Todas las danzas en diciembre

Mairyn Arteaga Díaz
24/12/2018

Durante 10 días Santa Clara ha sido una especie de muchacha danzante sumida en un éxtasis de pasos y canciones. La muchacha ha recorrido la plataforma plantada en el parque Vidal y el escenario del teatro La Caridad, centenario y expectante de los bailes que cada diciembre le llegan por estas mismas fechas. Si la muchacha tuviera que elegir un momento para danzar, sería este, en la temporada que acumula coreografías en el último mes del año y que lleva por nombre Para Bailar en Casa del Trompo, que es, al fin y al cabo, la casa de la muchacha, la muchacha en sí.


Para Ernesto Alejo, director general de la temporada danzaria, este sigue siendo el evento con más
impacto de público. Fotos: Arelys María Echevarría Rodríguez
 

Este 2018 la celebración ha sido más íntima y espiritual, una circunstancia que no se propusieron sus organizadores, pero que le ha dado un toque delicado a la fiesta. Si años atrás los invitados se amontonaban en el cronograma de los días, este ha venido un poco más en calma, casi por necesidad. En una ciudad que precisa a gritos el remozamiento de importantes instituciones culturales, y Ernesto Alejo, director general del evento, ha sabido arreglárselas para entregar al público un encuentro digno como el que más, tan esperado como siempre.

Si en diciembre de 2005 la vida cultural de Santa Clara iba cuesta abajo por el cierre de sus principales instituciones: teatro La Caridad y Casa de Cultura, que en aquellos tiempos enfrentaban una reparación capital; si entonces Alejo tuvo la suficiente visión para rescatar a un auditorio que se sumía en una singular ignorancia y le dio el golpe de gracia: el arte salió a las calles y lo hizo de la mano del baile y sus múltiples atractivos estéticos; este diciembre se ha propuesto no perder ni atrasar lo logrado y han subido a los escenarios todas las compañías y estudiantes de danza de Santa Clara, acompañados del Ballet Folclórico de Camagüey, único que ha llegado desde fuera.


Ballet Folclórico de Camagüey, compañía invitada al Festival
 

Porque para Alejo, en la dirección general, este continúa como el evento de mayor impacto de público dentro de las artes escénicas villaclareñas y porque lo más importante no es la cantidad de participantes, sino la intensidad con que bailarines y espectadores vivan el suceso danzario. Y eso se demuestra en cada función.

Como prueba, más de 300 artistas subieron a las tablas en la noche inaugural, algo que, diría el propio Alejo, sucede pocas veces en la escena cubana y evidencia que Santa Clara continúa siendo esa ciudad quedanza.

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A los 40 años de la agrupación Nuestra América, bajo la tutela de Marta Meneses, se dedicó este 2018 la temporada danzaria, sobre todo porque “se ha erigido —comentó Alejo— como una de las mejores hacedoras del folclor dentro del mundo aficionado, con un trabajo sólido y consciente; y a eso los danzantes rendimos tributo”.

Junto a Nuestra América otros conjuntos se sumaron a las jornadas: Baila Cuba y Oché, Danza del Alma, estudiantes del nivel elemental de ballet y de los niveles medio y elemental de danza; y cada uno aportó al espectáculo, cada uno se entregó por completo con la pasión que se exige siempre, cuando es en Santa Clara donde se sube al escenario.

Para los artistas fue, definitivamente, una oportunidad de probarse y de mostrar su obra, un encuentro que une y hermana, y que se defiende desde cualquier punto de vista.


Reynaldo Echemendía, director del Ballet Folclórico de Camagüey, concibe el encuentro como un
espacio de comunión con el público
 

Reynaldo Echemendía, director del Ballet Folclórico de Camagüey, que regaló puestas como Oddí Oché, sobre el éxodo forzado de los esclavos en África, elogió la tenaz resistencia de Ernesto Alejo junto a su compañía Danza del Alma, y su trabajo para encauzar los caminos del arte y del baile en estos tiempos difíciles. Asimismo, pidió el apoyo de las autoridades competentes para que el festival perdure, para que no se pierda un patrimonio que tiene entre sus méritos hacer que pueblo y danza se comuniquen de una especial manera.


Oddí Oché
, obra que habla del éxodo forzado de los esclavos en África

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Después de 14 temporadas, Para Bailar en Casa del Trompo continúa como ese espacio que legitima y fomenta en el país la vertiente contemporánea de la danza, que tiende las manos, crea nexos. Más allá de que el nombre proponga un reto, el Festival se creó sobre la base de la solidaridad absoluta entre bailarines y coreógrafos. Y es un puente que se construye cada vez.

Por segundo año consecutivo Nelson Reguera presenta sus obras concebidas especialmente para Danza del Alma, también como prueba de ese vínculo creado en días de festival.


Nelson Reguera, coreógrafo de Deseo, afirma que Para Bailar en Casa del Trompo crea puentes
culturales dentro y fuera de Cuba
 

Reguera, de 39 años, villaclareño nacido en San Juan de los Yeras, Ranchuelo, ha bailado en varios escenarios de Europa, ha visto y conocido dentro del ámbito danzario, y siempre tuvo el sueño de regresar a esta ciudad y probar su talento.

Este 2018 estrenó aquí, y mundialmente, Deseo, una propuesta novedosa que revoluciona los códigos de Danza del Alma, sobre todo por la libertad de insertar dos mujeres dentro de una compañía que por más de 20 años ha sido integrada únicamente por hombres. Y con tal energía, capaz de llegarle al que observa desde lo más alejado del salón. En el 2017 fue Dónde la pieza primera, la que hizo el anhelo realidad y plantó la inconformidad para crear y regalar más.


Deseo
, estreno mundial de la compañía Danza del Alma
 

Reguera agradece a Alejo y a su confianza al entregarle su compañía y sus bailarines, a fin de que se haga la magia. La intensidad con que se ha trabajado, dice Reguera, es lo que le ha dado el impulso de seguir. Y asegura que es ese desprendimiento de Alejo, su capacidad para abrirse a otras visiones, lo que hace especial a este evento. Esa oportunidad de interactuar, de tender puentes culturales dentro de Cuba y fuera de ella, que es, ciertamente, lo que hace que crezca, que se consolide.


La inserción de dos mujeres dentro de una compañía eminentemente masculina revolucionó
los códigos danzarios 

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Es una noche cualquiera de los primeros días de diciembre. En la plataforma plantada en el parque Vidal, o en las afueras del teatro La Caridad, centenario y expectante, la gente se amontona para ver una muchacha que baila. Ernesto Alejo ha halado la pita. La muchacha es la ciudad y es la casa. La muchacha es también el trompo.

Tomado de la ACN