Tony Ávila. Soy yo quien tiene que agradecer

Guille Vilar
12/7/2019

Hay canciones que provocan un gran impacto en la sociedad, que alcanzan una repercusión tan inesperada que sorprende a su propio autor. Tal es el caso de “Mi casa Punto Cu” del trovador Tony Avila, canción que se ha convertido en todo un símbolo de resistencia, del arraigo, en los cubanos, de su derecho a escoger, como parte de la sociedad, aquellas transformaciones que sean necesarias para mejorarla. Pero ya anteriormente, Tony había disfrutado de la mayor popularidad entre nosotros por “La Choza de Chacho y Chicha”, simpática guaracha cargada de la picaresca tradicional. Al respecto, revela que se ha visto envuelto entre opiniones diversas, algunos no conciben que un mismo compositor se mueva con éxito, tanto en el divertimento propio de las guarachas, como en canciones de una profunda reflexión acerca de nuestra vida cotidiana.

 

Tan ameno y directo, como el reconocido trovador, es este diálogo que sostuvimos con él

Cuando sale la Choza…, un montón de gente, mis amigos más cercanos, familia, músicos, me felicitan por esta pieza, pero a la vez me dicen que es un crimen que esa sea la canción que me abra las puertas con todo lo que yo antes había escrito. No me molesté porque me dijeran eso, pero igualmente no me gustó por una razón: el menosprecio a la guaracha. No me gusta que la vean como algo menor. Una buena guaracha es tan alta como El Unicornio Azul de Silvio. La genialidad del Guayabero está ahí. Cada uno en su género hizo algo muy grande. Es un legado que a mí me llegó. Y pongo estos ejemplos porque son como los dos grandes caminos en los que puedo definir que se encuentra mi obra. Uno con la herencia de Ñico Saquito, Los Matamoros, El Guayabero, y el otro camino es el de la herencia de la trova, que empieza por Pepe Sánchez, Sindo y continúa con Silvio y Pablo y sigue. Todo esto me llega a mí también. Quizás explica por qué en mí habitan esas dos maneras de escribir, de hacer canciones: una por cubanía, por nuestro ADN, por los genes nuestros que son así; quizá sea como una herramienta que nos ha servido para sobrevivir a etapas durísimas, gracias al chiste oportuno, a la guaracha; por otro lado la canción social es una necesidad cada vez más imperiosa de ocuparme y de preocuparme, de convertir en canciones pensamientos que me vienen a diario; es mi mirada a la sociedad, la mirada de la gente, el vivir a quemarropa en el día a día y así conocer un poco lo que la gente piensa.

¿Cuándo hiciste Mi casa…, pensaste que iba a tener tanta repercusión?

La canción, que ya casi tiene 10 años, aparece en el disco En tierra del 2011. La música para el premiado video clip de Alfredo Uretra, está tomada de la grabación de ese disco. Cuando sale, yo sentí la alegría de haberla escrito. Me ayudó a canalizar esa necesidad de cambio y, si me pasa esto a mí, puede que le pase a los demás. La canté en una peña que tenía por esa época en Cárdenas y los amigos me decían: “¡oye compadre, cuidado con esa canción, te vas a meter en líos, sigue haciéndote el poeta que te van a partir la cabeza!” La canción no dice nada, sencillamente está expresando lo que yo pienso, lo que a Cuba le hace falta desde mi humilde punto de vista. No obstante, hubo lugares donde me prohibieron cantarla. Uno de los mensajes que me mandaron era que, esa en específico, no la podía cantar. Que eso pase en Cuba a estas alturas es vergonzoso. Y si no la podía cantar, pues yo no iba a ir al concierto. Me siento feliz de haberla escrito porque lo que la gente está pidiendo es eso, que Cuba se mueva, que no se quede paralizada ni en tiempo ni espacio, y eso la canción te lo va dando en un lenguaje sencillo, nada complicado ni rebuscado. Estoy feliz de que sea como una voz de lo que la gente quiere oír.

 

¿Qué experiencias conservas de cuando la cantas en público?

Una cosa que pasa siempre: Nada más digo ¡Voy a cambiar los muebles! y arranca un aplauso espontaneo de la gente, como queriendo decir ¡Llegó el momento…llegó la hora…! como que se vacían, se desahogan, se estremecen. En varias partes de la canción, la gente casi siempre aplaude y la canta conmigo. Hace poco, en Camagüey, me pasó una cosa curiosa: Arranco la canción, no había terminado la primera línea y tuve que parar porque la comenzaron a aplaudir y a decir vivas. Paré y me sume a esa emoción de la gente.

¿A veces te resulta difícil cantarla, no…?

Es muy difícil. La he podido cantar ya un poco más porque uno va acudiendo a mecanismos de su personalidad, pero cuesta trabajo cuando de pronto miras los ojos de una persona que está llorando, emocionada y conmovida, porque te das cuenta que es alguien que ama a este país. Soy yo quien tiene que agradecer a esta persona por responder de ese modo. Yo no tenía idea de que iba a tener ese impacto. Y cuando esa canción rebota en mí, “se me afloja el animal” porque la emoción es más fuerte que yo. Entonces paro, y sin ningún complejo lloro, me seco las lágrimas y sigo “pa´lante”. Es lo humanamente correcto. Yo no soy de piedra, ni soy una columna, concluye el inspirado trovador.

 
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