“Todo hecho turístico es cultural”

Miguel Barnet
3/6/2016
Foto: Kike

El turismo no es solo una actividad económica de primerísimo orden para Cuba por los ingresos que aporta y su peso en el crecimiento del Producto Interno Bruto. Es, ante todo, un hecho cultural.

Cierto es que la naturaleza nos ha privilegiado y esta no es una afirmación chovinista para nada. Compartimos con otras tierras del Caribe paisajes, vegetación, costas, playas, temperaturas agradables y casi todo el año luz solar, atributos que aún en medio de las mutaciones climáticas de nuestra época se mantienen y es nuestro propósito preservar.

Pero nuestra realidad es mucho más diversa y compleja, y es en el paisaje humano y sus realizaciones donde se hallan los objetivos que explican el interés hacia Cuba y las potencialidades que debemos promover para que esa realidad pueda ser compartida por los visitantes que nos elijan como destino.

En tal sentido, hablaremos de la cultura como elemento esencial del desarrollo que tratamos de encauzar asociado al turismo; de la cultura no como factor yuxtapuesto o simplemente utilitario; de la cultura no como mera atracción, sino como vía de una relación posible, necesaria y mutuamente enriquecedora entre visitantes y anfitriones.

Nuestra vanguardia artística e intelectual ha insistido en que no hay necesidad de crear una cultura para el turista, sino de lograr que este se inserte de manera natural y orgánica en la trama cultural del país, la cual tiene mucho que ofrecer, aun cuando se requieran ajustes, replanteos y nuevas proyecciones en sus mecanismos y estructuras organizativas, funcionales y promocionales. Este propósito lo estamos afrontando de conjunto con las autoridades de los sectores del turismo en un diálogo creativo y enriquecedor.

Partimos de un principio que defendemos: el carácter humanista de la cultura, ese oxígeno vital como lo definió el poeta José Lezama Lima. Un oxígeno que como un fuelle exhalaba su poderoso hálito desde lo más profundo de nuestras raíces. Nuestra única dimensión hegemónica es la cultura popular y sus esencias primigenias.

¿Por qué la cultura nos otorga tantos bienes? ¿Por qué nos abre una brecha tan ancha? Porque en los procesos de génesis humana ella es totalizadora y abarca desde la creación artística hasta el pensamiento, así como expande nuestra conciencia, convirtiéndose en un instrumento de liberación. Y también porque aporta una cosmovisión del mundo. No es antojadizo suponer que sin cultura todo sería aparencial, todo sería hueco, viviríamos en un estado de levedad total. La cultura nos salva porque al aprehenderla nos apropiamos de lo más puro de la expresión humana. Es una puerta que se abre para no cerrarse jamás, para no dejarnos abandonados nunca.

Pero la cultura no nace por arte de birlibirloque. Implica un acto cognoscitivo al cual no podemos renunciar una vez que lo asimilamos. La cultura, ese inmenso caudal de bienes generados por la especie humana, tiene su origen en los procesos históricos y en la memoria colectiva. Fernando Ortiz expresó, “decir cultura es hacer una abstracción, no hay una cultura sino una diversidad de culturas”. Toda cultura es cambiante, como también lo son la naturaleza y la vida. Toda cultura se nutre de elementos ajenos que pasan a ser propios en un proceso natural de traspaso o transculturación, para usar el término acuñado por el maestro de las ciencias sociales en Cuba. Pero el centro de esa cultura, el que nos define, es ese crisol donde se funden nuestras más genuinas raíces y nuestros valores más entrañables.

Debemos ofrecer al visitante lo mejor de nuestras expresiones artísticas, basadas en la tradición popular y sus procesos creativos. No se trata de mostrar en una vitrina productos congelados en el tiempo ni estereotipos folclóricos, sino de promover lo original y auténtico. Eso cabe para cualquier país del planeta.

Podemos atender a los más variados gustos y preferencias bajo el prisma de un máximo rigor y exigencia. Contamos con fortalezas en la danza clásica y la contemporánea, con compañías de nivel mundial como el Ballet Nacional de Cuba que dirige esa leyenda que responde al nombre de Alicia Alonso, pero también con excelentes conjuntos portadores de tradiciones danzarias de origen hispano y africano no solo en La Habana, sino en muchas ciudades del país; así como un caudal de riqueza literaria y de artistas plásticos de proyección internacional, y un cine que sentó cátedra en la vanguardia fílmica del Caribe y de Latinoamérica.

¡Cuánto no pueden ofrecer las mismas ciudades y comunidades con su gente, transmisores de sabiduría popular y quehaceres que forman parte del tejido íntimo de la nación!

Museos y galerías exhiben tanto valiosos exponentes patrimoniales como nuevos desarrollos estéticos que hacen de la visualidad insular una de las más reconocidas en la actualidad.

Me gusta hablar de las músicas cubanas, más que de una sola, puesto que a los géneros tradicionales, muy apreciados por los visitantes, debemos sumar creadores e intérpretes en la música de concierto, el jazz y las llamadas músicas urbanas, todo ello, al igual que en el caso de las artes plásticas y escénicas, sustentado por un sistema de enseñanza artística fomentado en las últimas cinco décadas y media por la Revolución e implementado en las escuelas de arte.

Pero a la hora de promover esa diversidad jamás debemos perder de vista que lo hacemos en defensa de valores éticos y estéticos que hagan más llevadera la existencia del hombre sobre la Tierra. Esa ha de ser la alternativa contra la desidia, el eclipse de la razón y de los más puros instintos creadores.

En otro orden, en el lenguaje de los especialistas se maneja el concepto de Turismo Cultural como una modalidad. Incluso se llegan a ramificar sus variantes: turismo de ciudades, turismo patrimonial, folklórico, religioso, rutas turísticas del tabaco, del azúcar, del café, del cacao; turismo académico, o de festivales o eventos, y hasta turismo ecológico.

Quizá a nivel operacional ello sea pertinente, pero si nos atenemos a la proyección que hemos abordado en esta breve intervención, estaremos de acuerdo en que todo hecho turístico es cultural. Por ello no solo convido a evitar esa redundancia, sino a asumir una perspectiva coherente, para mí la única posible, en la promoción del turismo.

El turismo tanto nacional como internacional merece conocer y disfrutar lo mejor de la cultura de cada país. La cultura, agrego, no es solo culto a la belleza, sino un llamado a la conciencia social, al enriquecimiento espiritual y al conocimiento pleno de la identidad de los pueblos.

Nota:
Intervención del autor en la 60 reunión de la Comisión Américas de la Organización Mundial de Turismo. Seminario internacional sobre turismo y cultura.