Siluetas revolucionarias. Lenin

Anatoly V. Lunacharski
23/4/2020

No haré ningún intento por escribir otra biografía de Lenin; pues para eso no hay carencia de otras fuentes. Solo me referiré a lo que sé de él por nuestras relaciones personales y a mis propias impresiones directas del hombre.

Cartel de Raúl Martínez 1970. Icaic

La primera vez que oí hablar de Lenin fue por Axelrod [1] después de la publicación de un libro [2] escrito por “Tulin”. [3] Todavía no había leído el libro cuando Axelrod me dijo: “Ahora podemos decir realmente que hay un genuino movimiento socialdemócrata en Rusia y que los verdaderos pensadores socialdemócratas están comenzando a surgir”.

“¿Qué quiere Ud. decir con eso?”, indagué. “¿Qué me dice de Struve?, [4] ¿qué me dices de Tugan-Baranovsky?” [5] Axelrod esbozó una enigmática sonrisa (el hecho es que él había expresado una vez la más alta opinión de Struve) y dijo: “Sí, pero Struve y Tugan-Baranovsky ―eso no es más que muchas páginas de teoría pedante, muchos datos históricos sobre la evolución de la intelligentsia académica rusa; Tulin, por otra parte, es un producto del movimiento obrero ruso, es ya una página en la historia de la revolución rusa”.

Naturalmente, el libro de Tulin se leyó en el extranjero (en esa época yo estaba en Zürich) con la mayor avidez y fue sometido a todo tipo de comentarios. Después de eso no oí más que rumores de su arresto y exilio en Krasnoyarsk [6] con Martov [7] y Potresov [8]. Lenin, Martov y Potresov parecían ser amigos personales casi inseparables; se fundían en una imagen colectiva de la dirección puramente rusa del recién formado movimiento obrero. ¡Qué extraño es ver ahora cuán diferentes caminos iban a seguir estos “tres amigos”!

El siguiente libro que nos llegó fue Sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia.[9] Aunque menos interesado personalmente con las cuestiones puramente económicas ―ya había observado las características y desarrollo del capitalismo en Rusia como algo indiscutible―. No obstante, me asombré por la enorme y sólida base estadística del libro y la destreza de su argumentación. Me pareció en el momento (como resultó ser el caso verdaderamente) que este libro daría el golpe demoledor a todas las nociones erróneas de la ideología populista (Narodnik).[10]

Estaba en el exilio cuando comenzaron a llegarnos noticias del Segundo Congreso.[11] Esta fue la época cuando Iskra[12] había comenzado a publicarse y ya estaba consolidando su posición. Sin vacilar me había declarado un defensor de Iskra, pero sabía poco de su contenido porque, aunque obtuvimos todos los números, nos llegaban a intervalos irregulares. No obstante, teníamos la impresión de que el trío inseparable ―Lenin, Martov y Potresov― había llegado a ser indisolublemente fundido con la trinidad emigrada de Plejanov,[13] y Axelrod y Zasulich.[14] De todas formas la noticia de la separación en el Segundo Congreso nos golpeó como un suceso inesperado. Sabíamos que el Segundo Congreso iba a ser testigo de los movimientos concluyentes en la lucha con La Causa de los Obreros,[15] pero que la separación tomaría un curso que pondría a Martov y a Lenin en campos opuestos y que Plejanov se situaría en el medio de ambos ―nada de esto era capaz de entrarnos en la cabeza. La primera cláusula del estatuto del Partido ¿era realmente esto algo que justificaba una separación?[16] Un barajeo de cargos en la junta editorial―. ¿Qué le pasaba a aquella gente en el extranjero, se habían vuelto locos? Estábamos preocupados más que nada por la separación y tratamos de desenredar, por medio de la escasa información que se filtraba hasta nosotros, lo que estaba pasando. No faltaban rumores de que Lenin era un creador de problemas y un separatista, que quería situarse como el autócrata del Partido a toda costa, que Martov y Axelrod habían rehusado, como tal era el caso, a jurarle fidelidad como el Gran Señor del Partido. No obstante, esta interpretación fue contradicha extensamente por la posición tomada por Plejanov, cuya actitud inicial, como sabemos, fue de estrecha y amistosa alianza con Lenin. No pasó mucho tiempo antes de que Plejanov desertara para el lado Menchevique, pero todos nosotros en el exilio (y no solo aquellos exiliados en Vologda,[17] a mi juicio) tomamos esto como un gran descrédito para Georgii Valentinovich. Nosotros los marxistas no teníamos nada que ganar por tan repentinos cambios de posición.

En resumen, estábamos algo en tinieblas. Debiera agregar que los camaradas en Rusia que apoyaban a Lenin estaban también un poco indecisos sobre lo que estaba sucediendo. Si vamos a mencionar personalidades, fue indudablemente A. A. Bogdanov[18] quien le dio el más poderoso apoyo. Yo pienso que fue aquí que la adhesión de Bogdanov a Lenin tuvo un significado decisivo. Si él no se hubiera unido a Lenin, las cosas probablemente hubieran progresado con mucha más lentitud. Pero, ¿por qué Bogdanov se asoció con Lenin? Él vio la disputa que tuvo lugar en el Congreso primordialmente como una cuestión de disciplina: una vez que una mayoría (aun de una sola) hubiera votado por la fórmula de Lenin, la minoría tendría que aceptar; en segundo lugar, vio esto como un choque entre la sección rusa del Partido y los emigrados. Aunque Lenin no tenía a alguien importante a su lado, sí tenía, lo que resulta práctico para un hombre, a todos los delegados que habían venido de Rusia, mientras que, tan pronto como Plejanov desertó, todos los emigrados importantes pasaron al campo menchevique.

