Tu propio libro, de lo que tú quieras

Jesús Jank Curbelo
23/8/2018

Quince niños dispersos por el suelo. 11.00 a.m. del miércoles 22 de agosto. El suelo es una especie de alfombrilla con butacas detrás que normalmente funciona como sala de videos. La sala de videos forma parte de la Galería Arte Continua, es decir, de la sede en La Habana del proyecto homónimo francés, y la Galería está en calle Dragones, Barrio Chino, en pleno San Leopoldo, Centro Habana.

 Fotos: Cortesía del autor
 

Los niños en el suelo tienen plumones, lápices de colores, crayones y dibujan en papeles que hace minutos les repartió Ingrid. A uno de ellos, Ernesto, 12 años, le dicen Kera, dice que se ha hecho la keratina dos veces, el pelo le cae tipo sombrilla en la cabeza, se le divide hacia aquí y hacia allá. Otro, Leysel, 10 años, escribe canciones. De reguetón, dice. Pero sin malas palabras ni nada. Son canciones de amor. Y está Harkelly, ocho años, primo de Leysel, que es hiperactivo, que no para.

Cuando Ingrid, la profe del taller, repartió las hojas, ellos le dijeron: ¿Tú estás loca? Dibujar, dijeron, es de niños chiquitos. Así que ella, que vino con la idea de leer un cuento de Onelio, o Dora Alonso, un cuento para niños, para que ellos pudieran ilustrar, les dijo que cada uno haría un libro, su propio libro, de lo que quisiera. Y les gustó la idea. Leysel dijo que iba a hacer un libro de canciones. Chalennis, siete años, vestidito, que iba a escribir un diario. Harkelly iba a armar el Diario de Titico, que es su cantante, “el mío”, dice, “el mío”.

—Y yo voy a hacerle una carta a mi novia –gritó Ale.

—¿Tú tienes novia?

—Sí.

—¿Y cómo se llama?

Y se encogió de hombros.

Este taller, Crea tu propio libro, es uno de los talleres de verano de Arte Continua. La semana pasada el artista de la plástica Sandor González les enseñó a los niños de San Leopoldo trucos para pintar con carboncillo. Esta, Ingrid Lavandero, restauradora de la Oficina del Historiador, va a enseñarles cómo encuadernar libros a partir de técnicas asiáticas. Les va a enseñar la Encuadernación china tradicional, que lleva hilo y agujas, grandes agujas, ergo, hay muchos ojos en cada mano.

—¿Hay que dejar margen y sangría?

 

Rosa Linda es la niña que le gusta a Ale. Está ahí, en una esquina, dibujando una casita amarilla. Y Ale, que no sabe escribir cartas, que tiene siete años, le dibuja un paisaje, un corazón y la palabra felicidad. Y le da pena dárselo.

Leysel pintó unas alas azules en un corazón amarillo y rojo, puso debajo, Canciones de Leysel, y en la primera y la segunda página copió las letras de “La amada de mi corazón” (Sé que faltaba un motivo/ para amarte, amada mía./ Yo te quiero con la vida, amada mía…) y “Yo te extrañaré” (Yo a ti te extrañaré,/ tenlo por seguro./ Fueron tantos buenos y malos momentos/ que vivimos juntos…). Chalennis acabó haciendo La rosa de la estrella fugaz: muchos dibujos de estrellitas y mariposas. Y Ernesto llenó las páginas con dibujos de flores y animales (manatíes, tortugas, girasoles), con un texto: Cuida estos animales. Muchos de ellos están en peligro de extinción. El título de su obra: Flora y fauna.

Entonces, a coser.

En las manos de cada niño había diez páginas: cinco hojas dobladas. Cada hoja horadada en la esquina izquierda. Cuatro agujeros. La aguja pasa entre los agujeros, los junta con hilo, y ahí está el libro. Los niños los cosieron uno a la vez. La tallerista enfrente. Y ahora cada uno de estos niños expondrá su libro en Arte Continua. Sabiendo todos, menos Rosa Linda, que Rosa Linda es también un paisaje en la primera página de un libro que firma Ale, con un corazón y la palabra felicidad.