Llegó la electricidad, la luz nunca me abandonó. Aquí en el barrio podíamos salir de majaderos a armar “tropelaje”, pero decidimos ayudarnos entre todos.

Un vecino tiene una plantica, la ofreció para que los vecinos con niños tiraran un cable y pudieran poner un ventilador al menos para que los infantes durmieran sin mosquitos (ya saben, el dengue no cree en ciclones), ahí cargábamos los celulares. Entre todos aportamos para la gasolina de la planta.

Se limpió, se recogió. Otros inventaron juegos con los niños o los cuidaron colectivamente. Otros ayudaban a cargar agua para las casas donde las personas por edad no podían. Cuando la plantica dijo hasta aquí, salieron otros vecinos con conocimiento del tema, a arreglarla.

Cuando llegaron los linieros (y estuvieron trabajando por varios días), se les llevó café, agua, se les dieron palabras de aliento. De noche, nos fuimos al parque interior del barrio a conversar y alimentar colectivamente a los mosquitos.

No fue mucho, pero fue lo que se nos ocurrió. Nadie habló de protestar, ni de salir a la calle a culpar al gobierno de un ciclón que se formó en las Antillas menores. La gente prefirió, iluminarnos todos, entre todos, para que la luz no nos abandonara.

Ahora tenemos electricidad y lo que nos toca es darle las gracias a nuestro gobierno, que somos nosotros mismos, que no abandona a los suyos.

Tomado del perfil de Facebook del autor

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