Nunca me ha parecido suficiente el nombre de Centro de Información. Ni siquiera con todas sus letras, Centro de Información Cinematográfica del ICAIC. Y es que, si bien fue creado, hace ya 60 años, con el propósito de establecer y desarrollar las relaciones de la institución con los medios de prensa, este departamento desbordó muy pronto su objetivo inicial para incorporar otras funciones y proyectos que trascendieron el mero rol “informativo” y lo convirtieron en un verdadero centro teórico de la actividad cinematográfica en nuestro país.

El Centro era ya ese centro cuando comencé a trabajar en él en 1974. Radicaba entonces en el sexto piso del edificio ICAIC y su corazón seguía siendo la oficina de Prensa, dirigida con diligencia y atención personalizada por Amelia Iglesias, fundadora del ICAIC, y su eficiente secretaria, Betsy Esclarazán. Allí se encontraba también la dirección ejecutiva de la revista Cine Cubano —cuyo director general era Alfredo Guevara— y de Ediciones ICAIC, liderada por Gloria Villazón e integrada por el dibujante y diseñador Holbein López —quien luego de su jubilación fue sustituido por el afichista Julio Eloy Mesa (julioeloy)—, las especialistas María del Rosario Santos y Julia Cabalé, y un laborioso equipo de oficinistas, mecacopistas y revisoras.

José Antonio González fue el director de Historia del Cine, el que, junto a 24 x segundo fueron verdaderos talleres de apreciación cinematográfica y de audacia y experimentación comunicativas en el medio, con altos índices de teleaudiencia. Foto: Tomada de Lacosta Audiovisuales

Estaba luego el local de los críticos, donde unos teníamos puestos fijos y otros eran usuarios ambulantes. Esa oficina era punto de encuentro, reunión y trabajo no solo de quienes por nómina pertenecíamos al Centro de Información, sino también de muchos futuros realizadores del cine cubano que comenzaron en el ICAIC escribiendo críticas y ensayos para Cine Cubano y otras publicaciones. Entre los más asiduos, Fernando Pérez, Daniel Díaz Torres, Gerardo Chijona, Rebeca Chávez, Marisol Trujillo, Rolando Díaz, Rigoberto López. Ocasionales, Manuel Pérez, Enrique Pineda Barnet, Jesús Díaz, Rogelio París. Sin duda, hubo antes muchos otros de cuyas visitas no alcancé a ser testigo.

Algunos de los mencionados asistían con frecuencia ―formaban un heterogéneo auditorio con los periodistas habituales― a las exhibiciones de los estrenos de la semana que, invariablemente, se ofrecían los martes y miércoles en la salita de proyección. Críticos y cineastas en un insólito cordial intercambio de opiniones y criterios, con café incluido por la casa, y luego nos íbamos a almorzar al Ten Cent, hoy Variedades 23 y 10.

Casos especiales con una obra ya hecha eran, por ejemplo, los realizadores Óscar Valdés y Bernabé Hernández quienes, junto al director de fotografía Jorge Haydú preferían el refugio creativo de la biblioteca Antonio Briones Montoto, del noveno piso, también adscrita al Centro de Información y celosamente guardada —porque sacar un libro implicaba un compromiso bíblico de cuidarlo y devolverlo— por el imperturbable Osvaldo Ferrer, junto a su ayudante Edith Rodríguez.

“Ambos programas (24 x segundo e Historia del cine), en su apogeo, fueron verdaderos talleres de apreciación cinematográfica y de audacia y experimentación comunicativas en el medio, con altos índices de teleaudiencia”.

El sexto piso era la base de operaciones de las dos personalidades televisivas del ICAIC y sus respectivos programas de cine: Enrique Colina, de 24 x segundo, y José Antonio González, de Historia del cine. Fui asistente de ambos —hasta que José Antonio me cedió la conducción de su espacio—, junto a Mariliana Castelló y Teurbe Tolón, este último, la mano derecha (e izquierda) de Colina. Ambos programas, en su apogeo, fueron verdaderos talleres de apreciación cinematográfica y de audacia y experimentación comunicativas en el medio, con altos índices de teleaudiencia.

La dimensión intelectual del Centro de Información mucho debió a la impronta de figuras de la crítica y la literatura que desfilaron por su jefatura y dependencias. En la dirección, Mario Rodríguez Alemán, el propio José Antonio González, Eliseo Alberto Diego, Alex Fleites y Rafael Acosta de Arriba, quienes, con excepción del primero, contaron con el insuperable apoyo profesional de la coordinadora ejecutiva Olga Outeiriño. Como jefes de redacción de la revista Cine Cubano, los escritores Manuel Pereira, Rogelio “Wichy” Nogueras y Antonio Conte. Como analista, el también poeta y ensayista Romualdo Santos. Durante ciertos períodos de tiempo, el pintor y crítico de arte Manuel López Oliva y el dramaturgo y narrador Nicolás Dorr.