Cartel de Holbein López, 1962, ICAIC.

Bogdanov recordó la escena, aunque no tan exactamente, como sigue: los aristócratas emigrados que pertenecían al Partido habían rehusado a darse cuenta de que ahora teníamos un verdadero partido y que lo que contaba sobre todo era el deseo colectivo de aquellos quienes estaban haciendo el trabajo práctico en Rusia. No hay duda de que esta línea, que dio origen, inter alia, a la consigna: “Un solo centro de Partido, y en Rusia”, tenía un efecto halagador y animoso sobre muchos comités del Partido en Rusia, los cuales estaban por entonces esparcidos en una red bastante amplia a todo lo largo del país.

Pronto llegó a ser claro qué clase de gente fueron atraídas por cada una de las dos facciones: los mencheviques atrajeron a la mayoría de los intelectuales marxistas en las capitales; también tuvieron un indudable éxito entre los trabajadores más calificados; las principales adhesiones de los bolcheviques fueron, de hecho, los miembros de los comités, los trabajadores del Partido provincial, los revolucionarios profesionales. Estos fueron integrados en su mayoría por intelectuales de un tipo evidentemente diferente ―no los profesores académicos marxistas y estudiantes, sino gentes que se habían entregado irrevocablemente a su profesión― la revolución. Mayormente fue a este elemento al cual Lenin asignó tan enorme significación y al cual llamó “las bacterias de la revolución”, fue esta sección la que fue consolidada por Bogdanov, con el apoyo activo del joven Kamanev [19] y otros, en el famoso Buró de Organización de los Comités de la Mayoría y el cual iba a proporcionarle a Lenin su ejército.

Por ese entonces Bogdanov había cumplido su término de exilio y estaba pasando algún tiempo en el extranjero. Yo estaba absolutamente convencido de que él debía haber hecho una razonable y correcta evaluación de los problemas y, por lo tanto, en parte por la confianza en él, también adopté una posición pro-bolchevique.

Cuando mi exilio terminó, me las agencié para ver al camarada Krizhanovski[20] en Kiev; en aquel entonces estaba desempeñando un papel bastante importante en los acontecimientos y era un cercano amigo del camarada Lenin, aunque se balanceaba entre una posición estrictamente leninista y otra de carácter conciliatorio. Fue él quien me hizo una narración más detallada sobre Lenin. Lo describió con entusiasmo, recalcando su enorme intelecto y energía sobrehumana; lo describió como excepcionalmente bondadoso y un magnífico amigo, pero también recalcó que Lenin era sobre todo una persona política, que si rompía políticamente con alguien, inmediatamente rompería también las relaciones personales. En las palabras de Krizhanovsky, Lenin era despiadado y recto en la lucha. Precisamente cuando estaba empezando a imaginármelo de una manera bastante romántica, Krizhanovsky agregó: “Y su apariencia es la de un campesino adinerado de Yaroslavl, un astuto y pequeño muzhik, especialmente cuando se deja la barba”. Apenas había regresado a Kiev desde mi exilio cuando recibí una orden directa del Buró del Comité de la Mayoría para ir inmediatamente al extranjero y unirme al cuerpo de redactores del órgano central del Partido.[21] Esto hice. Pasé varios meses en París, en parte porque quería hacer un estudio minucioso de las causas de la separación del Partido. Sin embargo, una vez que estaba en París, inmediatamente me encontré a la cabeza del muy pequeño grupo local de bolcheviques y estuve rápidamente implicado en combatir a los mencheviques. Lenin me escribió un par de breves cartas, en las cuales me instaba a apresurarme a ir a Ginebra. Al final fue él quien vino a París.

Su arribo para mí fue algo inesperado. A primera vista no me causó una buena impresión. Su apariencia me pareció algo débil y pálida y no dijo nada muy definido aparte de insistir sobre mi inmediata salida para Ginebra.

Estuve de acuerdo en ir.

Al mismo tiempo, Lenin decidió dar una importante conferencia en París sobre el tema de las perspectivas de la revolución rusa y el destino del campesinado ruso. Fue en esta conferencia que lo escuché por primera vez como orador, Lenin se había transformado. Yo estaba impresionado profundamente por esa energía concentrada con la que habló por aquellos ojos penetrantes, los cuales se tornaron casi sombríos mientras taladraban en la audiencia al igual que una barrena, por los gestos monótonos, pero apremiantes del orador, por aquella fácil dicción que irradiaba fuerza de voluntad. Me di cuenta de que, como un tribuno, este hombre estaba destinado a dejar una huella poderosa e imborrable. Y entonces supe el grado de poder de Lenin como publicista, su estilo sin refinar pero extraordinariamente claro, su capacidad para presentar cualquier idea, por muy complicada que esta fuera, de una manera asombrosamente sencilla, y el modificarla de tal forma que podría ser grabada finalmente en cualquier mente por muy embotada y poco acostumbrada que esta estuviera a los pensamientos políticos.

Solo después, mucho tiempo después, llegué a comprender que los mayores dones de Lenin no eran aquellos de un tribuno o un publicista, ni siquiera los de un pensador, pero aun en aquellos primeros días me fue obvio que el rasgo dominante de su carácter, la característica que constituía a medias su modo de ser, era su voluntad: una voluntad extremadamente vigorosa, capaz de concentrarse en la tarea más inmediata, pero que nunca se desvió más allá del radio trazado por su poderoso intelecto y que situó en su lugar cada problema individual como un eslabón en una gigantesca cadena de la política mundial.

