Social y los minoristas

Cira Romero
15/1/2016

La lujosa, aristocrática y elitista revista Social, concebida para exaltar el ego  de la aristocracia cubana, a través de cientos de páginas donde se reflejaron  los más diversos actos sociales —bodas, bautizos, cumpleaños, fiestas de fin de año, deportes, modas y un largo etcétera imposible de citar— fue eso, es cierto, pero mucho más, al punto de que al momento de hacer un rápido balance,ahora que se cumple el centenario de la salida de su primer número, no puede menos que causar asombro constatar a cuántos temas diversos dieron cabida en sus páginas los principales promotores que la gestaron.

Conrado W. Massaguer, director durante toda su existencia, extendida hasta agosto de 1933, el mismo mes de la caída del tirano Gerardo Machado, ocurrida el 12. Massaguer, además su principal ilustrador gráfico y caricaturista, y Emilio Roig de Leuchsenring, que en 1918 se hizo cargode la “parte literaria”, cargo denominado, posteriormente, “Director literario” animaron y dieron sustancia a esta extraordinaria publicación.Vale la pena traer a nuestros días lo que expresaron en el número inicial de enero de 1916:

He aquí, bella lectora o amable lector, el primer número de Social. Como la joven y tímida“girl” la noche de su “debut” en el gran mundo, así se presenta esta publicación, ruborosa, pero acicalada con sus mejores galas, dispuesta a conquistarte. En Cuba, donde somos pesimistas por idiosincrasia, se reciben las ideas nuevas, con un gesto de escepticismo, sobre todo si se trata de publicaciones de lujo como esta. A pesar de ello hoy aparece, animosa y dispuesta a triunfar, esta revista cubana, que no te atormentará con artículos de política de barrio, ni estadísticas criminales, ni crónicas de la Guerra Europea [la Primera Guerra Mundial había estallado en 1914] por “croniqueurs” a veinte millas del “fighntingfront”, ni disertaciones sobre las campañas de Sanidad o la mortandad de los niños. Social será una revista consagrada únicamente a describir en sus páginas por medio del lápiz o de la lente fotográfica, nuestros grandes eventos sociales, notas de arte, crónicas de modas, y todo lo que pueda demostrar al extranjero, que en Cuba  distamos algo de ser lo que la célebre mutilada, la sublime intérprete de “L’Aiglon” nos llamó hace algún tiempo.

Aclaremos: aludían a la célebre actriz francesa Sara Bernardth, quien, debido a un accidente, utilizaba una pierna artificial de gomay, según se ha dicho, durante su primera visita a Cuba en 1887 se refirió a los cubanos como “indios con levita”, frase que, al parecer, fue un mal entendido, pero suficiente para que la sociedad habanera de entonces le retirara su aprecio. La pieza de teatro citada, “L’Aiglon” es de la autoría del también francés EdmondRostard, basada en la vida de Napoleón II de Francia.

Fue tal apertura de la revista a materiales políticos provenientes de la izquierda la que contribuyó en gran medida a ampliar y a dar nuevos horizontes a un grupo de jóvenes intelectuales cubanos de ideas progresistas, a los que Roig de Leuchsenring le abrió las páginas que literariamente dirigía.

Lo prometido en este número inicial se cumplió con creces, utilizando como medio fundamental un despliegue fotográfico impresionante de tales saraos, pero es preciso apuntar el rico aporte que significó para la revista la presencia en su dirección literaria de Roig de Leuchsenring, una de las figuras más destacadas de nuestra intelectualidad. Hombre de ideas avanzadas, de firme actitud antimperialista, de amplio contacto con el movimiento cultural europeo y latinoamericano, abrió las páginas de Social al pensamiento intelectual de su época.Dadas estas características no resulta extraño que en un mismo número de la revista aparecieran reseñadas las aristocráticas fiestas de la alta sociedad habanera y, conjuntamente, un trabajo del destacado pensador y revolucionario comunista peruano José Carlos Mariátegui. La burguesía cubana ni leía y mucho menos entendía esos trabajos y lo que perseguía era verse reflejada en las vistosas páginas de la publicación, que se animaba, lo reitero, con fotos de las más espléndidas fiestas de la sociedad habanera y otras de valor artístico gracias a la presencia en su staff de fotógrafos tan notables como Joaquín Blez. Fue tal apertura de la revista a materiales políticos provenientes de la izquierda la que contribuyó en gran medida a ampliar y a dar nuevos horizontes a un grupo de jóvenes intelectuales cubanos de ideas progresistas, a los que Roig de Leuchsenring le abrió las páginas que literariamente dirigía.

Los minoristas y Social

Refiere Emilio Roig de Leuchsenring en su trabajo “Diez años de labor” (Social, enero, 1926) que“cuando asumíen 1923 la Dirección Literaria me propuse agrupar junto a la revista a los elementos intelectuales nuevos de Cuba, valiosísimos la mayor parte de ellos, pero dispersos y disgregados, como se encontraban también todas las demás figuras de nuestro mundo literario y artístico. Y mis propósitos los he visto, con creces, realizados. Para demostrarlo ahí está ese Grupo Minorista, conocido ya en Américas y en España, cuya importancia y trascendencia en el moderno desenvolvimiento intelectual de Cuba será reconocido y apreciado por los críticos e historiadores que estudien y juzguen nuestra época. Al Grupo Minorista debe Social su auge y esplendor literario y artístico, lo que hoy significa y lo que hoy vale. Sin los minoristas, mi labor hubiera sido incompleta y defectuosa. Hoy la bandera de Social y la de ese grupo se confunden, y Social se enorgullece de ser su órgano, su revista. Por los minoristas, Social ha podido realizar la obra de selección y depuración de valores literarios y artísticos que he acometido desde la dirección; por ellos, Social ha ofrecido en sus páginas la constante actualidad artística y literaria y ha dado a conocer las figuras, doctrinas y escuelas más nuevas y avanzadas que en Europa y América han aparecido en estos últimos años; con su cooperación, a Socialle ha sido tarea fácil y grata, el romper lanzas y librar campañas por mil nobles empresas patrióticas e intelectuales”.

