Ser un hombre de Fidel

Elier Ramírez Cañedo
19/2/2019

A pesar de todos los argumentos vertidos durante años de intensa lucha por la excarcelación de los Cinco, por la verdad y la justicia, creo necesaria una explicación inicial, sobre todo pensando en que todavía puede existir algún lector extranjero víctima de la manipulación mediática o con poca o ninguna información sobre quiénes eran los Cinco, cuál fue la misión que cumplieron en los Estados Unidos y por qué fueron llevados a prisión.

Portada del libro Hombre del silencio. Diario de prisión, de Ramón Labañino Salazar. Foto: Internet

El caso de Los Cinco (Antonio Guerrero, Ramón Labañino, René González, Gerardo Hernández y Fernando González), fue un caso fabricado por el gobierno norteamericano, con participación sobresaliente del FBI. Fueron acusados de espionaje y además, Gerardo Hernández, de conspiración para cometer asesinato. Sin embargo, en mayo del 2001 la propia Fiscalía solicitó que se retirara la acusación formulada contra Gerardo, reconociendo que no podía sustentarla. Por su parte, en el 2009, la Corte de Apelaciones decidió revocar las sentencias impuestas por el cargo de “conspiración para cometer espionaje”, porque 14 jueces habían determinado por unanimidad que, en este caso, no había nada que afectase la seguridad nacional de los EE. UU., ni prueba alguna de espionaje. Pero el gobierno estadounidense evitó nuevamente que se hiciera justicia y que estos acontecimientos se convirtieran en noticia.

Lo más perverso de toda esta historia es el hecho de que el gobierno norteamericano trató de vender la imagen de los Cinco como la de unos criminales que querían destruir esa nación y, al mismo tiempo, protegió a los verdaderos terroristas que actuaban en su territorio, de cuyos movimientos y planes tenían la información necesaria para ponerlos tras las rejas, poniendo en riesgo así no solo la vida de los cubanos, sino la de los propios ciudadanos estadounidenses. Lo ratifica Ramón en este libro: “Porque la lucha nuestra contra el terrorismo es contra todo tipo de terrorismo, y no solo contra el que afecta a la Isla”. De ahí que sostenemos que los Cinco —y en eso coinciden estadounidenses honestos que conocen su historia— podrían ser considerados no solo héroes de Cuba, sino de muchos países del mundo, incluyendo hasta los propios Estados Unidos. Uno de esos estadounidenses honestos fue el abogado de Ramón, William Norris, quien llegó a plantear en la Corte: “Quiero decirle a la Corte que para mí ha sido un privilegio defenderlo, porque ya quisiera Estados Unidos tener dentro de sus filas de militares a hombres como Ramón”.

El único “delito” de los Cinco consistió en haber penetrado las organizaciones que desde los EE. UU. practicaban el terrorismo contra Cuba. Terrorismo que ha costado al pueblo cubano 3 478 fallecidos y 2 099 incapacitados.

El terrorismo contra la Mayor de las Antillas también ha provocado dolor y daños materiales más allá de nuestras fronteras. Por mencionar solo algunos ejemplos: los seis marinos franceses que murieron cuando el brutal sabotaje al vapor La Coubre en marzo de 1960, los 11 guyaneses y cinco norcoreanos fallecidos cuando la voladura en pleno vuelo del avión de Cubana en Barbados, en octubre de 1976, o Fabio di Celmo, el joven turista italiano víctima de un acto terrorista contra Cuba, al explotar una bomba que ordenó poner Luis Posada Carriles en el Hotel Copacabana, en La Habana. La lista es mucho más amplia y las secuelas de dolor y sufrimiento de los seres queridos, incalculables. También, por investigaciones realizadas, se conoce que el territorio estadounidense fue el más afectado por el terrorismo de origen cubano en los años 70, como parte de lo que se denominó la “guerra por los caminos del mundo”.

Los Cinco fueron acusados de “conspiración”, cuando la verdadera conspiración vino del gobierno estadounidense para someterlos a los más crueles e inhumanos castigos. La Corte de Apelaciones de Atlanta, en agosto de 2005, había decidido anular el juicio amañado que tuvo lugar en Miami, considerándolo como una flagrante violación a los principios constitucionales de los EE. UU., pero las presiones del gobierno lograron a la larga una retractación. Parte de esta conspiración gubernamental consistió en el pago a la prensa local miamense y a otros periodistas reclutados, utilizando ilegalmente fondos del presupuesto federal, para desatar contra los cubanos toda una campaña sensacionalista, que influyera en la decisión del jurado.

