Sonando sin concesiones

Diana Ferreiro
18/11/2016

Desde que uno ve la primera imagen de Sonando en Cuba, comprende el esfuerzo institucional que implica su puesta en escena, así como el cuidado con que se han trabajado cada uno de los elementos que la integran, aspectos que resultan insoslayables a la hora de analizar el respaldo de público alcanzado por el programa. Tales razonamientos nos llevaron a tocar la puerta de este joven directivo de la Televisión Cubana, en busca de las razones y angustias de animaron esta segunda temporada.


Joel Ortega. Director de RTV Comercial. Foto: Sonia Almaguer

¿Qué significó para RTV comercial emprender este reto?

“Para RTV Comercial, asumir un proyecto como Sonando en Cuba era, sin dudas, una apuesta arriesgada, sobre todo si tenemos en cuenta el contexto en que sale al aire el programa, donde concursos musicales —y de todo tipo—, muchos con una excelente factura visual, inundan las pantallas de gran parte del mundo y llegan también a los hogares cubanos por muchísimas vías.

“La meta, lograr un producto que estética y técnicamente pudiera posicionarse en el mercado internacional, y que a la vez promoviera los más altos valores de la cultura nacional, suponía un estudio minucioso de los materiales, las audiencias y los escenarios. Incluso, de cómo el público consumía o prefería consumir ese tipo de programa.

“RTV Comercial partió entonces de una estrategia de comunicación que arrojó, en primer lugar, la necesidad de que en la Televisión Cubana (TVC) hubiese un programa como el que Paulo FG proponía.

“El desafío era lograr con esos valores propios una visualidad que pudiera competir con todos los formatos preestablecidos a nivel internacional; de ahí partió la idea y el desarrollo del proyecto, con aciertos y desaciertos. La primera temporada fue importante porque de ella pudimos aprender mucho por la retroalimentación de los públicos.

“Se hizo un diagnóstico de todas las críticas de la prensa especializada y de los comentarios que estas generaron a través de las redes sociales y  analizamos los resultados de un estudio hecho por el Centro de Investigaciones Sociales sobre el impacto en las audiencias, que incluyó análisis según parámetros como la composición etaria, étnica y los correspondientes niveles de aceptación. Toda esa información se trianguló en función de crear la segunda temporada, que tuvo cambios abismales gracias a ello”.

 

¿Cuáles han sido los logros que ha reportado Sonando en Cuba a RTV Comercial como empresa?

Hemos tenido muchos aspectos favorables, en primer lugar, rescatamos un inmueble como el Teatro Astral, que llevaba tres años en desuso, y logramos transformarlo en un gran set de televisión, no solo para Sonando en Cuba, sino para que pueda ser utilizado por otros programas.

También nos ha dado una visualidad importante a nivel nacional e internacional. En este mundo del comercio la imagen vale mucho, y Sonando en Cuba nos está abriendo posibilidades en el mercado internacional, con un producto que no tiene nada que envidiarle a ninguno de los que hoy se transmite de este carácter.

Además, ha logrado concentrar a un grupo de artistas con un compromiso muy alto y, de alguna manera, ha mejorado mucho el producto audiovisual cubano. Hoy tenemos incluso clientes internacionales, canales que nos demandan contenido, pero no contamos con materiales de calidad para ofrecerles. Cuando hablo de calidad quiero hacer una precisión: no es que los productos de la TVC sean malos o buenos, pero pensamos que muchos de ellos no reúnen los requisitos que debe tener un programa para que circule internacionalmente, pues su primer objetivo es que sean para una transmisión nacional y a veces carecen de recursos en su producción. Tampoco cuentan con un sistema de terminación tecnológica HD, cosa que hemos logrado con Sonando en Cuba. El proyecto se ha convertido en punta de lanza para ir abriendo un camino que, con inteligencia y coherencia de trabajo en el mercado, puede propiciar que muchos otros programas se logren exportar.

Mediante Sonando en Cuba estamos exportando la cultura cubana desde nuestra perspectiva. Esa es una de las cosas más importantes que ha sucedido con este producto.

 

¿Alguna propuesta de continuidad que ya estén valorando?

Hay grandes posibilidades de que el proyecto se extienda, pero con un formato cubano, criollo, a pesar de que haya elementos parecidos a los de otros shows de televisión. Siempre hay muchas cosas preestablecidas que no son patrimonio de nadie, sino base de la dramaturgia de cualquier producto televisivo. El hecho de que ese formato comience a abrir barreras, permite que hoy se esté hablando de un Sonando Puerto Rico, un Sonando Dominicana, y todo esto confluiría hacia una gran final entre estos tres países, que tienen una cultura musical riquísima; es algo muy interesante. Nos referimos a una relación contractual y comercial que puede ser el inicio, pero sin hacer concesiones respecto a la columna vertebral del programa, que consiste en defender los más auténticos valores de la cultura de cada uno de estos países, los cuales tienen en común la necesidad de preservar su patrimonio musical ante la hegemonía de valores foráneos.