Al Grupo Minorista debe Social su auge y esplendor literario y artístico, lo que hoy significa y lo que hoy vale.

¿Quiénes eran esos jóvenes a los que aludía Roig de Leuchsenring en su artículo? Hacia 1923 fue agrupándose un núcleo de intelectuales de izquierda, cuya unidad se consolidó después de ocurrida la Protesta de los Trece (mayo, 1923), la cual constituyó una reacción revolucionaria contra los desafueros del gobierno de Alfredo Zayas, entre ellos la compra fraudulenta del convento de Santa Clara, condena pública que estuvo liderada por Rubén Martínez Villena. Este grupo se reunía en almuerzos sabáticos en el hotel Lafayette o en tertulias en el café Martí, y realizó una amplia labor de depuración y de reforma, tanto literaria y artística como política y social, que alcanzó repercusiones continentales y dejó sentir su influencia y acción en España. Se pronunciaron contra los falsos valores, por una renovación formal e ideológica en las letras y en las artes, además sobre los problemas políticos del momento.

El Grupo Minorista no tuvo reglamentos, tampoco presidente ni cuota mensual. Tampoco organizó ciclos de conferencias ni fundó bibliotecas ni editoriales.No levantó actas, pues sus encuentros eran informales. Tampoco tuvo un órgano de difusión específico, aunque a Social, por las razones antes dichas y porque Roig de Leuchsenring fue uno de sus miembros, la utilizaron como el medio más expedito para divulgar sus actividades.Sus integrantes,además de Massaguer y Roig, fueron, entre otros, Rubén Martínez Villena, Alejo Carpentier, Regino Pedroso, José Zacarías Tallet, José Antonio Fernández de Castro, Mariano Brull, Juan Marinello, JorgeMañach, Eduardo Abela y Mariblanca Sabas Alomá. Todos estaban cohesionados por lazos de profunda amistad, de comunidad de pensamientos e ideales. Elevaron sus voces, junto a intelectuales no pertenecientes al grupo como Carlos Loveira, y así lo reflejaron en Social, contra la intervención norteamericana en Nicaragua y el encarcelamiento de José Carlos Mariátegui, quien lo agradeció en las páginas de la propia publicación mediante un artículo titulado “Palabras”, donde expresaba: “Una gran parte de la intelectualidad de nuestra América se mantiene alerta contra el imperialismo y sus aliados”. También se pronunciaron contra el encarcelamiento, en 1927, de Martínez Villena, Carpentier, Fernández de Castro y el español Martí Casanovas. Confraternizaron con intelectuales extranjeros de paso por Cuba, como Fernando de los Ríos y Luis Araquistain, recibieron la adhesión de Gabriela Mistral…

Todos sus integrantes tomaron conciencia de la responsabilidad del intelectual para con la sociedad y del deber de poner la cultura y el talento al servicio de su país y del hombre.Los minoristas, llamados así por el poco número de miembros que formaban el movimiento, pero mayoritarios porque constituían el sentir del pueblo, lanzaron a la opinión pública un manifiesto en 1927, publicado primero en Carteles (mayo 22) y después en Social (junio), que constituyó una verdadera declaración de principios del grupo y fue redactado por Martínez Villena. Allí se expresaron, individual y colectivamente, por la revisión de los valores falsos y gastados, por el arte nuevo en sus diversas manifestaciones, por la introducción y vulgarización en Cuba de las últimas doctrinas, teóricas y prácticas, artísticas y científicas, por la reforma de la enseñanza pública y contra los corrompidos sistemas de oposición a cátedras. También a favor de la autonomía universitaria, por la independencia económica de Cuba, contra elimperialismo yanqui, contra las dictaduras políticas unipersonales en el mundo, en América Latina y en Cuba, en clara alusión al déspota Gerardo Machado. Se opusieron a la farsa del sufragio y a favor de la participación efectiva del pueblo en el gobierno. Apoyaron el mejoramiento del agricultor, del colono y del obrero, y abogaron por la cordialidad y la unión latinoamericana.

Todos sus integrantes tomaron conciencia de la responsabilidad del intelectual para con la sociedad y del deber de poner la cultura y el talento al servicio de su país y del hombre.

En 1928, tras verse perseguidos algunos de los miembros del Grupo Minorista por las fuerzas represivas, el grupo se desintegró tras haber realizado una labor, si bien con escasos resultados, para depurar y renovar la situación política y social del país. Por tal razón, las páginas de Social, si bien continuaron publicando trabajos individuales de algunos de sus miembros, dejaron de reflejar las actividades que realizaron durante su breve pero fructífera labor de regeneración.

He aquí, pues, resumida, lo que significó la aparentementeinocua revista Social en este momentocomprometido de la vida republicana. Estas páginas bellamente engalanadas compartieron espacio, de conjunto, con lo más rancio de la aristocracia cubana y lo más avanzado del pensamiento político, social y cultural del momento.

Celebremos el centenario de vida de esta publicación como ella lo merece y recordando a todos aquellos que hicieron a sus páginas portadoras de ideas nobles y avanzadas en medio de tanta cursilería y fanfarria.

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