Como libreta de notas, como registro íntimo y diario de sus preocupaciones y elucubraciones poéticas, los Cuadernos de apuntes abundan en anotaciones que se constituyen en nítidos paratextos de sus libros publicados o conformados, dígase Ismaelillo, Versos sencillos y Polvo de alas de mariposa. La mayoría de estos fragmentos pertenecen al cuaderno dedicado a su hijo. Así en una curiosa viñeta sobre la obra A morte de D. Joao del portugués Abilio Guerra Junqueiro (1850-1923), que se recoge en el Cuaderno n. 6, Martí esboza el tema de la misma, que no es otro que uno de los que él retoma en su primer libro de poesía publicado:

De Guerra Junqueiro: se ha acercado a los abismos de la vida, se han cantado algunas historias espantosas, de esas q. parecen increíbles, y son inciertas; y reculo espantado. De aquí, de este honrado asombro, de esta poderosa rebelión de un alma clara contra el oculto crimen, de esta impresión inolvidable del mundo infame en el puro espíritu; de este choque de un alma juvenil, sincera, tierna, blanca, con ese fétido aire de pantano que exhalan los espíritus corrompidos, —nació el libro. —Es la lucha de un ángel contra los demonios de alas negras, ojos hambrientos que lo persiguen.[1] Al llegar al descanso, al quitarse las ropas del combate, escribió el libro. Es el reflejo del infierno en unos ojos puros. —Es el cuento del espantoso viaje. —Un verdadero viaje a través de los barrios de la vida. —Así está el libro impregnado de los hedores de la horrible noche, —y si de aquí se le oprime surge el camino nefando, y allá se le estrecha, surgen las fetideces y reactivos que envenenan la sangre de los seres corrompidos, y son como la sangre de esos viles rostros. Es un libro ingenuo. —No es la obra malsana. —Clamor de honrado espanto.[2]

Martí con su hijo José Francisco. Foto: Tomada de Internet

Se refleja, sin dudas, en sus logrados poemas “Tábanos Fieros” y “Musa Traviesa”, y de manera general en el espíritu que acompaña a todo el libro. Este hallazgo tiene como antecedente una investigación realizada por la autora sobre la recepción del libro[3] donde someto a estudio el ensayo de Carlos Ripoll “Apuntes sobre Ismaelillo”, publicado en 1982. [4] Allí aporto los siguientes argumentos:

Al año siguiente: 1982, Carlos Ripoll publica su ensayo “Apuntes sobre Ismaelillo”, donde, según sus propias palabras, los objetivos “se reducen a explorar algunos aspectos de Ismaelillo que no se habían aclarado o de los que se tiene una impresión equivocada”. El investigador cubano, residente en Estados Unidos, profundiza en las posibles fuentes de inspiración que sirvieron a Martí para concebir su poemario, así, para referirse al “espanto” del poeta y su conocimiento de las miserias humanas, cita un libro de Abilio Guerra Junqueiro: A morte de D. Joao, traducido por Pérez Bonalde, que nuestro escritor llegó a comentar. Reflexiona entonces:

La obra de Guerra Junqueiro presenta un cuadro desolador de miserias, de vicios y pasiones: Don Juan se enamora de una mujer a quien no se declara por timidez. Más tarde presencia una escena donde la mujer corrompida se entrega a otro en una sala de desorden con los cálices rotos por la ”deshecha bacanal”, y el fondo del vino en las copas después de la orgía, que luego aparece en “Tórtola blanca” (…) El segundo canto del libro de Guerra Junqueiro, “O Orfao”, trata de las desventuras de los huérfanos, pero opone la luz del amanecer a la desgracia de los niños en términos semejantes a los que servirán a Martí, particularmente en “Hijo del alma” y “Musa traviesa”.