Creo que fue al día siguiente de la conferencia, y olvidé por qué razón, fuimos a visitar al escultor Aronson,[22] con quien yo mantenía entonces lazos bastante amistosos. Al observar la cabeza de Lenin, Aronson se embelesó y le rogó que le permitiera al menos esculpir un medallón de su cabeza. Él me señaló la asombrosa semejanza entre Lenin y Sócrates. Debo agregar, incidentalmente, que Lenin tenía un mayor parecido con Verlaine que con Sócrates. Un grabado del retrato de Verlaine hecho por Carriere[23] había sido publicado recientemente, y un famoso busto de Verlaine estaba en exhibición en esa época, el cual sería comprado más tarde por el museo de Ginebra. La gente, en efecto, había observado la extraordinaria semejanza de Verlaine con Sócrates, estando la mayor similitud en la magnífica forma de su cabeza. La estructura del cráneo de Vladimir Ilich es verdaderamente impresionante. Uno tiene que estudiarlo por un rato y entonces, en lugar de la primera impresión de una cabeza lisa, larga y calva, uno comienza a apreciar el poder físico, los contornos de la colosal formación de su frente, y a sentir algo que solo puedo describir como una emanación física de luz de su superficie. El escultor, por supuesto, notó esto al instante.

Cartel de Rafael Zarza, 1970, CNC.

Además de ello, un rasgo que lo sitúa más en común con Verlaine que con Sócrates eran sus dos pequeños ojos, hundidos y terriblemente penetrantes. Pero, mientras que en el gran poeta estos ojos eran sombríos y más bien sin brillo (a juzgar por el retrato de Carriere), en los de Lenin son burlones, llenos de ironía, brillando con inteligencia y una clase de regocijo irritante. Solo cuando él habla llegan a ser sombríos y literalmente hipnóticos. Lenin tiene ojos muy pequeños, pero son tan expresivos, tan inspirados, que después me encontraba a menudo admirando su espontánea vivacidad.

Los ojos de Sócrates, a juzgar por los bustos de él, eran algo más protuberantes.

En la parte inferior de la cabeza hay otra semejanza significativa, especialmente cuando la barba de Lenin está más o menos crecida. En Sócrates, Verlaine y Lenin la barba crece de un modo similar, ligeramente sobresaliente y desaliñada. En los tres la región inferior de la cara es algo disforme, como si hubiera sido puesta como idea de última hora.

Una gran nariz y unos labios gruesos le dan a Lenin algo de apariencia tártara, lo cual es explicable fácilmente en Rusia. Pero exactamente la misma, o casi la misma, nariz y labios los encontramos en Sócrates, un hecho particularmente notable en Grecia donde un aspecto similar de rasgos fue atribuido usualmente solo a los sátiros. Lo mismo ocurre con Verlaine. Uno de los amigos íntimos de Verlaine lo apodó “El Calmuco”. En los bustos del gran filósofo, el semblante de Sócrates presenta principalmente la estampa de profundo pensamiento. Creo, no obstante, que si hay un grano de verdad en las descripciones de él dejadas por Jenofonte y Platón, Sócrates debió haber sido un hombre de ingenio e ironía y que la gallarda composición de sus rasgos hubiera tenido, opino yo, un mayor parecido a esos de Lenin que los que muestra el busto. Igualmente predomina en los dos famosos retratos de Verlaine ese estado de melancolía, ese aire de decadencia de tono menor que, por supuesto, dominó su poesía; no obstante, todo el mundo sabe que Verlaine, especialmente en las primeras etapas de sus momentos de embriaguez, era un hombre de temperamento alegre e irónico, y creo que aquí otra vez el parecido era más que aparente. ¿Qué se puede aprender de este extraño paralelo entre un filósofo griego, un gran poeta francés y un gran revolucionario ruso? La respuesta es, por supuesto, nada. Si esto indicara algo, entonces simplemente mostraría que rasgos similares, sin duda, pueden encontrarse en hombres que son posiblemente de un igual rango de genialidad, pero de mentes totalmente diferentes, aparte de que esto me proporcionaba la oportunidad de describir la apariencia de Lenin en términos más o menos gráficos.

Cuando llegué a conocer mejor a Lenin, aprecié sin embargo otro aspecto de él, el cual no es inmediatamente evidente: su asombrosa vitalidad. En él la vida está en constante ebullición y efervescencia. Hoy, mientras escribo estas líneas, Lenin ya tiene cincuenta años, sin embargo, todavía es un hombre joven, el tono completo de su vida es juvenil. ¡Cuán contagiosamente, cuán encantadoramente, con qué naturalidad de niño ríe él, cuán fácil es entretenerlo, qué propenso es a reír, esa expresión de la victoria del hombre sobre las dificultades! En los peores momentos que él y yo vivimos juntos, Lenin estaba inalterablemente tranquilo, y tan listo como siempre para romper con una risa alegre.

Había algo, aun, extraordinariamente cariñoso en cuanto a su ira. A pesar de que últimamente su disgusto podía destruir a docenas y posiblemente hasta cientos de personas, siempre controlaba su ira, y esta se manifestaba de una forma casi afable. Era igual que una tormenta de truenos “que parecía divertirse y jugar a tronar en un cielo claro y azul”. A menudo he notado que, junto a esa ebullición externa, esas furiosas palabras, esos dardos de ironía envenenada, había una risa ahogada en su mirada y la facultad instantánea de ponerle fin a la escena de furia, la cual había suscitado aparentemente porque le convenía a su propósito. Interiormente él permanecía no solo calmado, sino alegre. En su vida privada, también, Lenin ama la clase de diversión que es modesta, directa, simple y revoltosa. Sus favoritos son los niños y los gatos; algunas veces puede jugar con ellos durante horas interminables. Lenin también manifiesta esa misma sana cualidad, que realza la vida, en su trabajo. No puedo decir por experiencia personal que Lenin es un trabajador infatigable; en realidad, nunca lo he visto sumergido en un libro inclinado sobre su escritorio. Escribe sus artículos sin el menor esfuerzo y de un solo tirón, libre de todos los errores o revisiones. Puede hacer esto en cualquier momento del día, usualmente en la mañana después de levantarse, aunque puede hacerlo igualmente en la noche cuando ha regresado de un día agotador, o en cualquier otro momento. Recientemente, con la posible excepción de un corto intervalo pasado en el extranjero durante el período de la reacción, su lectura ha sido más bien fragmentaria que intensiva, pero de cada libro, de cada simple página que lee, Lenin saca algo nuevo, guarda alguna idea importante, la cual empleará más tarde como arma. No está estimulado particularmente por ideas que son semejantes a su propio pensamiento, sino más bien por aquellas que son antagónicas con las suyas. Siempre está vivo en él el polemista ardiente.

