Se baila aquí: The Cubans Crusiers

Emir García Meralla
10/5/2019

El año 1979 no pararía de dar gratas sorpresas al mundo musical cubano. Si en el mes de julio se presentaban, tras 20 años de ausencia en los Estados Unidos, músicos cubanos residentes en la Isla; ahora se anunciaba que el grupo Irakere estaba nominado a los premios GRAMMY, por su disco titulado Irakere. El fonograma en cuestión (un LD) —eran los años felices de los discos de vinilo y el sonido analógico aún era propiedad de muchos— originalmente había sido producido por la EGREM; se considera como la primera licencia fonográfica emitida en función de una empresa del rubro de ese país después de 1959. Ambos acontecimientos ocurren en el territorio de la unión americana, en la ciudad de New York.

Irakere. Foto: Internet
 

Ciertamente en el año 1979, en Cuba se hablaba y se sabía poco del evento de la música norteamericana de los premios GRAMMY. La globalización era solo una idea que parecía cosa de gente trasnochada; por lo que para muchos la nominación de la banda cubana para este acontecimiento no tuvo la relevancia que después descubrieron.

El disco de Irakere había sido un éxito a nivel de público y de músicos desde su salida en USA bajo la etiqueta o marca de Columbia CBS. Los cubanos estaban innovando y alimentando el jazz, sobre todo el afrocubano, que para ese entonces entraba en lo que se definió como jazz latino. Por tanto, su nominación no sorprendió a los ejecutivos de esta multinacional de la música.

Alentados por el éxito generado por la placa, los ejecutivos de la empresa se embarcan en una aventura musical de alto nivel. Organizaron una selección de estrellas de su catálogo y proponen a su contraparte cubana, hacer un encuentro en un teatro habanero por dos días; como colofón realizar dos o tres discos y una película. Y junto con los músicos norteños CBS sumó como socio a la Fania —el sello de música latina más famoso en ese entonces en los Estados Unidos—causante también del fenómeno salsa, sonido que identificaba a la comunidad latina en ese momento y su influencia ya se extendía no solo al mediterráneo caribeño sino que alcanzaba a Europa y determinadas zonas de África.

Se podría decir que una selección de los mejores, más populares e importantes músicos de la Costa Este, en ese momento, llegaría a La Habana ese jueves 1ro. de marzo de 1979.

De todos ellos había solo un músico que había estado esperando este día por más de 30 años y era el trompetista Dizzie Gillespie. Visitar la tierra donde naciera su “hermano Chano”, hombre que le presentara el trompetista cubano Mario Bauza, y con quien lograría un retorno del jazz a sus raíces africanas.

Los conciertos debían ocurrir los días 3 y 4 de marzo y el escenario escogido sería el teatro Karl Marx con sus cinco mil cien lunetas. Dicen que el día 3, sábado en la mañana, Gillespie logró cruzar por vez primera las puertas del solar El África en el barrio de Cayo Hueso. Escuchó el sonido de los tambores ceremoniales que habían consagrado a Chano, todos sus familiares y ecobios estaban presentes y los Íremes removieron la tierra para bendecir los conciertos.

Mientras esto ocurría en la calle Zanja; tres de los músicos de la Fania llegaban al poblado de Regla: uno para conocer el lugar donde nació su madre; otro para rendir tributo a la Virgen de esa localidad, y el tercero les acompañaba, mientras disfrutaba de una ciudad a la que hacían referencia los grandes músicos latinos de New York. Sus nombres eran Rubén Blades, Justo Betancourt y Willie Colón.

Esa misma noche del 3 de marzo a las nueve de la noche comenzaba a escribirse una interesante página en la historia musical cubana de los años ochenta.