Sin cansancios ni temores. Ballet Contemporáneo de Camagüey

Roberto Pérez León
3/9/2018

Qué bien que el Ballet Contemporáneo de Camagüey haya estado en el teatro Mella con un programa concierto tan definido. Simple. Rotundo. Tenaz en su simpleza. Rotundo en la representación de una danza plenamente disfrutable sin los recovecos de lo intelectivo indiscernible.

El Ballet Contemporáneo de Camagüey muestra floración plástica en las imágenes que configuran los discursos coreográficos. Persistentes búsquedas de lo lúdico y lo festivo sin gratificación fácil. Participamos de una experiencia estética singular con esta Compañía que tiene la dirección general de Yaylín Ortiz Clavería, maestra inteligente que sabe encontrar y significar dinámicas desde otras geometrías.

Ballet Contemporáneo de Camagüey
Foto: acn.cu

 

El nuevo nombre del colectivo danzario camagüeyano denota una decisión clara, sin subterfugios denominativos. De Ballet Contemporáneo Endedans a Ballet Contemporáneo de Camagüey. Endedans podría contener un compromiso implícito con lo más clásico. Ahora, sin predominios, se modaliza el sentido de acuerdo a una sucesión y no en intermedios entre una cosa y la otra.

La agrupación en este programa concierto muestra un espacio de flujos configuracionales para una enunciación que propicia eventos que parecieran irreconciliables. Cuando se trata de ballet y de danza casi siempre ha habido límites rígidos más que superficies permeables. Y ahora que nos vengan con un ballet contemporáneo y se despliegue una multiespacialidad y se traspasen las demarcaciones impuestas, además con obras bien hechas, nos parecerá una especie de manotazo. Pues sí. El trabajo de esta Compañía, por su autenticidad, nos da el manotazo para que nos demos cuenta de que Cuba tiene una compañía de ballet que no es precisamente clásica y tampoco moderna ni contemporánea de manera ortodoxa.

Lo contemporáneo ya no es solo lo del presente, es también un estilo, una manera de afrontar la danza. Cuando tiene el agregado de ballet pareciera que se trazaran caminos paralelos. Pero la danza ya no tiene que ser de una manera especial. El trastorno es el motor. Y que nadie se asombre.

Nuevos criterios perceptivos son precisos para disfrutar las estrategias compositivas del programa que han traído los camagüeyanos. Es notable la búsqueda y el encuentro de una valencia estilística que no es común entre nosotros.

Con lo que he visto en este programa me doy cuenta de que en el Ballet Contemporáneo de Camagüey se está desarrollando un criterio que poco a poco podrá ser un mecanismo reconocible: el espacio escénico se reorganiza; la arquitectura de la luz es diegética; los movimientos corporales no reemplazan actitudes, sino que ellos mismos son expresivos por su naturalización coreográfica; se descartan modelos compositivos y se indaga en la naturaleza misma de la danza; sin imperativos estilísticos se alcanzan bosquejos para una ideología danzaría no exclusivista.

Pedro Ruiz coreografía y además asume la dirección artística donde se decidió la práctica performativa entre un reglado diseño de luces, un parco diseño de vestuario y una música que ilustra mucho. La factura general del espectáculo tiene el tejido que corresponde al despliegue de sistemas significantes precisos para conducir a una producción de sentido global a través de sucesiones: ideas que decoran, artificios sensuales, distancias y plenitudes, direcciones espaciales, meticulosa emotividad, elegante artificialización gestual.  

Pedro Ruiz es un coreógrafo transparente, sin tapujos ni medias tintas. Su trabajo coreográfico no tiene atolladeros. De punta a cabo el programa concierto que ha tenido lugar en el Teatro Mella es una declaración de la satisfacción que siente el coreógrafo por lo que hace con la Compañía. También el reconocimiento de la Compañía por tener un conductor tan franco en sus planteamientos estéticos. Todo ello se traduce en una expresión del movimiento como natural enunciación danzaria.

En el trabajo coreográfico de Ruiz hay hibridez en la disciplina y una cierta entropía estética experimental. No hay exclusiones. Las articulaciones compositivas muestran una dialéctica en la tecnología de la expresión. Se conforma un collage de estilos danzarios formalmente distantes dentro de un propósito absolutamente ajeno a ellos. Hay un relato sin imperativos, sin aniquilaciones ni restricciones estilísticas.

Pedro Ruiz sabe muy bien en lo que anda con el Ballet Contemporáneo de Camagüey, donde podemos identificar rasgos de más de una tendencia danzaría. Queda clara la preponderancia neoclásica aderezada con la fortaleza de lo moderno con toques suaves de lo contemporáneo. Ocurre la espacialización incesantemente dinámica del discurso coreográfico como tejido textual de la expresión de diferentes modos de ritmos. Enseguida nos damos cuenta de que se desarrolla un suceso creador sin fronteras ni amarres conceptuales.

Pedro Ruiz, desde su poética, nos ayuda a librarnos de la suntuosa pureza de lo clásico y de todo lo demás. Es sabroso disfrutar de una narratividad de cuerpos que se desatan y ordenan en las singularidades de la fragmentación, el impulso, la contención y transformación de energías, el devenir del impresionismo y del expresionismo de escrituras dramáticas corporales. Se juntan lo grave y los alargados sueños para que resulten paisajes y posibilidades de otros paisajes de un logos gravitante y sensualizado.

Así son los paisajes de las tres obras que conforman el programa concierto de esta visita de los danzantes camagüeyanos.

Retratos en tus ojos es una apoteosis con hallazgos formales deliciosos. Se enfatizan acciones. Se alcanza una performatividad colectiva de armonía caprichosa. Hermoso trabajo. Los danzantes andan sobre una partitura coreográfica leal al cuerpo. Convencen.

Más allá del mar es un estreno mundial, vibra con la rítmica y la tonalidad que llega desde otros rumbos. Se componen masas corales de movimientos sucesivos, sincrónicos, causados por un juego laborioso. Después de haber visto la obra me enteré que Ruiz se había inspirado en la mediterránea isla italiana de Sardinia, específicamente en su vendimia y el mundo de las rutinas del trabajo en la recolección de frutos. No me hizo falta conocer eso. La imagen audible de una música poderosa, lo súbito de una voz que canta y la danza bajo un cielo de bombillos de verbena declaraban que aquello era un encuentro, un convite entre el hombre y la naturaleza. Sin pausa, pero sin prisa va desarrollándose esta obra de serena vivacidad y enfático carácter en el movimiento de los cuerpos que parece invitarnos a danzar también. Me encantó.

El programa se cierra con el estreno en Cuba de Club Habana, velado homenaje al Buena Vista Social Club. La agrupación musical camagüeyana Musicoba toca con contundente sonoridad lo más representativo de aquéllas victrolas cubanas de antes de la digitalización. Los bailes tradicionales se replantean desde una invención coreográfica sustentada en la fineza de la cubanidad como espesor de lo cubano. Desde la estilización del ballet y la danza, con otras visitaciones, esta pieza se sobrepone a la tentación de lo “very typical” y revalora lo sensual de nuestro meneo caribeño. 

En las obras que ha traído el Ballet Contemporáneo de Camagüey los bailarines y las bailarinas conforman una unidad donde los cuerpos son concluyentes, sin problematizaciones. Cuerpos sin cansancios ni temores.