Pero si hay algo ligeramente ridículo en llamar laborioso a Lenin, por otra parte él es capaz de realizar un enorme esfuerzo cuando es requerido. Casi me atrevería a decir que él es absolutamente incansable; si no es estrictamente así es porque los esfuerzos sobrehumanos que ha estado obligado a realizar últimamente han causado el relajamiento de sus fuerzas hacia el fin de cada semana y lo han obligado a descansar.* Pero, también, Lenin es una de esas personas que saben cómo descansar. Descansa al igual que si tomara un baño y, cuando lo hace así, deja de pensar en cualquier cosa; se entrega completamente a la ociosidad y, cada vez que es posible, a su entretenimiento favorito y a la risa. De esta forma Lenin emerge de su corto descanso refrescado y listo de nuevo para el trajín.

Es este manantial de brillantez, y alguna vitalidad ingenua, unido a la consistente envergadura de su intelecto y a su intensa fuerza de voluntad, lo que constituye la fascinación de Lenin. Esta fascinación es colosal: las personas que se acercan a su órbita no solo llegan a ser sus devotos como líder político, sino que de un modo extraño se enamoran de él. Esto se aplica a personas de la más diversa capacidad y pensamiento, que abarca desde hombres sumamente sensitivos y dotados como Gorky, hasta el torpe campesino de lo más recóndito del país, desde un cerebro político de primera categoría como Zinoviev, hasta algún soldado o marino que hasta ayer pertenecía a las bandas antisemitas Las Centurias Negras [24] y que ahora está dispuesto a arriesgar su desgreñada cabeza por el “líder de la revolución mundial, Ilich”. Esta forma familiar de su nombre, Ilich, ha llegado a ser tan extensa que es usada por personas que nunca han visto a Lenin. Cuando Lenin yacía herido ―mortalmente, temíamos― nadie expresó mejor que Trotsky nuestros sentimientos por él. En medio del aterrador desorden de acontecimientos mundiales, fue Trotsky, el otro líder de la revolución rusa, un hombre nada inclinado al sentimentalismo, quien dijo: “Cuando uno se da cuenta de que Lenin pudiera morir, parece como si todas nuestras vidas fueran inútiles y perdiera uno el deseo de vivir”.

Para volver al hilo de mis recuerdos de Lenin antes de la gran revolución: en Ginebra, Lenin y yo trabajamos juntos en la junta editorial del periódico Adelante y después en El Proletario. Lenin era un buen hombre con quien trabajar como editor. Escribía muchísimo y fácilmente, como ya he mencionado, y tenía una actitud muy consciente hacia el trabajo de sus colegas: frecuentemente los corregía, les daba consejos útiles y se deleitaba con cualquier artículo talentoso y convincente.

Durante el primer período de nuestra vida en Ginebra hasta enero de 1905, pasamos la mayor parte del tiempo en disputas internas de Partido. En esta cuestión yo estaba asombrado por la profunda indiferencia de Lenin hacia toda forma de escaramuza polémica. Le dio muy poca importancia a la lucha para captar a los lectores emigrados que apoyaban extensamente a los mencheviques. Dejó de asistir a varias solemnes reuniones de discusión y tampoco hizo ningún esfuerzo por sugerirme que yo fuese a ellas. Él prefería que yo empleara mi tiempo en escribir largos artículos y ensayos.

En su actitud para con sus enemigos no había sentimientos de rencor, sin embargo era un adversario político cruel, que aprovechaba cualquier fallo que tuvieran aquellos y exageraba toda insinuación de oportunismo ―en lo cual, entre paréntesis, estaba completamente acertado, porque más tarde los mismos mencheviques iban a avivar las antiguas chispas hasta convertirlas en una enorme llamarada de oportunismo. Nunca especuló con la intriga, aunque en la lucha política desplegó todas las armas excepto las sucias. Debo señalar que los mencheviques se comportaron exactamente de la misma forma. Las relaciones entre las facciones fueron en todo caso bastante malas y no había muchos que, siendo adversarios políticos en aquel entonces, fueran capaces de mantener cierta clase de relaciones personales normales. Para nosotros, los mencheviques se habían vuelto enemigos. Dan, en particular[25] envenenó la actitud de los mencheviques hacia nosotros. Lenin siempre sintió antipatía por Dan, mientras que siempre simpatizó con Martov, y aún simpatiza,* pero siempre lo consideró, y todavía lo considera, pusilánime políticamente y propenso a perder de vista los objetivos principales en su fino teorizar político.

Cartel de Dimas González, 1972, ICAIC.

