Selección de poesía dedicada a Fidel

La Jiribilla
10/8/2016

¡Ordene, Comandante en Jefe!

Antonio Guerrero Rodríguez

A usted, fiel combatiente que incendió
la aurora decisiva de la independencia
con el esfuerzo de sus nobles entrañas.

A usted, conductor incansable que ha guiado
la ruta de la historia por el honor,
la hermandad, la sólida esperanza.

A usted, invicto soldado que cabalga
sin miedo hacia el sol de la muerte
enfrentando al más brutal imperio.

A usted, que viene y va entre verdades
y lleva en sus manos un corazón gigante
ofreciéndolo con altruismo al mundo.

A usted,
que es pueblo en el pueblo,
que es tierra en la tierra,
que es justicia ante el podio,
que es paz ante la guerra,
le decimos:

¡Fidel, nuestra bandera socialista
jamás se caerá de nuestras manos!
¡Ordene, Comandante en Jefe!
díganos cuál batalla librar
nuestra victoria será inevitable.

(2006)

Canto a Fidel

Carilda Oliver Labra

No voy a nombrar a Oriente,
no voy a nombrar la Sierra,
no voy a nombrar la guerra
–penosa luz diferente–,
no voy a nombrar la frente,
la frente sin un cordel,
la frente para el laurel,
la frente de plomo y uva:
voy a nombrar toda Cuba:
voy a nombrar a Fidel.

Ése que para en la tierra
aunque la luna lo hinca,
ese de sangre que brinca
y esperanza que se aferra;
ese clavel en la guerra,
ese que en valor se baña,
ese que allá en la montaña
es un tigre repetido
y dondequiera ha crecido
como si fuese de caña.

Ese Fidel insurrecto
respetado por las piñas,
novio de todas las niñas
que tienen el sueño recto.
Ese Fidel –sol directo
sobre el café y las palmeras–;
ese Fidel con ojeras
vigilante en el Turquino
como un ciclón repentino,
como un montón de banderas.

Por su insomnio y sus pesares
por su puño que no veis,
por su amor al veintiséis,
por todos sus malestares,
por su paso entre espinares
de tarde y de madrugada,
por la sangre del Moncada
y por la lágrima aquella
que habrá dejado una estrella
en su pupila guardada.

Por el botón sin coser
que le falta sobre el pecho,
por su barba, por su lecho
sin sábana ni mujer
y hasta por su amanecer
con gallos tibios de horror
yo empuño también mi honor
y le sigo a la batalla
en este verso que estalla
como granada de amor.

Gracias por ser de verdad,
gracias por hacernos hombres,
gracias por cuidar los nombres
que tiene la libertad.

Gracias por tu dignidad,
gracias por tu rifle fiel,
por tu pluma y tu papel,
por tu ingle de varón.
Gracias por tu corazón.
Gracias por todo, Fidel. 

(marzo de 1957)

Canto a Fidel Castro

Ernesto Che Guevara

Vámonos,
ardiente profeta de la aurora,
por recónditos senderos inalámbricos,
a liberar el verde caimán que tanto amas.
Vámonos.
Derrotando afrentas con la frente

–Plena  de martianas estrellas insurrectas–
juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.
Cuando suene el primer disparo y se despierte,
en virginal asombro, la manigua entera,
allí a tu lado, serenos combatientes,
nos tendrás.

Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos:
Reforma Agraria, justicia, pan, libertad,
allí a tu lado, con idénticos acentos,
nos tendrás.

Y cuando se llegue al final de la jornada
(la sanitaria operación contra el tirano),
allí a tu lado, aguardando la postrer batalla,
nos tendrás.

El día que la fiera se lama el flanco herido
donde el dardo nacionalizador le dé,
allí a tu lado, con el corazón altivo,
nos tendrás.

(No pienses que puedan menguar nuestra entereza
las decoradas pulgas armadas de regalos;
perdimos un fusil, sus balas y una peña.
Nada más).

Y si en nuestro camino se interpone el hierro,
pedimos un sudario de cubanas lágrimas
para que se cubran los guerrilleros huesos
en el tránsito a la historia americana.
Nada más.

Canto a Fidel Castro

Pura del Prado

No sé cómo creciste, pero tomaste espuma,
nata de mar, almendra de mañana guajira,
te fue saliendo un gesto de montaña, de puma
arisco a la maldad, de yunque de ira.

Palmas al sol, campiñas y montes orientales,
te hicieron puro y claro como el agua  encendida.
Tienes no sé qué cosa de ceiba y maniguales
donde la catarata suena a limpio y a vida.

Tienes hasta las uñas de varón y hasta el trueno
sobre la árida tierra se parece a tu hombría.
Ya nos cambias los gustos hasta en el pan moreno
porque todas las cosas saben a tu hidalguía.

