Tras la cortina

Emanuel Gil Milian
19/7/2018

En el marco de la Feria Internacional del Libro, y más recientemente en el Encuentro de Teatro de Pequeño Formato Espacio Vital (2018), fuimos testigos de un fenómeno imprescindible para escena nacional: la presentación de la antología de teatro pinareño Tras la cortina.

Uno de los méritos más grandes de la antología es que nos descubre la producción
dramatúrgica pinareña que durante más de veinte años se ha validado en escena.
Foto: Internet

 

Compilados y editados por Luis Amaury Rodríguez, los dos tomos que conforman Tras la cortina son parte del necesariamente extensible catálogo de teatro, que desde 2014 viene conformando la Editorial Hermanos Loynaz. La materialización de este amplio proyecto,[1] es un paso que dibuja, legitima un discurso dramatúrgico escrito que va encontrando un lugar dentro de las cuartillas, en la aceptación del lector pinareño.[2]

Uno de los méritos más grandes de la antología es que nos descubre la producción dramatúrgica pinareña que durante más de veinte años se ha validado en escena y que apuntaba a permanecer en el ostracismo, sin publicarse. Una dramaturgia que, más allá de su carácter enteramente perfectible, más allá de la naturaleza de determinados tratamientos estéticos (más o menos convencionales) y temáticos —ya que sus autores pertenecen a diferentes generaciones— resulta imprescindible, disfrutable, inmediata y provocadora, a partir de que no ha pretendido ser localista, pactar o hacer concesiones con la realidad que aborda, sino todo lo contrario. Chivo que rompe tambó, de Luis Ángel Valdés; Abrir y cerrar, de Evelín Gómez; La otra cara de la moneda, de Miguel Pérez; Historia de un teatro a punto morir, de Margarita Esquivel; Variación  No.37, de Eileen López Portilla; El cuarto contiguo de Josephine Baker, de Lisandra López; Morir dos veces, de Lisis Díaz; El Casting, de Irán Capote, o Normal, de Dunieski Jo, son documentos conscientes, investigaciones que escarban en la llaga y revelan con toda mesura un proyecto de cubano, de nación, que muchas veces no es el sueño triunfal enarbolado por el discurso oficial. Así pues, esos textos nos muestran, desde la carnavalización, de la deformación del referente, la ironía, el uso deliberado de la cita, seres corrompidos por la codicia, traidores de sus propios conceptos, asfixiados por las carencias y las necesidades, acudiendo a su cuerpo y poderes para resolver cuestiones inmediatas y personales. Nos colocan ante una terrible crisis de valores que parece destruirlo todo. En suma, son una radiografía de nuestro cuarto oculto; una escritura heredera del legado y las preocupaciones de autores naciones devenidos clásicos como Virgilio Piñera, Abelardo Estorino, José Ramón Brene, Héctor Quintero, Alberto Pedro, Amado del Pino, Tomás González, Víctor Varela, hasta Norge Espinosa, Abel González Melo o Rogelio Orizondo, entre otros.

Los dos tomos que arman el cuerpo de Tras la cortina son imprescindibles no solo para los pinareños, sino para el resto de la nación. En ellos están contenidos los presupuestos y la evolución de un discurso dramatúrgico que ha cuajado con el tiempo. Así también la psicología, las batallas y aciertos de las generaciones antes y post Período Especial, del pasado y el presente milenio. Por todo ello, en Tras la cortina reposa una dramaturgia escrita que es una arcilla altamente disponible en la escena, pero que también es un lugar imprescindible para el estudio teatral y sociológico de la nación cubana.

No obstante, cabe referir que es una pena que una edición de teatro tan importante como esta, no haya contado con un diseño y un formato impreso más lustroso. Igualmente, es lamentable que carezca de un prólogo que comente, nos convoque al encuentro con la dramaturgia escrita y que además, estén ausentes, en los tomos, nombres fundamentales para la escritura pinareña como Montoro Agüero, Ulises Cala, Agnieska Hernández o Raydel García.

Con todo, no deja de ser atractivo el viaje que nos aguarda al penetrar en las cuartillas de Tras la cortina. Asistimos mediante lo cómico o lo premeditadamente melodramático a un mural de rostros conocidos, a una experiencia creativa que busca repensar, penetrar en esas zonas neurálgicas de una isla que se sabe a cada instante en profundos cambios. Por ello Tras la cortina, ahora mismo como dentro de próximas décadas, nos parecerá esencial.

 

Notas:
 
[1]Antes se habían  publicado obras con una extensión de 45 cuartillas, ahora el proyecto agrupa a nueve autores en 127 cuartillas.
[2]Tal es así, que en menos de un mes, en una parte del país donde generacionalmente ha primado el gusto por la narrativa y la lírica, se agotaron los 500 ejemplares que constituían la tirada de Tras la cortina.