Sin guionistas, estamos perdiendo el juego y por nocaut

Paquita Armas Fonseca
31/10/2018

Para Amílcar Salatti González estudiar veterinaria fue una necesidad sentimental, porque vio morir a unos cachorritos, pero tenía otra urgencia: escribir. ¡Y qué bueno que ayuda a saciar esas ansias!

A él se le deben guiones de diversos géneros, una parte en coautoría, como las teleseries SOS Academia, De amores y esperanzas (1ra temporada) y Zoológico; la telenovela Latidos Compartidos y la cinta Bohemio Natural. En solitario ha escrito para los filmes Esteban, Inocencia y Línea Roja; y los telefilmes Extravíos, Los colores de la vida, Sacrificio, OH, A solas, Madeja para seis y Desencuentro, por los que ha recibido diversos premios nacionales e internacionales.

También son suyos los guiones de Patrulla 444 y UNO (las tres temporadas) y el de Entrega, telenovela en producción. Como puede notarse, apenas ha parado de escribir en los últimos tiempos.

 ¿Cuáles fueron tus lecturas preferidas de niño?

Las aventuras y los policiacos. Me “comía” todos los libros de Emilio Salgari, Julio Verne, Agatha Christie, etc., etc. No había Internet, solo dos canales de televisión, así que por suerte uno de los mejores entretenimientos era leer.

 ¿Y actualmente lees o ves propuestas audiovisuales?

Trato de no perder la costumbre de leer, aunque ya no tanto el género aventura. Leo mucha ficción, ensayos, cosas históricas… Ahora intento buscar lecturas que apoyen mi profesión como guionista. Muchas veces la literatura te pone en caminos que no imaginas y te despierta ideas y sensaciones que se pueden aprovechar en la escritura de guiones. Ver audiovisuales, sobre todo series y filmes, es parte de mi trabajo y también le dedico horas. Aunque trato de equilibrar un 50-50, en los últimos años veo más de lo que leo, la verdad.

 ¿Por qué estudiaste veterinaria? ¿Te atreves aun a cuidar algún animalito?

Porque tuve varios perritos que fallecieron a manos de veterinarios no muy hábiles, y me tomé la pérdida a título personal y decidí estudiar la carrera. Creo que esos malos momentos de perder varias mascotas seguidas, fue el impulso. Me gustó la carrera, la disfruté, pero después la vida me llevó por otro rumbo, y no creo que sea saludable para ningún animalito depender de mis cuidados. A mi perra yo la llevo al veterinario, aunque parezca una ironía.

 ¿Cuál fue el primer guión que escribiste? ¿Por qué guiones y no otros géneros?

Lo primero que escribí fue el guión para un largometraje, Que mal día por dios, que fue Premio Cine Plaza en el 2005 y que nunca se ha rodado. Un guión un poco loco, pero que con el premio me dio el impulso para seguir intentándolo. Creo que me atreví con los guiones porque entré a la TV como microfonista y obligatoriamente me tenía que leer las escenas y me pareció algo que podía intentar. La literatura es un lenguaje completamente diferente y con el que creo nunca me atrevería. Le tengo demasiado respeto.

 En Zoológico, UNO, Patrulla 444 y De amores y esperanzas fuiste coguionista. ¿Es común que se trabaje en Cuba con más de un escritor? ¿Se acerca a lo que se realiza en otras latitudes?

Me parece que la co-escritura se va volviendo cada vez más frecuente en Cuba, sobre todo en proyectos largos. Y en mi opinión es lo más saludable. Un solo escritor ralentiza un proceso que se supone que debe ser lo más rápido posible y con calidad. Además, cuando somos más, aparecen más ideas. Eso evita que uno se repita, sobre todo cuando haces telenovelas y series que llevan códigos muy reconocibles y que, dentro de esos códigos, uno debe buscar caminos menos trillados, esos caminos son más sencillos de encontrar entre varios. Ahora, a pesar de esto, no creo que estemos cerca del estilo y el ritmo de trabajo en otras partes del mundo.

 Pienso que en la actualidad, en las series que vemos del exterior, hay un grupo de guionistas. ¿Por qué no se hace así en Cuba?

En otros países hay una figura establecida que es el showrunner, la cabeza de proyecto, y el que da la última versión de cada guión para evitar que se note la “autoría” de los diferentes guionistas que trabajan en el proyecto, o que los personajes se pierdan, entre otros deslices. En resumen, es el tipo (o tipa) que más sabe del proyecto y casi siempre el “creador”. Aquí eso no existe y a veces se nota que son varias manos las que escriben; además no hay muchos guionistas, y encontrar varios que tengan una estética similar y la misma disciplina para cumplir los plazos, es difícil.

Tampoco hay escuela de guion en Cuba. No cuento la Escuela Internacional de Cine de San Antonio, porque ningún graduado de allí termina en la TV. Los escritores vienen en su mayoría del teatro, autodidactas, veterinarios (ríe), etc. Y escribir para la TV, sobre todo ficción, lleva un proceso de ver tus cosas realizadas y aprender de lo que no funcionó y de lo que sí, y ese proceso no es corto. El dramatizado ahora mismo está muy, pero que muy deprimido, en la TV. Si no hay espacios para que los escritores se desarrollen, crezcan, entonces no se puede lograr que haya gente con experiencia, de calidad, estimulados para afrontar proyectos que terminen en buen puerto, y evitar decepciones.

