Cada 18 de febrero en Cuba se celebra el Día del Instructor de Arte en homenaje al natalicio de Olga Alonso, maestra de teatro del municipio capitalino de San Miguel del Padrón con una destacada labor en la difusión de la cultura en los primeros años de la Revolución y cuya obra de amor y sacrificio es recordada en esta fecha junto al trabajo en las comunidades.

La jornada se convierte no solo en una justificación para reconocer el compromiso de todos aquellos vinculados a la difusión de las artes, sino también en una oportunidad para reflexionar y conocer las iniciativas fomentadas desde las localidades.

Con motivo de la celebración, La Jiribilla conversa con Liliam Mendoza Estrada, una instructora de formación y actual directora de la Casa del Alba Cultural, quien además es diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular por el municipio de Calimete.

“Siendo instructora aprendí a querer más al país que tengo, a valorar esas pequeñas cosas que parecen cotidianas, pero son trascendentales”. Foto: Tomada de la página de Facebook de la entrevistada

En una palabra, ¿qué representa para usted ser instructora de arte?

Espiritualidad. Esa es la palabra. El instructor de arte es un profesional que  se tiene que desempolvar de todo vicio y dogma. Hacer suyos un cúmulo importante de valores para sembrar en las generaciones con las que trabaja, saberes y convicciones de un marcado carácter humanista.

A veces no entendemos su papel. Un instructor no es un formador de artistas, es un formador de hombres y mujeres de bien. Lamentablemente, hemos perdido el horizonte al tratar de priorizar el producto final y no entender la importancia de los procesos.

En tiempos donde lo material tiende a imponerse, donde la moda rige patrones y estilos de vida, resulta imprescindible contar con un profesional como el instructor, capaz de ofrecer en su práctica artística y pedagógica herramientas críticas que permitan discernir, apreciar y participar desde cada entorno.

¿Cuál es el estado de la profesión en Cuba?

En los albores de este siglo Fidel alertó sobre el riesgo que implicaría prescindir de este profesional, asumiendo el hecho de haber perdido gran parte del talento formado a inicios de la Revolución. En tal sentido han sido numerosos los esfuerzos por recuperar los egresados de las últimas promociones gestadas al calor de la Batalla de Ideas, así como la reapertura de la carrera dentro del sistema de enseñanza artística. Este particular entendido como un gran desafío, pues al cerrar este segundo gran llamado agrupado dentro de la Brigada José Martí, se perdía una estructura bien articulada que tenía su expresión en cada provincia del país.

Para suerte de todos, respondiendo a la voluntad política del país y al concurso de la Uneac y el sistema institucional de la cultura, se ha logrado elaborar un perfil mucho más completo, redirigido a esas esencias fundacionales. Enfocados en la escuela como epicentro imprescindible de la comunidad.

“Un instructor no es un formador de artistas, es un formador de hombres y mujeres de bien”.

Contar con una brigada como nicho es una fortaleza esencial para la profesión. Pasados 17 años, esta fuerza política ha entendido que este es un escenario para sumar, nunca restar. Por tanto, el gran reto debe ser ofrecer opciones a todos los miembros del gremio, sin importar cuestiones generacionales.

En un momento en el que el país mira de forma más aguda al quehacer en las comunidades, debe ser también premisa visibilizar todo lo que se ha gestado ahí durante años, no ahora por alguna coyuntura. Cuando vemos que los grandes artistas van a los barrios es un suceso, pero qué ocurre con ese que está todos los días, con el piso en la tierra de verdad. Nuestros medios tienen que ser reflejo también de eso, narrar cómo a pesar de la no existencia de instituciones hay un profesional encargado de masificar la cultura desde cualquier lugar aunque sea recóndito.

¿Qué le ha aportado la carrera de instructor de arte a nivel personal?

Siendo instructora aprendí a querer más al país que tengo, a valorar esas pequeñas cosas que parecen cotidianas, pero son trascendentales. Soy matancera y tuve la posibilidad de ir a la Ciénaga de Zapata y ver allí la obra de la Revolución. En una suerte de guerrilla íbamos a esas zonas más desfavorecidas, a palpar con mis manos que en ese lugar tan recóndito había una escuelita con una bibliotecaria, un profesor de computación, de inglés… es una experiencia única.

Llegar a lo último del municipio Yateras y confirmar con el pueblo que esta es una profesión que de veras les facilita la vida desde la espiritualidad es de los sentimientos más genuinos que he podido experimentar.

Ser instructora de arte es lo mejor que me ha pasado. Es una profesión que voy a querer invariablemente. Que me ha hecho ser una mujer mucho más plena, que asume la maternidad con toda la responsabilidad que implica, pero que no olvida la importancia de una formación integral para su hijo y que en la educación todos importamos y aportamos.

“Contar con una brigada como nicho es una fortaleza esencial para la profesión”.
Foto: Cortesía de la entrevistada

¿Logros y desafíos de los instructores de arte en Cuba?

Una de las principales conquistas resulta el hecho de mantener en los programas curriculares las disciplinas artísticas y su rol en la formación de capacidades y cualidades en los alumnos. Igualmente, el mantenimiento de una programación cultural en los territorios, sustentada en el movimiento de artistas aficionados.