La última gala fue, de cierta manera, un experimento, y según el resultado, pasaremos a otra etapa de negociaciones con estos canales. Por el momento, la retroalimentación nos dice que ha sido muy positiva la recepción en Puerto Rico. La definición de esta plataforma estará lista a finales de noviembre, pero lo más importante es que acudimos a ella sin hacer concesiones con nuestro formato. Si nos quieren, tiene que ser a nuestra manera.

 

¿Cuánto cuesta materializar un programa como Sonando en Cuba?

Mucho, mucho, mucho corazón (ríe). El impacto costo-beneficio a nuestro juicio es muy favorable; en el intercambio con Puerto Rico vino un productor que hace grandes eventos como La Voz, y ellos cuentan con un presupuesto de ocho a 10 millones de dólares por cada gala. Nuestro programa no pasa del 5% de ese valor, con lo cual te digo que el costo es corazón y ganas de hacer.

Es muy complejo, porque las facilidades de producción y todos los mecanismos que pudieran ser flexibles para la producción están instituidos en una economía donde hay regulaciones, muchas de ellas orientadas a nuestras prioridades y jerarquías sociales; pero se concentraron todas las fuerzas en función de hacerlo y ahí está el resultado.

 

Ustedes han insistido en que Sonando en Cuba ha superado su condición de concurso musical para convertirse en un proyecto cultural, pero ¿qué significa esto realmente?

En este momento, y hasta el próximo Sonando en Cuba, vamos a mantener un seguimiento de esos muchachos. Hemos sido muy cautelosos con ese tema; después de que los hemos convertido, de alguna manera, en líderes de opinión, no solo musical, sino en muchos valores integrados, debemos tener la inteligencia para saber cómo vamos a usar a esos muchachos —en el mejor sentido de la palabra— para que puedan seguir desarrollando su carrera y brindarle su arte al público cubano. Por supuesto, también pensamos amortizar por esta vía parte de los gastos de Sonando en Cuba, porque las pretensiones son que el programa logre autofinanciarse a partir de su propio impacto, que dé la posibilidad de sostener toda la infraestructura que se necesita.


Laritza Bacallao y Víctor Manuelle en la final de Sonando en Cuba. Foto: Sonia Almaguer

Estamos hablando de presentaciones artísticas, licenciamiento de discografía (aliados con la Egrem), comercialización de los contenidos, presentaciones en el exterior; de alguna manera, la idea es que estos jóvenes formen parte del proyecto hasta tanto suceda la próxima temporada y liberarlos para que continúen su carrera.

Entonces, no solo es un proyecto musical, sino educativo, que forma a estos muchachos como artistas con la mayor integralidad posible. Creo que no solo ha sido un programa de música, sino que ha buscado recrear todos los sucesos que ocurrieron en el país durante el transcurso de la temporada, de una manera inteligente y sencilla. La campaña contra el bloqueo, por ejemplo, fue atinada, coherente, y sentimentalmente le llegó a la gente, que era uno de los propósitos principales. También tuvieron aceptación las acciones vinculadas a efemérides, como el aniversario de la desaparición física del Comandante Camilo Cienfuegos. Todo eso se apreciaba en la cara de esos muchachos; hay un compromiso social en ellos, en su forma de vestir, de expresarse. Al menos por un año hay que trabajar en sus presentaciones artísticas, pero también en lo que ellos representan.

Sonando en Cuba va a tener una continuidad en Pa´ que suene como yo, programa mediante el cual se mostrará ese seguimiento a lo que suceda con los muchachos e irá encaminándonos hacia la otra temporada, que dará continuidad a la promoción de los más autóctonos valores de la cultura cubana.

 

¿Está RTV Comercial satisfecha?

Creemos que aún se pueden hacer y lograr muchas cosas. Pero hay rebote, y que un programa tan joven haya logrado sentar a toda la familia cubana mediante un show de este tipo (que por lo general suelen ser bastante frívolos), que haya logrado impactar como un suceso social, que estos muchachos se hayan convertido en líderes de opinión, que no hayan tenido que hacer concesiones con su proyecto musical, defendiendo los más genuinos valores de la cultura cubana; que hayan logrado calar en los jóvenes, en los niños, en el adulto mayor… son cosas que nos hacen sentir satisfechos, más allá de que se pueda cumplir con la función de RTV, que es posicionar este nuevo producto cultural en el mercado internacional.