Rudy Mora: “Prefiero correr riesgos”

Mayra García Cardentey
7/7/2016
Fotos: Cortesía del ICAIC

Rudy Mora es un hombre-cine. Sí, porque lo de hombre-orquesta, aunque se presta el concepto, no le define literalmente en su quehacer audiovisual. Es un hombre-cine porque lo mismo edita que produce o dirige. Él lo confiesa: “en los últimos años me he convertido en productor-gestor de casi todos mis proyectos”.

Su versatilidad le distingue tanto en la televisión como en el séptimo arte. Con similar maestría filma una película conceptualmente interesante que propone un video intimista como Amigos, de Ángel Bonne.

Parecen crédito suficiente los más de 350 videoclips realizados, muchos de ellos con la coautoría de Orlando Cruzata; las populares series Diana, Doble juego y La otra cara; así como sus dos películas Y sin embargo y Leontina.

Como todos los directores tiene su propio librito: no le gusta hacer casting, apuesta por todas las especialidades aunque siente mayor afinidad con la edición, elije caminar por la cuerda floja de propuestas conceptualmente diferentes antes que optar por la complacencia audiovisual. “Prefiero correr riesgos”, asegura. 

¿Cómo surge el argumento de Leontina?

Recuerdo que en un encuentro de trabajo surgieron las primeras ideas y, posteriormente, fueron creciendo con la colaboración de Cary Cruz. En un inicio, se pretendió rodar en Venezuela bajo el auspicio de la Villa del Cine, institución recién creada por aquellos días; y también con el apoyo de los Ministerios de Cultura de ambos países. En un recorrido por la Gran Sabana, lugar esplendoroso e inmenso de Venezuela, sentí más clara la historia y recibí el impulso que necesitaba. Queríamos que participaran niños y actores de países latinoamericanos; para ello realicé varios viajes a Caracas buscando locaciones y trabajando en la pre-filmación. Pero, por cuestiones de presupuestos, esta idea inicial no se concretó. Tiempo después, Abel Prieto me sugirió preparar el guion para filmarlo en La Habana.

Días antes de la premier, usted explicó sobre la sinopsis: “Recreé esta historia de ficción para acercar al espectador a un mundo de fantasías donde la comunicación actúa como un factor intermediario entre las personas, a pesar de la existencia de varios idiomas”. ¿Por qué la comunicación como concepto?

Creo importante hablar de esto en tiempos donde la tecnología acentúa la individualidad, sobre todo en los más jóvenes. No deja de asombrarme cómo los niños, a pocos minutos de  conocerse, se convierten en grandes amigos cuando ni siquiera hablan el mismo idioma. Sin embargo, los adultos convivimos con demasiados recelos, limitamos la libertad espiritual y somos más rígidos. Confío en que la capacidad de dialogar y comunicarse siempre es la puerta de salida ante dificultades e incomprensiones.

A pesar del interesante argumento y de la relativamente rápida filmación, Leontina llevó un tiempo considerable de posproducción. ¿Por qué la dilación?

Fue un proceso complicado por el volumen de trabajo y por no existir todas las condiciones que garantizaran un mejor flujo y permitieran cumplir con los tiempos acordados. Se trabajó en 180 planos aproximadamente del filme, y cada uno tuvo características y procedimientos diferentes. El resultado debía estar cubierto de la mayor sutileza posible.

Como usted mismo ha explicado la posproducción de Leontina fue compleja, y se ve en pantalla. ¿Qué valor protagónico le brinda en sus obras a la música, la edición y la fotografía?

En el audiovisual cada aspecto, especialidad o herramienta es determinante; las que mencionas y también otras como la dirección de arte, la de actores, la puesta en escena… a todas les dedico el mismo tiempo e intensidad. Pero comencé en el audiovisual como editor, aún lo sigo siendo, y puede que en algún momento se haga demasiado evidente. Intenté la artisticidad uniendo planos hasta que los pensé desde una idea para luego filmarlos según mi cosmovisión; y eso —es decir, dirigir—, me interesó mucho. También quise estudiar música, practiqué algo de percusión y los más de 15 años haciendo videoclips me han dejado huellas, una de ellas es la necesidad de componer realidades a través de la visualidad.

