Súper Pérez se desencadena. Radiografía de un payaso

Ernesto Pérez Castillo
3/7/2017

Cuando un helicóptero del tipo Airbus Bolkow Bo-105, con siglas que lo identifican como perteneciente Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas de la policía venezolana, sobrevoló los cielos de Caracas hasta la sede del Ministerio del Interior y luego hasta el Tribunal Supremo de Justicia, tiroteando ambos edificios y lazando además varias granadas, sin importar siquiera que en el segundo sesionaba a esa hora la Sala Constitucional; la prensa amarillista –léase, la prensa de medio mundo–, saltó de regocijo: ¡tenían algo nuevo que decir sobre Venezuela!

De inmediato pusieron patas a la obra, queriendo magnificar los hechos, ya de por sí desastrosos. Lo primero era presentar con trompetas, bombos y platillos al protagonista del ataque terrorista, a quien rápidamente identificaron como Óscar Pérez, y a renglón seguido apuntaban con lujo de detalles: inspector de la policía científica, piloto, paracaidista, buzo de combate y… ¡actor! Insistieron además en que el personaje era un agente altamente entrenado, miembro de la Brigada de Acciones Especiales, quien incluso habría sido, en algún momento, jefe de operaciones de la División Aérea de la policía.


Captura de televisión muestra al policía que robó helicóptero en Venezuela. Foto: Internet

En aquel urgente perfil que se repitió hasta el cansancio, solo faltó agregar el color de la capa de súper héroe que debió flotar, libre y románticamente, batida por el viento caraqueño, a la espalda del señor Súper Pérez. Y claro, les faltó también decir cuál piedra, cuál mineral, cuál cualquier cosa, sería lo único en el planeta capaz de debilitar a Súper Pérez, si es que tal cosa existiese.

Claro que Súper Pérez también hizo lo suyo para conseguir aquellos titulares, pues en un manifiesto que divulgó poco antes de los ataques, confesó a grito herido, sin ninguna pena ni pudor, que él y los cuatro gatos encapuchados que le secundarían en la aventura helitransportada eran, ni más ni menos que “guerreros de Dios”.

Su show, tan ridículo como pedante, que rezuma un ego gigantesco por cualquier esquina que se le quiera mirar, no dio para mucho más. Salido de la nada, ya el señor Súper Pérez ha retornado a la nada de donde nunca debió salir, y como la nada nada inspira, ya la prensa pasó, mariposa, a otras cosas, y su muy proclamado “despliegue aéreo-terrestre” quedó en la página dos.

La ridícula maroma aérea de Súper Pérez and CIA rindió tan pobres frutos, que ni la propia oposición venezolana –nadie más sedienta de fuego y de sangre que ella– se atrevió a tomárselo en serio, y varios de sus comentaristas llegaron a calificar el suceso como “un show”. Hasta la ONG auto titulada Control Ciudadano, crítica del gobierno, aseguró que el supuesto alzamiento en armas era falso.

Falso o no, lo que sí demostraron con claridad los hechos es que, aunque no sepamos nunca si este personaje es de veras inspector, piloto, paracaidista o buzo de combate, no deber quedar ninguna duda de que es un actor. Y un actor de los de armas tomar –nunca mejor dicho–. Siempre se ha creído que hacer reír es con mucho más difícil que hacer llorar, y Súper Pérez lo ha conseguido de una vez, en la actuación de su vida. Nos ha hecho reír a todos. Súper Pérez es de los que logran hacer reír hasta las lágrimas. Súper Pérez es lo que se dice un gran Payaso.