Con el avance de los acontecimientos revolucionarios, las cosas cambiaron considerablemente. Primero comenzamos a obtener una especie de superioridad moral sobre los mencheviques. Fue entonces que los mencheviques emplearon firmemente la consigna: adelántate a la burguesía y lucha por alcanzar una constitución o, a lo sumo, una república democrática. Nuestra actitud de ser técnicos de la revolución, como alegaban los mencheviques, estaba atrayendo una significativa proporción de la opinión de los emigrados, en particular la de los jóvenes. Caminábamos ahora por terreno firme. En aquellos días Lenin estaba magnífico. Con el mayor entusiasmo presentó un proyecto de lucha revolucionaria despiadada para el futuro, y partió para Rusia lleno de pasión.[26]

En esta ocasión fui a Italia, debido a mi poca salud y fatiga, y solo mantuve contacto con Lenin a través de una correspondencia que se limitaba en gran parte a asuntos de política práctica concerniente a nuestro periódico.

Después me reuní con él en Petersburgo. Me veo obligado a decir que este período de la actividad de Lenin, en 1905 y 1906, me parece que ha sido de una relativa ineficacia. Por supuesto, aun entonces él escribió un considerable número de artículos brillantes y continuó siendo el líder de lo que era políticamente el más activo de los partidos, los bolcheviques. Lo observé de cerca a todo lo largo de ese período, porque fue entonces que yo había comenzado a hacer un minucioso estudio, basado en buenas fuentes, de las vidas de Cromwell y Danton. Al tratar de analizar la psicología de los “líderes” revolucionarios, comparé a Lenin con figuras como estas, y quería saber si Lenin era un líder revolucionario tan genuino como parecía ser. Comencé a sentir que la vida de emigrado había reducido en algo la estatura de Lenin, que para él la lucha interna del partido con los mencheviques había ensombrecido la lucha mayor contra la monarquía y que tenía más de periodista que de verdadero líder.

Fue doloroso para nosotros el escuchar que las discusiones con los mencheviques para definir los límites precisos entre ambas facciones todavía se llevaban a cabo mientras Moscú estaba postrado por los efectos de una insurrección armada sin éxito. Además, como Lenin temía ser arrestado, solo hizo raras apariciones como orador; que yo recuerde, solo lo hizo en una ocasión, bajo el seudónimo de Karpov. Fue reconocido y le prodigaron una magnífica ovación. Principalmente trabajó tras bastidores, y casi exclusivamente con su pluma y en varias reuniones de los comités de las ramas locales del Partido. En resumen, Lenin, a mi juicio, todavía estaba llevando a cabo la pelea más bien sobre la vieja escala de emigrado sin extender el trabajo a las proporciones más grandiosas que estaba asumiendo entonces la revolución. Sin embargo, todavía lo consideré corno la principal figura política en Rusia y comencé a temer que la revolución carecía de un verdadero líder de genio.

El hablar de Nosar-Jrustalev[27] era, por supuesto, ridículo. Todos nosotros nos dimos cuenta de que este “líder”, surgido tan repentinamente, no tenía ningún futuro. Sin embargo, el círculo en torno a Trotsky era más ruidoso y más resplandeciente, pero en aquel entonces lo considerábamos como un tribuno muy capaz, aunque un poco teatral, y no como un político de primera categoría. Dan y Martov hacían extraordinarios esfuerzos por continuar la lucha en el mismo corazón de la clase obrera de Petersburgo y, como siempre, la dirigieron contra nosotros, los bolcheviques.

Pienso ahora que la revolución de 1905-1906 nos cogió algo desprevenidos y que carecíamos de verdadera habilidad política. Fue nuestro trabajo posterior en la Duma, nuestro trabajo posterior como emigrados, tratando de convertirnos en políticos prácticos, entendiéndonos con los problemas de una política genuinamente nacional, a lo cual, estábamos más o menos convencidos, retornaríamos tarde o temprano; fue esto lo que se agregó a nuestro desarrollo interno, lo cual alteró completamente nuestra forma de abordar la cuestión de la revolución cuando la historia nos llamó de nuevo. Esto es especialmente verdadero para Lenin.

No vi a Lenin mientras estuvo en Finlandia,[28] cuando se escondía de las fuerzas de la reacción. Lo volví a ver en el extranjero, en el congreso de Stuttgart.[29] Allí, él y yo estuvimos particularmente unidos, aparte del hecho de que estábamos constantemente conferenciando juntos como resultado de que el Partido me había confiado una de las tareas más vitales en el Congreso. Tuvimos un número de discusiones políticas importantes más o menos en privado, en las cuales aquilatábamos las perspectivas de la gran revolución social. Sobre este tema Lenin era por lo general más optimista que yo. Yo consideraba que los acontecimientos se desarrollarían con más lentitud, que evidentemente tendríamos que esperar a que el capitalismo fuera establecido en los países asiáticos, que el capitalismo todavía tenía unos cuantos cartuchos en su cartuchera y que no podríamos ver una verdadera revolución social hasta nuestra vejez. Sin lugar a dudas, esta perspectiva inquietaba a Lenin. Cuando le expresé mis argumentos noté una verdadera sombra de angustia que cruzó por su poderoso e inteligente semblante, y me di cuenta de cuán apasionadamente este hombre deseaba no solo ver la revolución durante su vida, sino esforzarse por crearla. No obstante, aunque rehusó el estar de acuerdo conmigo, estaba preparado evidentemente para hacer una confesión realista de que esto sería una tarea dificultosa y habría que actuar de acuerdo con ella.