Ripoll, situado en el camino de las genealogías, descubre en este curioso ensayo las lógicas apoyaturas textuales, ya no entre autores que le precedieron, sino en los que le fueron coetáneos.[5]

Imbuido del espanto que recorre a aquella obra y del suyo propio, Martí se entrega a un fecundo proceso creativo, del que nos sigue dando cuenta en los Cuadernos de apuntes, así en un fragmento confiesa cómo se concibió dicho libro, la lucha inevitable entre lo mental y lo emotivo —con el peso lógico que él reconoce a lo primero en su caso— lo consciente y lo intuitivo, y su percepción de lo nuevo, de lo extraño de estos versos:

Sucedió a poco que afligido mi espíritu por dolores más graves que los que corrientemente lo aquejan, – y como extinguida temporalmente aquella luz de esperanza a la que yo había escrito mis primeros versos, las ideas sobre mi hijo salían de mis labios en versos graves, de otro género distinto, [6]acordes a la situación de mi espíritu, mas no en acuerdo con la necesidad artística que, por haber tomado diversas ideas semejante forma, pensé dar a la obrilla —si la luz de esperanza no se hubiera de reencender, quedaría así la obra, sin que yo la desfigurase ni falsificase, terminando con [frívolo] [7] entretenimiento del cerebro lo que habían sido purísimas expansiones de mi amor. —Porque a esto tengo jurado guerra a muerte: a la poesía cerebral.[8]

“Martí se entrega a un fecundo proceso creativo, del que nos sigue dando cuenta en los Cuadernos de apuntes”.

Este breve apunte, como es evidente, además de constituirse en paratexto de Ismaelillo[9] viene a conformar parte de su doctrina poética y es uno de los fundamentos prácticos de su idea del verso como fruto, cetro y superación del dolor.[10] Otras veces estos fragmentos, relacionados con la concepción del poemario, son como puentes introductorios, como transiciones que le permiten la llegada a él y lo sumergen en la atmósfera que crea:

Sus risas suenan dentro de mi pecho y acarician mi corazón —serpean por él— dejando tras sí licores suaves. —Quedo dulcemente conmovido después de haberlo oído reír.[11]

O dudas y diálogos consigo mismo acerca de la utilización de una imagen, pensando en las posibles interpretaciones que darían los lectores del mañana:

En cuanto a antigüedades

Hay cosas curiosas —¡cuántas veces se toma una metáfora de poeta en un sentido estricto, por un ser vivo! —Por ejemplo— juzgado luego— mi Rey Amarillo. —Entonces dirían los anticuarios: “Adoraban los hombres en aquel tiempo a un rey amarillo—.[12]

Esta misma idea la retoma en otro apunte, pero ahora nos brinda lo que parece ser el antetexto de algunas breves e intensas frases del prólogo a Ismaelillo. Compárese si no

Prólogo a Ismaelillo

“Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte.” [13]

Portada de Ismaelillo. Foto: Tomada de Internet

Cuaderno de apuntes

Al calor de mi amor ¡qué variedad de formas toma este hijo mío ¡A su belleza natural! ¡cuánto no añade la enamorada fantasía! —Ni una sola de las imágenes de este pequeño libro ha dejado de ser vista por mis ojos, con sus formas, proporciones y esto antes de venir en forma de versos a los labios.—

Y cuando la imagen se ha desvanecido, allí he escrito el último verso donde se desvanecía, extinguido el fuego, la impresión. —Deslealtad de poeta, villanía de padre hubiera sido lo contrario. —Por eso amo este libro: porque ese pequeñuelo suelto entre las páginas, ora triste, ora risueño, ora travieso, esa sencilla criatura, a quien yo hago, con la potencia de mi amor, rey mío, mago mío, caballero mío, —ha pasado realmente ante mis ojos, alado, relampagueante, bullicioso, como yo lo pinto. —Si he visto a un niño bello, cubierto apenas por ligerísima camisa, sentado en alto poyo, batiendo al aire sus dos pies rosados —me he dicho: así, como ese niño a los que de abajo le ven, se asoma él a mi alma —y he escrito “Mago”. —Si lo imaginaba rey en un trono, húmedo y fluido como un trono q. reluciere Galatea, y a su presencia, como homenaje a mi monarca y dueño lo llevaba, a modo de cazador su jauría, mis pasiones embridadas —esta idea de reyecía, aleteando sobre mi alma enamorada, —hacía nacer esa sencillez que acaba gravemente, porque así van gravedad y sencillez aparejadas en mi alma —Rey amarillo.[14]