Es también necesario comentar los aportes al desarrollo en las localidades desde una perspectiva sociocultural. En este asunto siempre me gusta citar un ejemplo que conocí hace unos años en Moa, donde los instructores de arte, de conjunto con los miembros de las células de la AHS, pensaron cómo aportar al impulso de su municipio y exhibieron un proyecto de corredor cultural dentro de la misma ciudad. Este a su vez podía convertirse en un circuito para el turismo capaz de generar ingresos. Ahí está precisamente uno de los desafíos más grandes, aportar al crecimiento económico de la nación. Visibilizando a su vez los entornos culturales y contribuyendo a su salvaguarda.

Aterrizando un poco más en las cuestiones profesionales en sí, soy de las que cree que las modalidades de trabajo del instructor tienen que diversificarse y así ser evaluadas. Si se es bueno en la apreciación, explorar todas sus aristas. Así mismo en el caso de la creación y las dinámicas de trabajo comunitario. Precisamente por exigir toda esta amalgama de responsabilidades a una misma persona se han fracturado esencias fundacionales.

Existe otro gran desafío: combinar los intereses artísticos profesionales y la función docente. Hay muy buenos ejemplos en Cuba de profesionales en el sector artístico que mantienen una vinculación directa con el ejercicio pedagógico y comunitario. Qué bueno sería formar parte del catálogo de una empresa o de un consejo artístico y tener un taller en una escuela primaria o simplemente asistir a la casa de cultura el fin de semana a capacitar a un grupo de aficionados.

Para lograr todo ello debe existir un diálogo coherente entre los actores y los decisores. Desterrando todo vestigio de contradicciones y celos institucionales, pensando en el bien común.

“Una de las principales conquistas resulta el hecho de mantener en los programas curriculares las disciplinas artísticas y su rol en la formación de capacidades y cualidades en los alumnos”.

¿Qué tanto ha influido su formación en la gestión de alianzas con otras instituciones en el cargo que desempeña?

La especialización es sumamente importante y las instituciones culturales durante muchísimo tiempo han tenido personas conduciendo los procesos que no vienen del mismo sector y que no tienen al menos un conocimiento básico. Se nos va la vida, porque lo que no se conoce no se defiende y se puede tener mucha voluntad, pero sin herramientas el trabajo es bien difícil.

Llego a la Casa del Alba con espacios ya establecidos desde hace muchísimo tiempo, pero hay que renovarlos y articularlos. Constituye prioridad establecer alianzas con la AHS, la Uneac y la BJM para soñar proyectos de conjunto. Visibilizando esas zonas de la creación que los grandes circuitos de promoción en el país en ocasiones no tienen en cuenta.

El hecho de conocer del arte por dentro, aunque sea desde una visión primaria, me ha permitido entender el papel que juega el artista y el que le corresponde al funcionario. No es el creador quien tiene que llegar a la institución, es la institución quien debe salir a ver dónde están esas buenas experiencias. Una vez en nuestra manos, arroparlas y llevarlas a feliz término, para eso existimos.

¿Cómo es el vínculo de la Casa del Alba con la comunidad?

La Casa tiene un gran reto. Estamos en un lugar privilegiado de La Habana, en la zona del Vedado y Línea, donde el concepto de corredor cultural aboga por la sinergia de los acontecimientos que aquí suceden. Eso no lo hemos logrado todavía, que lo expuesto en el Mella o en la biblioteca recientemente abierta de Casa de las Américas pueda tener una expresión aquí.

Somos una institución en una comunidad con necesidades y donde predominan las personas de la tercera edad, por lo cual es un reto mirar hacia ese público y ofrecerle opciones para ocupar su tiempo libre.

Igualmente, establecer convenios con los centros docentes para contribuir desde la programación a la formación integral de los educandos es tarea pendiente.

Ahora mismo la Casa del Alba únicamente se dedica a la promoción, no somos quienes pagamos por ese talento artístico. Por tanto, hay que atender y programar las agrupaciones subvencionadas y mejorar la relación con los actores de la comunidad que pudiesen enriquecer nuestra oferta cultural.

“Esta es una profesión que voy a querer invariablemente”. Foto: Cortesía de la entrevistada

¿Qué proyectos tienen para este año?

En principio mantener los espacios en el orden virtual que llegaron para quedarse, pero que implican constante superación. Estamos pensando ya un proyecto de cooperación internacional para adquirir un grupo de recursos para el sostenimiento de las iniciativas, sin los mismos es imposible.

Como parte del proceso inversionista que acometemos debe iniciarse la reparación del teatro de la institución y preparamos expediente para una futura sala de proyecciones audiovisuales. Renovaremos el entorno del jardín para aprovechar su polivalencia.

Prestaremos especial atención a las iniciativas del proyecto CubaPoesía, ubicado hace unos meses con nosotros. Del mismo destacan el Festival Internacional de Poesía de La Habana y la nueva iniciativa: Verso Amigo en centros de la enseñanza.

El acontecimiento cultural más importante será sin dudas la Feria del Libro y la Casa del Alba será subsede de esa celebración. Aquí tendrán un espacio fijo las Editoriales Ciencias Sociales, Nuevo Milenio y Verde Olivo.

Mantendremos todas las peñas y descargas organizadas de conjunto con los centros e institutos de las artes y se organizarán exposiciones de artes visuales.

El eslogan de la institución refiere que esta es “la casa de todos”; por tanto, el principal desafío es contar con un espacio inclusivo, donde se ofrezcan opciones diversas y de calidad.

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