Lenin llegó a poseer el mayor discernimiento político, lo cual no es sorprendente. Tiene la facultad de elevar el oportunismo hasta un grado de genio, con lo que me refiero a la clase de oportunismo que puede emplearse en el momento preciso y que él siempre sabe cómo explotar para el invariable objetivo de la revolución. Mientras Lenin estaba dedicado a su gran trabajo durante la revolución rusa, mostró algunos ejemplos de su brillante calculismo y manifestó esto en su último discurso en el 4to. Congreso de la Tercera Internacional,[30] un discurso singularmente interesante en la materia y en el cual describió lo que puede ser llamado como la filosofía de la táctica de retirada. Danton y Cromwell tenían esta misma facultad.

Debo agregar de paso, que Lenin fue siempre muy tímido e inclinado a permanecer en las sombras durante los congresos internacionales, posiblemente porque no tenía confianza en su conocimiento de los idiomas ―aunque habla buen alemán y tiene suficiente dominio del francés e inglés―. A pesar de esto solía limitar a unas pocas frases sus declaraciones públicas en los congresos. Esto ha cambiado desde que Lenin se consideró, primero vacilantemente y después incondicionalmente, el líder de la revolución mundial. En la época de Zimmerwald y Kienthal[31] en la que yo no estuve presente, Lenin junto con Zinoviev, aparentemente pronunció varios discursos importantes en idiomas extranjeros. Durante los congresos de la Tercera Internacional pronunció frecuentemente largos discursos y se negó a que fueran traducidos por los intérpretes, en cambio generalmente él mismo pronunciaba el discurso primero en alemán y después en francés. Siempre lo hizo con mucha fluidez y expresó sus pensamientos clara y concisamente. Entonces me conmovió mucho un pequeño documento que vi recientemente entre las exhibiciones del museo Moscú Rojo. Era un cuestionario, lleno por la propia mano de Vladimir Ilich. Frente a la pregunta “¿Tiene Ud. un fluente conocimiento hablado de cualquier idioma extranjero?” Ilich había escrito firmemente: “Ninguno”. Una pequeñez, pero algo que ilustra perfectamente su extraordinaria modestia. Esto será apreciado por alguien que haya presenciado las tremendas ovaciones que los alemanes, franceses y otros europeos occidentales le han tributado a Lenin después que ha pronunciado discursos en lenguas extranjeras.

Me alegro mucho de que nunca estuve implicado personalmente en nuestra larga disputa política con Lenin. Me refiero al episodio cuando Bogdanov, yo mismo y otros adoptamos una desviación izquierdista y formamos el grupo Adelante[32] en el cual discrepamos erróneamente con Lenin sobre su evaluación de la necesidad del Partido para explotar las posibilidades de la acción política legal durante el gabinete reaccionario de Stolypin.

Durante ese período de discrepancia Lenin y yo no nos vimos nunca. Yo estaba muy alterado por la crueldad política de Lenin cuando esta era dirigida contra nosotros. Ahora creo que mucho de lo que dividió a los bolcheviques y a los adelantistas fue simplemente producto de malentendidos e irritaciones de la vida del emigrado, completamente aparte, por supuesto, de nuestras muy serias diferencias de opinión sobre cuestiones filosóficas; después de todo no había ninguna razón para una separación política entre nosotros, porque ambos representábamos imágenes de un mismo punto de vista político. En aquel entonces Bogdanov estaba tan molesto que predijo que inevitablemente Lenin saldría del movimiento revolucionario, y hasta trató de demostrarnos a la camarada E. K. Malinovskaya[33] y a mí que Lenin terminaría como un Octubrista.[34]

Sí, ciertamente Lenin llegó a ser un Octubrista. ¡Pero qué octubre ese tan distinto!

Me gustaría agregar lo siguiente a esta rápida observación: a menudo he colaborado con Lenin en la redacción de resoluciones de todas las clases. Por lo general esto era hecho colectivamente, en tales ocasiones a Lenin le gustaba el trabajo cooperativo. Recientemente fui llamado para acometer un trabajo similar sobre la redacción de la resolución para el 8vo. Congreso[35] sobre la cuestión campesina.

El mismo Lenin siempre es extremadamente mañoso en tales ocasiones; rápidamente encuentra las palabras y frases apropiadas, las considera desde cada ángulo y algunas veces las rechaza. Siempre agradece cualquier ayuda. Cuando alguien se las arregla para acertar exactamente en la fraseología correcta, Lenin dirá, en tales casos “Eso es, eso es, bien dicho, dicte eso”. Si cree que algunas palabras son dudosas, clavará la vista en el espacio, reflexionará y dirá: “pienso que sonaría mejor de esta forma”. Algunas veces, luego de haber aceptado risueñamente alguna objeción crítica, modificará la redacción que él mismo había puesto anteriormente con toda confianza. Bajo la dirección de Lenin, esta clase de trabajo marcha siempre con extraordinaria rapidez y de manera algo alegre. No solo su mente funciona al máximo de tensión, sino que estimula las mentes de otros hasta el grado más alto.

No añadiré nada más a lo presente en estos recuerdos míos, los cuales forman ampliamente mis impresiones de Vladimir Ilich en el período comprendido antes de la revolución de 1917. Naturalmente, tengo un caudal de impresiones y opiniones en lo concerniente a su genio absoluto en la dirección de la revolución rusa y mundial, que fue la contribución de nuestro líder a la historia.

No he renunciado a la idea de escribir un retrato político más completo de Vladimir Ilich sobre la base de esa experiencia. Por supuesto, hay toda una serie de nuevas características que han enriquecido mi opinión de él durante estos últimos seis años de nuestro trabajo en común, nada de lo cual, sea dicho, contradice las que he señalado, pero que constituyen nuevos testimonios directos de su personalidad. Pero ya habrá tiempo para dibujar tal retrato amplio y comprensivo.