Eres un hombre como los demás,
joven, buen mozo, saludable y fuerte.
La tierra hará tranquila un poco más
de abonos y rosales con tu muerte.

El cielo te conoce enamorado
te ha visto padre como tantos otros,
y sabe el salto al fuego que tú has dado
para sacrificarte  por nosotros.

Porque fuiste cruzando como un tren
por paisajes de lacras y pobreza, 
bajaste a pelear en un andén
y se volvió heroísmo tu tristeza.

Canto a ti, a tus muchachos aradores del aire
con la profunda  reja del fusil y la llama,
ejército sin bozo que alza el grito de Baire
hasta desde sus verdes ataúdes de grama.
Mañana lloraremos los muertos juveniles
y cantando los himnos construiremos el día.
La  paz, el pan, la dicha, saldrán de los fusiles
que en las montañas cantan fuegos de rebeldía.

I
Viste un pueblo desolado
una caña  de amargura,
como de mujer impura
el patrio vientre manchado,
te indignó de lado a lado
su mejilla de dolor,
de frente a su abusador
tú encendiste nuestra guerra
con campesinos sin  tierra
de la región del honor.

 

II

Veo en ti como crecer
lo que se quedaba enano,
con un gesto de tu mano
nos das el amanecer.
Por quererte hay que querer
todos los muertos de luz
que subieron a la cruz
del sacrificio por Cuba
y subir adonde suba
tu romántico arcabuz.

 

III

Va la justicia por ti
abierta de par en par,
y nos vino por el mar
en tu yate de mambí
un recado de Martí,
terreno para el montuno,
opresión para ninguno
y libertad para todos,
decencia hasta por los codos
y castigo para uno.

IV

En la fila de ladrones
tú no has formado jamás,
ni Atila ni Barrabás
usaron tus pantalones.
Ni te compran los doblones
ni tienes un mal pasado,
un pueblo  desalentado
se esperanza en que eres puro.
De ti depende el futuro
de nuestra fe, ten cuidado.

V

No son males de apariencia,
sino gangrenas de fondo
las que duelen en lo hondo
como un pus de la decencia.
No se trata de impaciencia
por derribar un bribón,
te quiero como un ciclón
que nos limpie totalmente
de bandoleros la frente,
de abusos al corazón.

 

VI

Creo en ti, en tu valentía,
que es la del pueblo cubano,
creo en la casa de guano
que te abre su portería,
creo en la alta serranía
que te esconde protectora,
creo en el día y la hora
en que alzarás un Turquino
por siempre en nuestro destino
con tu idea triunfadora.

VII

Me gusta verte soñando,
rodeado de aguas salobres,
en el triunfo de los pobres
y el fin del hasta cuándo.
Me gusta saber que andando
el tiempo tú subirás
y no te corromperás
porque crecerán tus hombros
no para llevar escombros
sino el amor de los más.

 

VIII

Eres bueno, y como tal
te duele matar soldados
y los quieres conquistados
para tu limpio ideal.
Como un puñado de sal
le das sabor al decoro,
tengo muertos que no lloro
pues cayeron por tu sueño
de elevar este pequeño
rebaño inclinado al oro.

Te amo en el pueblo, Fidel,
pensar en ti me ilumina,
eres un sol en la esquina
con tu foto en el papel.
Y se me vuelve de miel
el periódico contigo
porque eres un haz de trigo
que brilla entre tanta sombra.
Se enriquece  si te nombra
el corazón de un mendigo.

Has pasado por dolores
como mordiendo metal
Picaron auras del mar
en tu costado de amores.
Pero cuantos sinsabores
quisieron doblar tu frente
se encontraron de repente
sor tu firmeza mellados
y te vieron, asombrados,
derecho como una fuente.
 

El abogado desconocido

Justo Rodríguez Santos

En nombre de la Estrella Solitaria,
en nombre del Apóstol agredido,
en nombre de su pueblo esclavizado,
llega un joven de toga y pergamino.
A denunciar el crimen alevoso
y la diversidad de los delitos,
concurre un abogado cuya firma
estrena el cartulario en el registro.
Apartando legajos y expedientes,
cuya resolución abarca siglos,
la denuncia del pueblo, por su mano
habla a los tribunales sorprendidos.
Muestra el retrato del traidor, su ficha,
sus crímenes y robos repetidos.
Código en mano, suma las sanciones
que deben sus variados latrocinios
y reclama lo enjuicien sin tardanza
y ocupe su lugar en el banquillo.
Sus palabras anegan el silencio
que reverbera, terso y cristalino.
Pero las graves momias del birrete
parecen no entender el verbo digno.
Un ciudadano humilde, con un sobre,
un abogado nuevo y decidido,
que aprieta las clavijas de la ley
para que se oigan todos sus registros!