La majestad del niño rubio queda resumida en esta última imagen que con creces antes ya había explicado. Todo el fragmento es una prueba de la autenticidad de la expresión, con énfasis en la lucha entre el carácter mental de la poesía y el carácter visionario que le imprime Martí. Se recoge también en estos cuadernos la dedicatoria a Charles Dana, escrita por Martí en un ejemplar del poemario,[15] donde nos confiesa que este libro es “la novela de sus amores con su hijo”, cansado de leer tanta novela de amor con mujeres, en lo que expresa su desconfianza hacia el género y su necesidad de crear algo inédito en el campo no sólo poético sino literario.

Ismaelillo es la novela de los amores de Martí con su hijo.

También aparece en el cuaderno una de las versiones del prólogo al poemario publicado en 1882, que sospechamos es la primera:

Hijo. –
Espantado de todo, me refugio en ti. // Tengo fe en el mejoramiento humano; en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti. // Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, dile que te amo demasiado para profanarte así. —Tal como aquí te pinto: —Tal te han visto mis ojos. Esos riachuelos han pasado por mi corazón.[16]

De esta versión ha dicho Ana María Álvarez Sintes que el texto está ágilmente escrito y sólo ostenta dos tachaduras. A continuación de “Si alguien” aparece suprimido “di”, con toda seguridad porque Martí iba a escribir “dice”, pero prefiere precisar el destinatario, suprime e inserta “te”, por lo tanto, se lee “te dice” y con ello logra el giro exacto que necesitaba la expresión. De manera semejante, después de “estas páginas”, está tachado “qu”, probablemente porque el creador pretendía apuntar “que”, pero observa que sería demasiado reiterativo el uso de ese término y lo elimina.

La confrontación de originales (la versión del C.A y la del cuaderno manuscrito del poemario) con la edición del 82 permite reconstruir el proceso de selección realizado por el escritor al confeccionar el prólogo del Ismaelillo. Evidentemente Martí, que en varias ocasiones expresó su afán de utilizar tan sólo las palabras necesarias a la idea, incorporó dos oraciones en su última versión: “Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte”. Con estas frases, cuyos ecos pueden escucharse en la cita latina que engarza la poesía con la pintura (Ut pictura poiesis – Hor) ”La poesía es como la pintura” del C. A 7, p. 216 […] el poeta, en apretada síntesis, aunque sin omitir nada decisivo, recrea los dos principios que había anotado en distintos momentos del cuaderno (“Pasa en poesía como en pintura: se debe copiar del natural, y no hacer las figuras de memoria”; y cerca del manuscrito de “Mi despensero”: “Primero, tiendo los rieles, y luego— echo a andar la máquina —Necesito ver antes lo que he de escribir.— // Me creo, estudio, reconstruyo en mí los colores y el aspecto de lo que tengo que pintar”.[17]

Tomado del sitio de la Uneac


Notas:

[1] El subrayado es mío. (C.A).

[2] José Martí. Ob. Cit. T. 21, C.A: 6, pp. 184-185.

[3] Ver Caridad Atencio. “La saga crítica de Ismaelillo”, p. 30

[4] Carlos Ripoll. “Apuntes sobre Ismaelillo” en Separata de la Revista Homines, Revista de Ciencia Sociales de Puerto Rico, V. 6, N. 2, julio 1982-enero 1983.

[5] Caridad Atencio. “La saga crítica de Ismaelillo”, p. 30

[6] El énfasis es mío. (C. A)

[7] Obras Completas la da como palabra ininteligible.

[8] En el importantísimo libro José Martí, Esquema ideológico de Manuel Pedro González e Iván Schulman este apunte forma parte del acápite dedicado a la “Teoría y Expresión Literaria de José Martí.” Antes de ser citado, sus autores ubican la siguiente nota: “El párrafo que sigue es una especie de escolio que Martí puso al Ismaelillo —un comentario o explicación que a sí mismo se da. Es una de las centenares de notas de sumo interés que dejó apuntadas en muchos cuadernos manuscritos.” P. 165. Editorial Cultura T.G. S. A., México, D: F, 1961.