Aquellos camaradas que puedan desear la reedición de estas páginas del primer volumen de La Gran Revolución (al cual solo le he hecho ligeras correcciones editoriales), siento que no se equivocarán al creer que mi trabajo también ocupa un lugar de cierto valor en la historia de Rusia y del mundo moderno, lo cual siempre ha tenido en nuestro país un gran interés entre los más amplios círculos.


Notas:
[1] Axelrod: Pavel Borisovich Axelrod (1850-1928). Seudónimo de Pinjas Boruch Axelrod. Viejo teórico marxista. Uno de los fundadores del grupo Liberación del Trabajo, 1883. Se convirtió en menchevique después de la división del partido en1903.
[2] Un libro: Se refiere al trabajo de Lenin El contenido Económico del Populismo su crítica en el libro del Sr. Struve, publicado en una colección de artículos marxistas, San Petersburgo, 1895.
[3] “Tulin”: “K. Tulin” fue el primer seudónimo de Lenin, el cual usó entre 1895 y 1900.
[4] Struve: Piotr Berngardovich Struve (1870-1944). Uno de 108 primeros teóricos marxistas rusos. Aunque redactó el primer manifiesto del Partido Socialdemócrata ruso en 1898, Struve cambió su política en 1902 y se unió al Partido Liberal Kadete. Durante la guerra civil, fue ministro de relaciones exteriores del gobierno “blanco” de Wrangel en Crimea. Murió en París.
[5] Tugan-Baranovsky: Mijail Ivanovich Tugan Baranovsky (1865-1919). Profesor de Economía en la Universidad de San Petersburgo. Marxista “legal”. En 1918 fue ministro de finanzas en el breve gobierno ucraniano de Hetman Skoropadsky.
[6] Krasnoyarsk: Tercera ciudad más grande de Siberia, en la vertiente superior del río Yenisei, al sur de Siberia Central. A partir de febrero de 1897 Lenin pasó sus primeros tres meses de exilio siberiano en Krasnoyarsk.
[7] Martov: Julii Osipovich Tsederbaum, alias Martov (1873-1923).
[8] Potresov: Alesandr Nikolayevich Potresov (1869-1934). Uno de los primeros socialistas rusos, colaboró con Lenin en los primeros días del periódico del Partido La Chispa (Iskra), Se convirtió en menchevique del ala derecha después de la revolución de 1905, pero rompió con los mencheviques después de 1917 por ser insuficientemente vigorosos en sus oposiciones contra los bolcheviques. Emigró en 1927.
[9]Sobre el Desarrollo del Capitalismo en Rusia: Publicado en San Petersburgo en 1899.
[10] Narodnik: Nombre aplicado al movimiento socialista agrario ruso no marxista de la última mitad del siglo diecinueve. Basó sus teorías de reforma en el sistema de posesión comunal de tierra de los campesinos rusos. Empleó el terrorismo como arma política.
[11] 2do. Congreso: Segundo Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, celebrado en Bruselas y Londres, en 1903, en el cual ocurrió la separación que dividió el partido en bolchevique y menchevique.
[12] Iskra: La Chispa, periódico del partido de los socialdemócratas rusos, de cuya junta editorial fue miembro Lenin desde diciembre de 1900 hasta octubre de 1903.
[13] Plejanov: Georgii Valentinovicb PIejanov (1857-1918).
[14] Zasulich: Vera Ivanovna Zasulich (1851-1919). Comenzó su carrera política como Narodnik. Teniendo diecisiete años, intentó asesinar a Trepov, gobernador militar de San Petersburgo. Fue capturada pero absuelta, y se le permitió escapar al extranjero. Se convirtió en marxista a principios de la década de 1880 y fue uno de los primeros miembros del partido socialdemócrata ruso.
[15]La Causa de los Obreros: Primer periódico socialdemócrata en Rusia. Desde 1898 hasta 1903 representó a la agrupación oficial del partido socialdemócrata en el exilio. La “lucha” a que se hace referencia fue entre La Causa de los Obreros LaChispa por el reconocimiento como órgano oficial del partido.
[16] La primera cláusula del Estatuto del Partido: La redacción de esta cláusula, la cual definió la clase de miembros del Partido, fue uno de los puntos de diferencia más agudos entre Lenin y Martov en la separación del Partido socialdemócrata ruso en las facciones bolchevique y menchevique.
[17] Aquellos exiliados en Vologda: Se refiere al mismo Lunacharski, quien estuvo exiliado en Vologda desde 1900 hasta 1902. Vologda, una ciudad en la Rusia Europea septentrional, aproximadamente a mitad de camino entre Moscú y Arcángel.
[18] A. A. Bogdanov: Alexandr Alexandrovich Malinovsky alias Bogdanov (1873·1928). Filósofo, sociólogo, economista, cirujano. Ingresó en el partido socialdemócrata en la década de 1890, se convirtió en bolchevique a la separación del partido en 1903. Llegó a ser líder del grupo “Adelante” de la izquierda bolchevique. Sirvió durante la Primera Guerra Mundial como médico del ejército. Después de 1917, aunque entonces fuera del partido bolchevique, tuvo influencia como ideólogo comunista algo heterodoxo y como teórico del movimiento Cultura Proletaria. Después, en 1923, se dedicó a la medicina; murió durante un experimento que se practicó a sí mismo.
[19] Kamenev: Lev Borisovich Rosenfeld, alias Kamenev (1883-1936). Ingresó en el Partido socialdemócrata en 1901bolchevique en 1903. Asociado íntimo de Lenin. Fue arrestado y exiliado en Siberia en noviembre de 1914. Libertado en febrero de 1917. Durante los preparativos de la insurrección de octubre, difirió con Lenin y junto con Zinoviev denunció en el periódico de Gorki los preparativos de la insurrección. Presidente del Comité Central Ejecutivo de los Soviéticos. Desde 1926-27 fue embajador soviético en Italia. Fue condenado y ejecutado durante los procesos de 1936.
