones blancos de corte griego.

El texto es redondo en su forma y ritmo; ello brinda una sucesión casi mágica en cada una de las escenas. El final, de tragedia, es el perfecto desenlace. La casa de Bernarda Alba expone un conflicto familiar, humano, atemporal y universal, de ahí su vigencia y su carácter de clásico del repertorio teatral mundial.

1