Un laboratorio que traspasó la mente y llegó al corazón

Rubén Darío Salazar
12/7/2017

Me gusta impartir clases. No lo supe hasta que el querido doctor, dramaturgo, investigador  y crítico Freddy Artiles, me descubrió la importancia de la coherencia entre los preceptos para hacer avanzar un movimiento artístico  y el compromiso real con el desarrollo de este. No sé si en estos 30 años de labor profesional en el teatro para niños y de títeres haya conseguido la suficiente experiencia para convertirme en un buen pedagogo, pero reconozco sin ningún miramiento que transmitir todo lo que he aprendido me produce un inmenso placer.

foto del grupo de teatro  Traspasos
Grupo Traspasos. Foto: Cortesía del autor

Nuevamente fui llamado por  el Núcleo de Prácticas Creativas Traspasos Escénicos, de la Facultad de Arte Teatral, de la Universidad de las Artes, ISA, para impartir entre el 26 y el 30 de junio de 2017, un laboratorio donde a través de una convivencia creadora y formativa, intercambiara las experiencias del quehacer cotidiano de Teatro de Las Estaciones, con estudiantes, actores, teatrólogos, dramaturgos, diseñadores, bailarines y demás personas interesadas en integrarse a un pequeño fragmento de la práctica de nuestro proceso de trabajo. Así mismo, lo hicieron los líderes de agrupaciones colegas en la capital como Argos Teatro, Teatro El público, Teatro Impulso, La Isla Secreta y varios autores jóvenes agrupados en lo que se llamó Almacén de la Dramaturgia.

Volví a los espacios de mi otrora querida escuela, poblada ahora de gente nueva y de antes, siempre dispuesta. A mi laboratorio llegaron artistas desde el Guiñol de Holguín, el Teatro de Los Elementos, de Cienfuegos, del Teatro Cimarrón y el Teatro Nacional de Guiñol, en La Habana, alumnos y profesores del propio ISA, extranjeros y una abogada aficionada a las tablas hasta completar unas 20 personas. Fue difícil, pero no imposible, poner en la misma frecuencia a un alumnado tan disímil, para suerte mía atento y entregado en cada sesión.

Hablamos de maestros titiriteros del mundo y de Cuba, del pasado y de la actualidad en nuestro arte. Vimos interesantes materiales audiovisuales. Trabajamos en la modalidad del teatro de objetos, esta vez mediante los poemas que conforman el “Bestiarium”, escritos por la entonces adolescente Dulce María Loynaz. Hubo demostraciones del espectáculo “El irrepresentable paseo de Buster Keaton”, que estrenáramos en el 2014, con objetos por supuesto. Tuvimos visitas oportunas del dramaturgo Ulises Rodriguez Febles, de Matanzas, y del actor y director escénico Ernesto Parra, del Teatro Tuyo, de Las Tunas. Los ejercicios finales de los laboratoristas cambiaron de un día para otro, gracias a la mentalidad abierta, más la intervención diáfana y directa de todos.

Ellos se fueron esperanzados y yo enriquecido, o ellos enriquecidos y yo esperanzado, no llego a aquilatar aún con claridad lo que allí pasó, pero de una cosa si estoy convencido, los días vividos en el VI Laboratorio Internacional de Verano Traspasos Escénicos, traspasaron de nuestra mente y ejercicio pedagógico y profesional al corazón. Yo, que he pasado algunas otras veces por la experiencia de impartir cursos y talleres a nivel nacional e internacional, confieso que esta vez sucedió algo distinto. Tal vez fue debido a la energía de un sitio que ya es parte de la vida de muchos teatreros, vivos y muertos, almas que sobrevuelan las cúpulas, árboles, ríos y casas transidas de artes y de secretos que ya no lo son tanto.