 

Marcha triunfal del Ejército Rebelde

El Indio Naborí (Jesús Orta Ruiz)

¡Primero de Enero!
Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero
de la redimida bandera cubana.

El aire se llena de alegres clamores,
se cruzan las almas saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos
revientan las flores
y cantan los huesos.

Pasa un jubiloso ciclón de banderas
y de brazaletes de azabache y grana,
mueve el entusiasmo balcones y aceras,
grita desde el marco de cada ventana.

A la luz del día se abren las prisiones
y se abren los brazos: se abre la alegría
como roja rosa en los corazones
de madres enfermas de melancolía.

Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes,
con trajes de olivo vienen de las lomas,
y por su dulzura, los héroes triunfantes
parecen armadas y bravas palomas.

Vienen vencedores del hambre y el frío
por el ojo alerta del campesinado
y el amparo abierto de cada bohío…
Vienen con un triunfo de fusil y arado.

Vienen con sonrisa de hermano y amigo,
vienen con pureza de vida rural,
vienen con las armas que al ciego enemigo
quitó el Ideal.

Vienen con el ansia del pueblo encendido,
vienen con el aire y el amanecer,
y, sencillamente, como el que ha cumplido
un simple deber.

No importan los días de guerra y desvelo,
no importa la cama
de piedra o de grama,
sin otra techumbre  que ramas y cielo.

No importa el insecto, no importa la espina,
la sed consolada con parra del monte,
la lluvia, los vientos, la mano asesina
siempre amenazando en el horizonte.

¡Sólo importa Cuba, sólo importa el sueño
de cambiar la suerte!
¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño,
ni viene asombrado de tutear la muerte!

Los niños lo miran pasar aguerrido
y piensan, crecidos por la admiración,
que ven un rey mago rejuvenecido
y con cinco días de anticipación.

Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos,
alumbran su rostro cien fuegos de gloria.
Pasan capitanes, curtidos labriegos
que vienen de arar en la Historia…

Con los invasores pasa el Che Guevara,
alma de Sarmiento que trepó el Turquino,
San Martín quemante sobre Santa Clara,
Maceo del Plata, Gómez argentino…

Pasan lindas reinas sin otras coronas
que su sacrificio: cubanas marciales,
gardenias que un día se hicieron leonas
al beso de doña Mariana Grajales…

Ya entre los mambises del bravío Oriente,
sobre un mar de pueblo, resplandece un astro,
ya vemos la cálida frente;
el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro…

Lo sigue radiante su hermano Raúl,
y aplauden al paso del héroe ciudades
quemadas,
ciudades heridas que serán curadas
y tendrán un cielo sereno y azul.

Fidel fidelísimo, retoño martiano,
asombro de América, titán de la hazaña
que desde las cumbres quemó las espinas del llano
y ahora riega orquídeas, ¡flores de montaña!

Y esto que las hieles se volvieran miel,
se llama… ¡Fidel!
Y esta que la ortiga se hiciera clavel,
se llama…¡Fidel!
Y esto que la patria no sea un cuartel,
se llama…¡Fidel!

Y esto que la bestia fuera derrotada por el bien
del hombre,
esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre:
FIDEL CASTRO RUZ.
 

Su presencia

Virgilio López Lemus

Su nombre es un verbo: sea el día
y sean las noches. Nadie puede resumirlo,
no se dedica un poema directamente a él,
ni una pieza recién hecha, ni una fábrica.
Es un padre, pero todos lo vemos como el mejor
de los hermanos, el amigo más alto.
No se le dedica directamente cosa alguna
pero cada hombre del pueblo moriría por él
 en cualquier circunstancia.

(1987)

 

El perfil de Fidel

Arturo Corcuera

Para hablar de Fidel
hay que cederle  la palara al mar,
pedir su testimonio a las montañas;
los árboles lo recuerdan,
saben su edad y repiten su nombre.

La edad de Fidel
es la edad de los framboyanes en flor,
la enhiesta edad de su barba  verde olivo.
Todos lo sabemos:
los  héroes no tienen edad,
tienen historia,
hacen historia,
son la historia.

No le arredra a Fidel la cuadratura  del Pentágono,
ni las bravatas al rojo de Cara Pálida
en la hora oscura de la Casa Blanca.

Quien lo dude puede ver en alerta al héroe
con un millón de cubanos cara al norte
en el malecón de La Habana.

Él es América Negra,
América Hispana,
América  Andina,
el perfil de Fidel
es el perfil de América Latina.

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