La película cuenta con un “elenco de lujo”: Corina Mestre, Blanca Rosa Blanco, Fernando Echeverría, Hilario Peña… ¿Cómo fue el proceso de selección?

No me gustan los casting, prefiero descubrir a mis posibles actores y actrices por sus desempeños, que sigo en cualquiera de los medios; sea un profesional consagrado, un egresado del ISA o un aficionado. Intento imaginar en rostros y cuerpos a cada personaje y prefiero hacer pruebas de reafirmación sin establecer compromisos. Una buena parte del elenco repite en mis obras, es el caso de Fernando, Blanca Rosa, Corina, Hilario, Samuel, Alí y Frank; con ellos tengo excelente comunicación y siento respeto por su trabajo. De otros actores presentes en la película conozco su trayectoria, estaba seguro de que los necesitaba y quise invitar a figuras de la Cultura que por la imagen también complementaran. Desearía tener la posibilidad de asistir a puestas teatrales en el interior de Cuba, estoy convencido de que existe calidad en todo el país y que aún no está reconocida.

En ese sentido, para mantener la fidelidad con la cinta buscó a una niña haitiana, una nativa que hablara fluidamente creole y francés. ¿Cuán complejo fue el trabajo con la niña? Usted pudo buscar a un niño cubano que aprendiera estos idiomas, pero ¿cuánto debe respetar un realizador las características de los personajes y su obra, de manera que le permita mostrar la realidad más fidedigna?

Se necesitaba de un niño negro caribeño que no hablara español; por los rasgos físicos comunes en nuestra área geográfica, perfectamente se hubiera encontrado en Cuba y, con la ayuda de un especialista, se le hubiera enseñado la pronunciación del francés y creole. Pero resultaba determinante la verosimilitud, por lo que decidimos salir a buscarlo. Cuando fui a Haití, gracias al apoyo de la Embajada Cubana en Puerto Príncipe, logramos hacer un casting y encontrar a la niña de siete años Altagracia Naureen. Por el poco tiempo entre la selección, los trámites consulares y el rodaje, fue intenso el trabajo para lograr la adaptación y preparación de la pequeña. En este aspecto, agradezco los esfuerzos a Enma Robaina, mi eterna directora asistente.

Ya es su segunda película para y con niños. ¿Cuán gratificante y arduo es el trabajo con los pequeños?

Es sumamente difícil hacer que un niño se divierta con lo que hace, entienda hasta dónde le son posibles las situaciones de la historia y la viva con la mayor intensidad y organicidad posibles. Para eso hay que hacer uso de todos los artilugios y olvidar las técnicas y métodos. Por otra parte, se disfruta del resultado cuando lo consigues.

En este análisis, usted ha dicho que no hace películas infantiles o para niños. Sencillamente hace películas, que pueden ser útiles para todas las edades. ¿Pudiera ahondar en esta idea?

En mis dos primeros proyectos para el cine no he querido perder la posibilidad de dirigirme a varios públicos, por ello he manejado varios niveles en la historia buscando que existan diferentes lecturas. Me gustaría que cada espectador, sin importar la edad, encuentre su propio relato. Sin lugar a dudas este propósito conlleva más riesgos.

En cierta ocasión expresó estar “un poco sobresaturado de la realidad cubana vista desde la propia realidad”. Por eso sus dos filmes no tienen marcos referenciales. ¿Por qué apela a ello? ¿Qué le aporta?

En primer lugar, por la posibilidad de imaginar creando mis propios ambientes; también representa un desafío mayor al no tener referencias exactas de épocas, todo depende de mi cosmovisión y de la de los creadores que participan. En tercer lugar, porque que es posible dialogar con cualquier espectador, de cualquier lugar del mundo y desde cualquier contexto.

En sus entregas cinematográficas acude a un mundo de riquezas simbólicas y de profundas alegorías. ¿Por qué prefiere estos modos?

Es una manera de expresarme como cualquier otra, me gusta decir desde aristas diferentes, trato de aprovechar todas las opciones posibles, nunca apuesto por la simple complacencia y creo en la capacidad de interpretación según la información y los residuales culturales de cada espectador.  

Pero lleva otros riesgos. Adaptado el público cubano a un lenguaje audiovisual homogéneo y comercial que transmiten las grandes productoras mundiales. ¿Cuán difícil es para los cineastas producir, comercializar y calar en ese público, desde propuestas más conceptuales y simbólicas?

