Última rima

Fina García Marruz
19/5/2016

Podemos concluir que el sentimiento avasallador que la ligó a Carlos Pío Uhrbach fue de muy distinto linaje al amor, mezclado de admiración infantil, a Casal, interrumpido antes de madurar y exaltado por las circunstancias de su muerte. Juana que, pese a las apariencias, no fue un temperamento “literario”, lejos de “novelar” las pasiones que sintió en su vida vivifica aún los arquetipos más literarios con la propia sangre: Julieta, Lady Macbeth, Desdémona, Ivone, en los que a menudo ve la encarnación viviente de lo que su lenguaje apenas acertaba a expresar.

Juana no es “la autora” de sus versos, sino la protagonista. La balada escrita por López Penha con el tema de Ivone la acercó tanto a su heroína que firmaba en sus cartas a su prometido con este nombre, derivado femenino de Ivanhoe, Juan. El nombre novelesco lleva en la entraña el propio nombre, Juana, al que, con mejor tino, se vuelve al cabo en las cartas últimas, subrayando incluso el hecho de que no sea un nombre exótico sino todo lo contrario, repitiendo hasta el delirio: ―”soy tu Juana”― como si a vueltas de todos los fantaseos fuera él, el nombre, en su entrañable domesticidad, lo más íntimo del ser, o como si quisiera hacer sentir la diferencia entre el nombre con que la llaman los extraños y ese mismo nombre que solo revela la unicidad de su alma ante aquel al que ha sido entregado.


Foto: Archivo de Creart
 

Tardíamente hemos entrado en conocimiento de sus cartas, a las que no hemos podido tratar de modo suficiente aquí. Sin leer las cartas jamás habríamos llegado a entender del todo no ya su poesía o su vida, ni siquiera su caso literario. Juana no es “la autora” de sus versos, sino la protagonista. Y no puede “pulirlos” porque esta misma palabra está indicando una bastedad primera que la inteligencia debe transfigurar ―la famosa fórmula de “lo espontáneo sometido a lo consciente” de Juan Ramón―.

El caso de Juana es distinto porque en ella el sentimiento espontáneo es mucho más artístico que su gusto literario, no siempre seguro.El caso de Juana es distinto porque en ella el sentimiento espontáneo es mucho más artístico que su gusto literario, no siempre seguro. Ella se mostrará siempre extrañada de que sus más sentidas rimas provoquen una reacción de tipo literario, se asombra de que su prometido le envíe un juicio crítico a cambio del soneto que le dedica y no una frase tierna, que lejos de pedirle explicaciones por unos versos amorosos que le fueron dedicados y que ella le envía, los tome por suyos y sin más averiguaciones, en vez de provocar un acceso de celos, piense más bien en publicarlos en La Habana Elegante. Ya nos hemos referido a cómo uno siente, incluso en lo “literario” de su lenguaje tocado algunas veces por el “clisé” romántico, el instrumento de un impulso de otra índole, a la que sin embargo este lenguaje sirve, mejor que cualquier otro medio, de anhelante, tristanesca, insaciable aproximación. A tal punto Juana siente que su pasión amorosa es el verdadero medio en que su poesía encuentra al fin expresión, que no es extraño que ella pase a un segundo término en este intenso último año de su vida. En este año, marcado por su tormentoso noviazgo con Carlos Pío, la inexplicable oposición de su padre y la separación definitiva al fin, su poesía se hace casi inexistente, apenas se limita a servir de preámbulo a sus apasionadas cartas. Ella misma confiesa que no escribe nada ya. Su “Última rima”, escrita poco antes de morir, la dicta a unas de sus hermanas, incapaz ya de sostener la pluma o el papel entre las manos. Estos versos, que su prometido lleva cosidos a su ropa cuando lo hirieron en la guerra, no pasaron por su pluma sino por su voz de moribunda, y fueron en realidad los últimos que dejó. Miserable sería hacer de ellos una lectura de críticos literarios.

 

Nota:
Tomado de Poesías y cartas de Juana Borrero, La Habana, Biblioteca Básica de Literatura Cubana, Editorial Arte y Literatura, 1978, pp.64-66.