[20] Krizhanovski: Gleb Maximilianovich Krizhanovski (1872-?). Se convirtió en marxista en 1891. Graduado de San Petersburgo como ingeniero en 1894. Uno de los primeros bolcheviques. En 1895 fue arrestado y desterrado a Siberia. Emigró a Múnich en 1901, colaboró en el periódico Iskra. Electo para el Comité Central del Partido socialdemócrata en el 2do. Congreso en 1903. Fue uno de los organizadores de la huelga ferroviaria durante la revolución de 1905. Miembro del Soviet de Moscú en 1917. Creó el plan para la electrificación de Rusia. Fundó y dirigió el Gosplan (Comisión Estatal de Planificación) desde 1921 hasta 1930. Vicepresidente de la Academia de Ciencias de la URSS.
[21] El órgano central del Partido: En 1904, en Ginebra, Lunacharski contribuyó editorialmente con el periódico de los bolcheviques Adelante; después del 3er. Congreso del Partido en 1905, Adelante fue clausurado oficialmente y reinaugurado inmediatamente bajo el nombre El proletario. El llamarle el órgano oficial del partido tiene un poco de sofistería, porque fue un periódico de la facción bolchevique.
[22] El escultor Aronson: Naum Aronson. Nacido en Kieslavka, Ucrania. Escultor rusosemita cuya obra más famosa es el monumento a Beethoven en Bonn. Se le otorgó medalla de oro en Líege, en 1906. Su busto de Lenin fue exhibido en el pabellón soviético durante la·Feria Mundial de París en 1937.
[23] El retrato de Verlaine hecho por Carriere: Eugenio Carrière (1849-1906). Pintor y escultor francés.* Al releer estas líneas ahora, en marzo de 1923, cuando Lenin está gravemente enfermo, estoy obligado a confesar que ni él mismo ni nosotros lo cuidamos lo suficiente. No obstante, estoy convencido de que la constitución hércules de Vladimir lIich rebasará esta enfermedad y que en un breve lapso volverá a la dirección del partido comunista de Rusia, así como también a la de Rusia.
[24] Las Bandas de las Centurias Negras: Nombre dado por sus adversarios a las organizaciones extremistas, protofascistas del ala derecha a comienzos del siglo veinte en Rusia. Hizo el primer uso extensivo del “Pogrom” como una forma de terror antisemítico organizado.
[25] Dan en particular: Fiodor Ilich Gurvich, alias Dan (1871-1974). Se casó con la hermana de Martov. Ingresó en el Partido Socialdemócrata en 1894. Se convirtió en menchevique en 1903. Compartió con Martov la dirección de la facción menchevique hasta después de octubre de 1917. Más tarde emigró y murió en Nueva York.*El día que estaba leyendo la prueba final de este “perfil” llegaron las noticias de la muerte de Martov.
[26] Partir… para Rusia: Lenin llegó a San Petersburgo el 21 de noviembre de 1905.
[27] Nosar-Jrustalev: Georgii Stepanovich Nosar-Jrustalev (1879-1919). A veces se le cita como “Jrustalev-Nosar”. Primer presidente de los Diputados de los Obreros de San Petersburgo durante la revolución de 1905. Se convirtió en menchevique en 1907. Dejó la política y se convirtió en periodista de la prensa del ala derecha. Encabezó la efímera República de Jrustalev en Ucrania durante la Guerra Civil. Fusilado por los bolcheviques.
[28] Finlandia: Para evadir la policía zarista, Lenin fue a Finlandia en enero de 1907, donde pasó cuatro meses en Kuokkala,
[29El Congreso de Stuttgart: Congreso de la Segunda Internacional socialista, celebrado en 1907.
[30] El Cuarto Congreso de la Tercera Internacional: Celebrado en 1922·en Moscú. La Tercera Internacional fue el movimiento internacional comunista dominado por los bolcheviques, usualmente conocido como el “Comintern”, llamado así para distinguirlo de la Segunda Internacional o “socialista”.
[31] Zimmerwald y Kienthal: En setiembre de 1915 algunos socialistas, incluyendo algunos bolcheviques y mencheviques del Partido Ruso que, difiriendo de sus colegas socialistas, quienes habían apoyado los esfuerzos militares de sus respectivos países durante la guerra, organizaron una conferencia antibélica en Zimmerwald, Suiza. Lenin participó y adoptó una posición antibélica de izquierda. Una segunda conferencia similar (llamada la segunda conferencia de Zimmerwald) se celebró en abril de 1916 en Kienthal. La actitud extremista de Lenin fue apoyada vigorosamente y resultó en un manifiesto instando a la clase obrera europea a detener la lucha entre sí y dirigirla contra sus exploradores capitalistas.
[32] El grupo Adelante: Subfacción radical de los bolcheviques fundada por Bogdanov, Lunacharski y Gorki en 1909. Inspirado ideológicamente por Bogdanov, discrepó con Lenin sobre las tácticas de participación en la Duma. El grupo pronto perdió significado político y Lunacharski volvió al bolchevismo ortodoxo en 1917.
[33] E. K. Malinovskaya: Esposa de A. A. Bogdanov (Malinovsky).
[34] Octubrista: Partido político ruso de los liberales del ala derecha, formado en 1903, dirigido por A. I. Gushkow y M. V. Rodzyanko. Título adoptado del Manifiesto Imperial del 17 de octubre de 1905 concediendo una constitución.
[35] El Octavo Congreso: Congreso del partido bolchevique que se realizó en marzo de 1919. Su resolución más importante decretó la separación del Partido y las organizaciones de los Soviets.