 Si no se estudia en ningún lado, ¿cómo se aprende a escribir un guión?

Ya se lo decía. Se aprende sobre la marcha, dándose golpetazos. En mi caso, empecé en una época cuando aún se hacían muchos dramatizados (telefilmes para adultos y para jóvenes, telecuentos, series, policiacos, novelas) y eso me dio la posibilidad de desarrollarme con relativa rapidez. Ver qué no funcionaba, por qué, si era mi culpa o del resto del proceso (es decir: dirección, casting, banda, edición etc.). Ese es el camino, y pienso que es un error que sea de esa manera. Los guionistas son el punto de partida de un audiovisual y si no existen, si no hay un sitio donde formarlos, y después otro donde puedan desarrollarse… estamos perdiendo el juego y por nocaut. Las series extranjeras buenas, malas y regulares nos seguirán robando el público porque no contrarrestamos con propuestas de calidad, y esas propuestas de calidad empiezan por uno o varios guionistas. Para colmo, no creo que la TV cuide mucho a sus guionistas…

 La mayor parte de las obras en las que trabajas alcanza el favor del público. ¿Qué condimento incluyes en lo que escribes para conseguir tal resultado?

Gracias por eso que has dicho… Yo creo que es buscar la emoción pero sin llegar a la sensiblería. Y hablar de cosas importantes sin llegar a intelectualizar. En resumen: es buscar el corazón del público con sinceridad. Pienso que hay que estar al tanto de la gente, de lo que le preocupa, le interesa o le emociona, y de lo que no, de los sueños generacionales… Quizás por ahí es que he logrado esos resultados que usted me atribuye. También, en algunos de los proyectos, una dosis de humor bien colocada puede hacer funcionar mejor la cosa. A mí, en lo particular, me gusta que le gente se ría, y la mezcla de emociones en una historia me atrae muchísimo. Cuando ves algo que te hace llorar, reír, recapacitar, creo que el público sale alimentado, espiritualmente hablando. Y no quiero llevarme yo todo el crédito… Mis mejores proyectos han tenido detrás directores que han sabido llevar el hijo de uno hasta un lugar seguro, a pesar de las difíciles condiciones con que se trabaja en la TV, y eso tiene todo mi respeto y admiración. Alejandro Gil, Roly Peña, Yoel Infante, Miguel Sosa, Richard Abella… han cumplido a cabalidad su rol y ahí están los resultados.

 Con Esteban, un telefilme que mutó a película para la sala oscura, te sumerges en el melodrama. ¿Cómo trabajar ese género sin que se vaya el punto justo de manipular el lagrimal?

 Esteban partía de una situación de por sí melodramática: “niño pobre que no puede alcanzar su sueño porque no tiene recursos”. Ya eso le pone la lágrima a casi todo el mundo al borde… Entonces la idea fue no pasarse en diálogos telenoveleros (sin que esto sea peyorativo), ni en mostrar una pobreza desoladora que metiera más el dedo en la llaga, ni giros dramáticos tremendistas; de alguna forma, los momentos simpáticos que hay, equilibran esa zona melodramática. En la premiere, con el Chaplin lleno, escuché risas y lágrimas y me tranquilicé, pues yo sentía el miedo de que fuera un “melodramón”, pero por suerte se quedó en el melodrama. En resumen, creo que es jugar con esa línea muy fina de no excederse con el “azúcar”, y parece que se logró.

 ¿Qué me adelantas de Inocencia, sin que nuestro amigo Alejandro Gil se ponga bravo?  ¿Qué esperas de ese filme?

 Inocencia es una película a la que tengo mucho amor. Admiro mucho a Alejandro por perseguir este proyecto durante tantos años y le voy agradecer de por vida el darme la oportunidad de ser su guionista. Es una historia que me permitió salir de la ignorancia histórica que tenemos muchos cubanos de nosotros mismos. Una historia hermosa, que pienso es lo más importante que he escrito, tanto a nivel dramatúrgico como a nivel de importancia social y cultural. Le tengo gran fe al proyecto, pero la última palabra la dirá el público. Estoy seguro de que abordé un suceso histórico de la manera más coloquial posible, donde esos ocho muchachos son héroes con virtudes y debilidades. Lo escribí dando todo lo que sé, con la esperanza de emocionar y de lograr que después que los cubanos vean la película, no reciban el 27 de noviembre como un día más, una fecha que, de tanto celebrar por celebrar, se vuelve un vacío del que nadie sabe a profundidad lo ocurrido. Espero que cuando los estudiantes de medicina desfilen el 27 de noviembre después de ser estrenada la peli, lo hagan con la emoción de haber visto a esos ocho muchachos encarnados en una historia que —aspiro— les toque el corazón y, entonces, pongan las flores con el respeto y el dolor que se merecen Anacleto y sus compañeros.

Creo que la película tiene una factura de gran calidad. Dirección, casting, arte, fotografía, edición… me parece que están muy, pero que muy bien, y ojalá no me ciegue la pasión. Mi anhelo, en silencio, es que Inocencia se convierta en una película que trascienda, que quede en la memoria colectiva. Que sea un homenaje a toda la Historia de este país, que merece más películas que aborden nuestro pasado sin panfleto ni dogmatismos, y sin abandonar nuestra inminente realidad, por supuesto, que es más que necesario abordarla.

Tomado de Cubahora