En su ámbito, el Centro contribuyó a alcanzar el superobjetivo de la institución que lo engendró de reunir en torno al cine cubano, y vincularlo creativamente a su obra, un crisol de diferentes disciplinas académicas y artísticas de la cultura nacional.

La creación del Departamento de Investigaciones abrió una nueva línea de trabajo y desarrollo del Centro, depositario del segundo de los dos objetivos primordiales de la ley que fundó el ICAIC: junto con el desarrollo de una cinematografía nacional, la formación de un nuevo público espectador, más informado y analítico. Al conocimiento de ese público se dirigió la labor de los investigadores, encabezados por el psicólogo Pablo Ramos, quien en un primer momento estuvo acompañado por los especialistas Raúl Rodríguez y Roberto Roque, equipo que progresivamente ampliaría sus relaciones de trabajo con el área de programación y sumaría la participación del también psicólogo Roberto Smith de Castro. Encuestas “a pie de taquilla” y estudios de audiencia brindaron reveladores datos sobre la recepción por parte de los espectadores, especialmente de los filmes cubanos.

A la iniciativa de Pablo Ramos y su departamento debió el Centro de Información uno de sus más importantes aportes conceptuales y prácticos a una nueva cultura de la apreciación cinematográfica, aporte que trascendió al ICAIC y nuestras fronteras para establecer una red de colaboración, intercambio y actividades a nivel continental: el proyecto de El Universo Audiovisual del Niño Latinoamericano.

“En su ámbito, el Centro contribuyó a alcanzar el superobjetivo de la institución que lo engendró de reunir en torno al cine cubano, y vincularlo creativamente a su obra, un crisol de diferentes disciplinas académicas y artísticas de la cultura nacional”.

Por otra parte, en coordinación con las federaciones internacionales de ambas entidades, el Centro de Información encauzó la creación de y brindó sede a, respectivamente, la Federación Nacional de Cine Clubes de Cuba, dirigida por el periodista y especialista en cine debates Mario Piedra, y la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica, de la que me honro en haber sido su presidente fundador.

El Centro desempeñó así un rol fundamental en la organización y celebración de eventos cineclubísticos y de crítica en todo el país, en la conducción de cine debates en instituciones y organismos, en la redacción y publicación del boletín oficial —más tarde Diario del Festival— del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en la formación de jurados para este y otros festivales nacionales e internacionales y en la selección anual de los filmes más significativos exhibidos en nuestras pantallas.

A lo largo de sus seis décadas de existencia, solo una vez el Centro de Información abandonó el ICAIC, cruzó la calle 23 y se instaló en la planta baja del edificio de enfrente, donde actualmente radica el Centro Cultural Cinematográfico popularmente conocido como Fresa y Chocolate, por el nombre de la cafetería adjunta. Dividido en cubículos, fue cuando más se pareció a la redacción de un periódico y menos a lo que había sido, pero aun así mantuvo un sentido de identidad y pertenencia.

Enrique Colina dirigió 24 x segundo el que, junto a Historia del Cine, fueron verdaderos talleres de apreciación cinematográfica y de audacia y experimentación comunicativas en el medio, con altos índices de teleaudiencia.

Luego de algunos años, regresó a su lugar de origen, se reacomodó, se fragmentó, se dispersó, se volvió a agrupar, se desmembró y compartió espacios, recibió a jóvenes egresados universitarios en plan de servicio social, se informatizó, creó sitios y nuevas publicaciones impresas y digitales, se incorporó a las redes sociales y redireccionó su perfil al énfasis comunicacional y promocional. Así llega a nuestros días, a los que se refiere con más detalle, en su artículo dedicado también a este aniversario, el colega Joel del Río.

Se habla de una nueva mudanza, luego de que en fecha reciente viera partir del mismo edificio donde ambos nacieron a su hermana un año mayor, la Cinemateca de Cuba, ese otro destino de peregrinaje para los que íbamos al ICAIC a hablar de cine, discutirlo, escribirlo o soñarlo como faena laboral cotidiana.

También se habla de un nuevo nombre, justo ahora que, muy cerca de sus predios, los términos radio y televisión, del extinto ICRT, son sustituidos por información y comunicación social. Casi que habría que sugerirle a la UNEAC que vaya buscando otra identificación para su sección de Cine, Radio y Televisión. A lo mejor es que estos tres medios terminarán dejando de existir por separado para fundirse en uno solo. El tiempo dirá.

Lo cierto es que, si para su época de mayor esplendor el nombre nos resultaba insuficiente, lo es más aún para evocar la rica historia y el legado del ya sexagenario Centro de Información Cinematográfica del ICAIC. Incluso con todas sus letras, que nunca nadie usó, porque con solo decir Centro de Información, o para sus más allegados, simplemente el Centro, todos sabían que entre los nueve pisos de aquel edificio donde se dirigía, realizaba, programaba, administraba y contabilizaba, era ese el lugar del ICAIC donde se divulgaba y pensaba el cine.

Nota del autor: Agradezco la colaboración de María del Rosario Santos (Maruja) y Olga Outeiriño, con sana envidia por sus privilegiadas memorias.