Hombre del silencio. Diario de prisión, de Ramón Labañino Salazar, es un libro que estremece. Para aquellos que aún puedan pensar que los Cinco vivieron un ambiente diferenciado y fácil dentro de las cárceles de los Estados Unidos, esta obra es el mejor mentís. Como describe Ramón, sobrevivir las condiciones de las prisiones en los Estados Unidos fue una experiencia muy difícil: para nosotros era muy importante aprender a convivir, para que no se nos quedaran las mañas, y era tan importante porque nos lo habíamos propuesto firmemente, debíamos salir mejores seres humanos de lo que éramos al entrar, y eso parece que no, pero es un reto”. La convivencia con otros presos, el tráfico de drogas, la violencia, los asesinatos, el hueco, la tuberculosis y otras enfermedades infectocontagiosas, las peleas, las mafias y otros fenómenos de la prisión, son descritos por Ramón. Tal pareciera que se trata de un filme hollywoodense, pero no, es la pura realidad. En aquel contexto, que se extendió durante más de 16 años, la familia, la solidaridad, la patria y Fidel fueron para Ramón —Luis Medina era su seudónimo— los principales resortes para resistir y vencer.

Ramón hace referencia a una anécdota que impacta y emociona, y tiene que ver con lo que significó para él, dentro de aquella prisión de máxima seguridad en Beaumont, Texas, ser considerado por el resto de los reclusos un hombre de Fidel, no la adelanto al lector para que pueda disfrutarla directamente de la narración de su autor, pero sí me parece importante citar su reflexión acerca de esa experiencia: Por eso lo he dicho donde quiera y ahora lo vuelvo a repetir, cualquiera que sea el trabajo que usted realice un día, cualquiera que sea la misión que usted cumpla en la vida, el orgullo más alto que tenemos los cubanos de hoy en día es que nosotros somos y tenemos el honor de ser los hombres y mujeres de Fidel”.

Debemos agradecer hoy y siempre a Ramón el hecho de haberse decidido a ofrecer este testimonio, verdaderamente edificante. Ya contábamos con el diario de René, Escrito desde el banquillo, publicado por la Editorial Capitán San Luis, en tres tomos. Ojalá pronto también podamos disfrutar los cubanos de las memorias de Fernando, Tony y Gerardo. Cuba, en especial las nuevas generaciones, necesitan de ese capital simbólico, más cercano a su tiempo histórico. Los Cinco, sin duda, nos recuerdan todos los días que lo épico sigue formando parte de nuestra realidad. Cuando la gran epidemia de ébola en África, volvió a ponerse de manifiesto; cientos de médicos cubanos estuvieron dispuestos a partir a tierras lejanas a salvar vidas, bajo el riesgo incluso de entregar la suya. Y es que, sin duda, ese sentido de justicia, esa cultura de la resistencia y de la liberación, forma parte de nuestro tejido espiritual. En las coyunturas más aciagas, brota aún con más fuerza de las entrañas más auténticas de nuestro pueblo.

No podemos olvidar las circunstancias en que los Cinco salieron a cumplir sus honrosas misiones, en esos difíciles años 90 de período especial, cuando pocos apostaban por la sobrevivencia de la Revolución cubana ante el desplome del campo socialista, sin embargo, ellos supieron inspirarse en lo más glorioso de nuestra tradición patriótica y rebelarse una vez más contra el imposible histórico. Pero no solo salieron a cumplir honrosamente su misión, sino que en ellos no hubo la más mínima vacilación frente a las adversidades y, en las horas más inciertas, supieron crecerse como esos revolucionarios que Bertolt Brecht llamó los imprescindibles, que no son otros que los que luchan toda la vida.

Con su actitud, los Cinco escribieron una de las páginas más hermosas de dignidad y heroísmo de nuestra historia contemporánea, que nos recuerda la posición de Céspedes en el momento crucial del levantamiento del 10 de octubre de 1868; la de Maceo en la Protesta de Baraguá; la de Martí cuando no cejó en el empeño de reiniciar la lucha a pesar del dramático fracaso de la expedición de La Fernandina; la de Mella, Villena y Guiteras frente a gobiernos corrompidos y el imperialismo yanqui; la de Almeida con su grito de Aquí no se rinde nadie… en Alegría de Pío; la del Che, dispuesto a dejar sus huesos en cualquier rincón del mundo en defensa de los más nobles ideales de justicia y libertad; la de Raúl y Fidel, en el Moncada, el desembarco del Granma, la Sierra, en Girón, la Crisis de Octubre, y en muchos otros momentos de nuestra epopeya revolucionaria; así como otras muchas figuras de nuestra historia, que forjaron un espíritu de lucha en nuestro pueblo que estuvo también presente en los momentos de mayor definición de los Cinco. Como destaca Ramón: “para nuestro pueblo, rendirnos no es una opción, luchar sí”.

El libro termina con un final feliz y emocionante, el 17 de diciembre de 2014, día de San Lázaro, con el regreso definitivo a la patria de Ramón, Tony y Gerardo, sus encuentros con el General de Ejército Raúl Castro, y el Comandante en Jefe. Un jurado de millones terminó con la injusticia. Cuba y sus líderes no dejaron de luchar ni un solo instante por sus valerosos hijos. No se equivocó aquel desconocido prisionero que, en las horas más críticas del arresto, dijo a los Cinco: “Fuerte ahí, que a la patria no se le traiciona. Fidel no los va a abandonar”. Y una vez más no se equivocó el Comandante, cuando con su fe infinita en la victoria, basada en una férrea voluntad de lucha, señaló: ¡Volverán!