Realmente es muy difícil, diría que muy parecido a caminar por una cuerda extendida y a cierta altura. Pretender contar una historia, tomando otros caminos que no incluyen las fórmulas más reconocidas y asumidas de un tipo de producto “más-menos único”, tiene desventajas; pero aun así preferí correr el riesgo. El medio es propicio, el país (Cuba) donde se produce también, y existe la posibilidad de que la película encuentre su público ideal. Sin embargo, no sucede lo mismo en la televisión, ni en la cubana ni en la de ningún lugar. En este medio he desarrollado buena parte de mi trabajo en la ficción y es casi una condición estar “pegado a la tierra”.

No obstante, ha insistido en el difícil mecanismo de producción cinematográfica en Cuba, e implementa un diseño que le permite combinar recursos institucionales con opciones económicas emergentes. ¿Cómo lo logra?

Con mucho esfuerzo y horas dedicadas al empeño, buscando opciones productivas, rompiendo barreras, convenciendo a muchas personas que ocupan cargos y deciden si tu proyecto nace o se hunde, en Cuba o en el exterior. En estos años de trabajo he desarrollado (igual que muchos otros directores), una dualidad profesional sin habérmelo propuesto: me he convertido en productor-gestor de casi todos mis proyectos y de eso estoy orgulloso, aunque siento el cansancio. Acabo de salir de una larga partida con la producción de Leontina y ya estoy buscando padres y madres para mi nuevo proyecto”.  

Después de tener diversas incursiones en videoclips, incluido el sensible y original Amigos, de Ángel Bonne, muchos nos quedamos con ganas de otros audiovisuales de este tipo. ¿Otros proyectos? ¿Cuánto le aporta este tipo de creación audiovisual?

Afortunadamente los más de 350 videoclips que he realizado, casi todos junto a Orlando Cruzata, me han servido para ganar el oficio del medio, la capacidad organizativa de la producción y “ensayar”´ lenguajes y propuestas. Me mantiene activo durante los períodos de gestación de cada proyecto cinematográfico, que suelen tardarse por las razones que antes expuse. Sigo haciendo videoclips: acabo de concluir otro material con Ángel Bonne, con la orquesta Aragón, y con un grupo de jóvenes que hacen su trabajo musical basado en la percusión, en este caso un DVD documental. Recientemente se trasmitió otro DVD-concierto dedicado al Maestro Sergio Vitier. Además, trabajo en la posproducción de un documental sobre el grupo folclórico Camagua, de Camagüey, y estoy preparando un videoclip con el grupo Klimax.

Adelantó en una entrevista previa que trabaja el guion del serial Primera clase. ¿Cuál es la trama?

Conflictos, sueños e intereses de todos los habitantes de un edificio que tienen un punto en común: son cuentapropistas.

En este apartado, usted ha sido conocido por la realización de diferentes series de televisión como Diana, Doble juego y La otra cara. Pero lleva varios años sin trabajar en la televisión. ¿Por qué la ausencia?

Por incompatibilidad con los mecanismos de producción existentes, los cuales no me permiten realizar los proyectos que me interesan. De la manera en que se produce hoy en la Televisión Cubana (TVC), sin contemplar la ausencia de recursos elementales, resulta imposible conseguir una determinada factura audiovisual más o menos coherente con la visualidad contemporánea y teniendo en cuenta las referencias que poseen los públicos. La institución RTV Comercial, que forma parte de la TVC, pero que no trabaja bajo los mismos preceptos, está imponiendo nuevos métodos de trabajo y ya posee resultados concretos. Con ellos es posible que tome vida mi próxima serie.

La próxima película que pretende realizar Gris, se aleja de su trabajo con y para niños. ¿Por qué el cambio? ¿Qué propone  este filme?

Cambiar, o mejor dicho, no encasillarte en una sola manera de decir sobre temas parecidos, forma parte de la propia naturaleza de la creación y tiene que ver con los intereses artísticos que son siempre cambiantes. Las historias crean sus propios caminos, aunque te hagan girar 180 grados. Gris cuenta el recorrido de un hombre que trata de recuperarse y seguir después de una gran caída emocional, material y sicológica. Es un argumento sustentado por testimonios de varias personas que decidieron contarme sus historias, el contexto es totalmente contemporáneo.