Tengo miedo, torero. Ese es el título de la única novela del chileno Pedro Lemebel, que se convirtió en el pretexto para conversar en La Habana con el cineasta coterráneo suyo Rodrigo Sepúlveda, por convertirla en una película y presentarla en la edición 42 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

El cineasta chileno Rodrigo Sepúlveda Urzúa. Foto: Tomada de Internet

Sepúlveda revive al escritor y recuerda que, cuando todavía la lucha del movimiento LGBTI en Chile ni siquiera usaba esa etiqueta, Lemebel hacía manifestaciones públicas en la calle, en medio de la dictadura, con falda y tacones. Un país en el que la homosexualidad estuvo prohibida hasta 1999 finalmente aprobó el matrimonio igualitario el pasado martes 7 de diciembre, justamente cuando Sepúlveda presentaba por segunda vez el filme en la capital cubana.

¿Por qué quiso hacer la película?

Me pareció, y me parece todavía, imprescindible hacerla. Considero que esta novela ha sido una semilla para lo que se ha convertido en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTI en la región. Me parece extraordinariamente contemporánea… Nos denominamos libres y modernos, pero todavía se invisibiliza mucho a no pocas personas, por su orientación sexual y por otras razones.

Entonces el amor probable de un viejo travesti con un guerrillero cabal del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que se prepara para ejecutar el golpe a Pinochet se me antojó una trama perfecta para una película…

Siempre se corren riesgos al hacer una película, pero más aún cuando existe un referente en la literatura, por ejemplo…

Tuve mucho pánico al inicio. Es el típico libro que uno lo lee y piensa que es un filme. Pero sentarse y hacer la adaptación al cine, y más aún, cuando es tan conocida en Chile y en Latinoamérica, ya eso aterra. La leí muchas veces hasta que comprendí que la novela es una cosa y un guion cinematográfico es otra cosa. Así que fui dejando y tomando…

“(…) la novela es una cosa y un guion cinematográfico es otra cosa”.

En la novela se habla de un reciente terremoto y eso me marcó la dirección de arte. Por eso escogí la casa para la loca del frente justamente así, con la huella evidente de haber sido afectada por un terremoto. Para mí, fue la metáfora perfecta de la sociedad chilena, así, con las paredes agrietadas…

Elegir a los actores pudo haber sido complejo…

Lemebel murió en el 2005 y unos productores italianos quisieron hacer la película, pero no se logró. Lemebel quiso que Alfredo Castro fuera el protagonista. Entonces, en mi caso, fue como comprar una casa con un piano dentro… ya tenía al actor. El primer problema estaba resuelto, ya tenía a la loca del frente. ¿Cómo hacerla? Ese era el segundo problema.

No quería caer en clichés… ¿Hablar de la loca homosexual desde un lugar barroco, simpático, con imaginería kitsch mexicana? No quería hacerlo así… Yo quise mostrar la profunda humanidad de este ser que vive dentro de siete humanos distintos… la loca que se prostituye en un cine, la que se esconde en su casa a escuchar música antigua, la de 70 años que se enamora de un joven guerrillero… la loca tierna, frágil, débil, la que se disfraza de hombre cuando sale a la calle…

El trabajo de Alfredo Castro fue maravilloso. Hemos trabajado juntos antes. Fue la mejor elección que podía hacerse.

“El trabajo de Alfredo Castro fue maravilloso”. Foto: Tomada de Internet

Vi la película en su segunda proyección y fui cómplice de las reacciones del público. Usted además vivió otra proyección… ¿Cómo cataloga la reacción de los espectadores en Cuba?

El público cubano es fantástico. Yo había estado antes con otra película en el Festival de Cine, aquí… Me encanta ver jóvenes en el público, muy jóvenes, felices por ver la historia. Había matrimonios, adultos… se ríen en momentos en los que no lo esperaba… se emocionan, son muy expresivos… Cuando hay momentos de debilidad, el público de manera unánime reacciona con un suspiro, por ejemplo… O ríen juntos, o me ponen la mano en el hombro al salir y me felicitan… eso es único.

Entonces sí, para mí valió la pena ver la película. Aunque no me sorprendían las escenas por haber leído el libro antes, siempre es oportuno desentrañar los misterios de las relaciones interpersonales a diferentes edades.

“(…) siempre es oportuno desentrañar los misterios de las relaciones interpersonales a diferentes edades”.

Tal vez no hubiera comprendido yo a la loca del frente años atrás como la comprendí ahora… Quizás la soledad a la que se condena sin reparo o la búsqueda de un sitio que la acoja en medio de una sociedad hostil no la hubiera asimilado tanto como ahora… Todo a su tiempo, torero, diría yo. Sepúlveda al fin, espantó sus miedos.