[9] El deseo sempiterno de los padres de que los hijos tengan mejores vidas de las que ellos han merecido se proclama en este otro fragmento o paratexto que tiene como curiosidad lo abierto de su apelación, lo expreso de su destino: “Porque es necesario que ese hijo mío, sobre todas las cosas de la tierra, y a la par de las del cielo, y ¡sobre las del cielo!, amado; —ese hijo mío a quien no hemos de llamar José sino Ismael— no sufra lo que yo he sufrido— ( Pa. Ismaelillo)”. José Martí. Obras Completas, T. 21, C. A. 7, p. 216.

[10] Al tema del dolor dentro de los Cuadernos de apuntes le dedicaremos un acápite. Solo deseamos apuntar ahora que algunos de los aspectos que en él trataremos están íntimamente relacionados con otros asuntos que estudio, como pueden ser los elementos de poética o propiamente los paratextos. Un mismo fragmento puede hacer gala de todos ellos.

[11] Ob. Cit. C.A. 7, p. 219. Aunque OC. publica “haberla oído reír” estimo que es “haberlo oído reír” después de consultar el manuscrito. El editor se confundió por lo continuado de los rasgos. Martí puede dar rienda suelta también a sus efusiones emotivas y mostrarnos parte de la imaginería que después emergerá en el libro, sin sustraerse de la comunión con la naturaleza, base de lo analógico: “Pequeñuelo ¡vamos! —Toma esta y aquella parte de tu vestido: ríe, huye, escóndete, abandónate: cíñete tus rizos, el terciopelo azul, el encaje. —Vamos a vaciar, con luz de tarde, nuestra alma en la de la naturaleza.”. Ob. Cit. C.A 7, p. 223. Un curioso poema en elaboración en este propio C. A. 7, de donde provienen la mayoría de paratextos vinculados al Ismaelillo, exhibe sus mismos motivos, las búsquedas alrededor de los mismos atributos y símbolos— que toma prestados de la imagen o metáfora del niño amor de las Anacreónticas?—, un tono casi igual:

¡Amor! ¡Oh, sí, tú eres! –
Tú quien de noche

Cuando duermo me prestas
Alas veloces,
Y haces danzar a mis cansados ojos.
¡Amor! No hay compañero
Más lisonjero.
¡Amor! Si me parece que lo veo,
Cuando a dormir se acuesta la cansada
Bestia, – reír con aire de recreo,
Suelta la cabellera áurea, rizada
Del aire melancólico al deseo,
Y mi sueño vela, la espalda alada
De luz brillante al centelleo,
Y de codos, ¡Oh niño en la almohada
Y ríe y empuja. –
Pero a este amor traicionero
Lo he despedido
Lo he visto a la luz clara
Y le he
Y en sus inquietos ojos
A veces miro –
Negros, negros relámpagos,
Rayos rojizos; –
Yo tengo ahora
Otro niño, niño: –

Ob. Cit, p. 227 – 228

[12] José Martí. Ob. Cit. C.A. 7, p. 220.

[13] José Martí. Poesía Completa, Edición Crítica, Editorial Letras Cubanas, CEM, 1985, La Habana, T. I, p. 16.

[14] El énfasis es mío. C.A. José Martí. Obras Completas, T. 21, C. A. 7, p. 221. Este fragmento recogido como parte de su “Doctrina Poética” en el libro José Martí. Esquema Ideológico aparece acompañado de la siguiente nota: “He aquí otra lúcida acotación al Ismaelillo, también inédita hasta 1945. Martí monologa consigo mismo. No es al lector a quien se dirige, puesto que esto no se escribió para ser publicado. No sería extraño que soliloquiara en voz alta mientras escribía estas reflexiones. Esta exégesis de sus propios versos tiene gran importancia para conocer su doctrina poética.” p. 166.

[15] José Martí. Obras Completas, T. 21, C. A. 9, p. 253.

[16] Incluida por Martí en C. A 6, pero Gonzalo de Quesada no la publica en el tomo 21 de las Obras Completas de Martí.

[17] Ana María Álvarez Sintes. “Un acercamiento a la intimidad creadora de Ismaelillo.” Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 25, La Habana, 2002, pp. 67, 69 y 71.