Me encanta visitar Espacio Irreverente, porque es un teatro que tiene sus propias leyes. No se supone que llegues ahí sin invitación, por lo del hacinamiento y las banquetas que tienen que estar listas. Aunque siempre ha sido así, no solo desde que existe el whatsapp, y tenemos todo esto del COVID, los cubrebocas y el distanciamiento físico.

Eva González, gestora principal del espacio, como perdida enamorada del teatro que es, siempre está dispuesta a dar su tiempo y prestar su sala teatral a varios grupos, para hacer una suerte de teatro educativo con énfasis en las mujeres y su empoderamiento. Pues allí me gusta ir, porque estás en el teatro y a la vez en la casa de Eva, su sala y su terraza ―y también a veces su cocina― son espacios abiertos a las tablas. Pudiera mencionar las primeras veces que la vi hace varios años, cuando aún trashumaba con Salomé o la Candela en la sala Antonin Artaud o en el Café Brecht. Aquella obra mezclaba textos de su autoría con fragmentos de la Salomé de Oscar Wilde: circunspección y desenfado total. Luego creó su proyecto Irreverente y cada tanto me enteraba de que en la “casa de Eva” había un Café Teatro que era lo mismo que una fiesta de artistas y performeros; talleres para niños y adultos, trovadas, etcétera.

Si algo está claro para Eva e Irreverencia es que la mujer ha de ser siempre el centro de sus obsesiones teatrales.

En 2017 Eva González llevó a la sala de Espacio Irreverente El diccionario de Manuel Calzada sobre la vida de María Moliner, autora del Diccionario de uso del español, conocido entre los entendidos como el “diccionario de María Moliner”. Este espectáculo fue invitado al Festival de Teatro de La Habana de ese año y estuvo entre las propuestas nacionales más significativas. La disposición del espacio teatral dentro de una casa da siempre a los espectadores la idea de ser un fisgón, y al público de aquella pieza la indeleble noción de estar efectivamente siendo un testigo cercano de la vida de aquella gran mujer de las letras.

Más tarde, durante la pandemia de la COVID-19, Eva González y su equipo de trabajo, al igual que otros artistas, se dedicaron a hacer un intenso trabajo en las redes poniendo a disposición de esta audiencia varios materiales: Fuenteovejuna, El diccionario, El presidente… todos materiales de web teatro que redundan en el papel de la mujer en la sociedad, pues si algo está claro para Eva e Irreverencia es que la mujer ha de ser siempre el centro de sus obsesiones teatrales.

En esta ocasión la invitación a Lo mío NO es tuyo me ha llegado por mis redes sociales. Tras la debida reserva por whatsapp llegamos un lunes al apartamento que alberga la sala teatral en 11 esquina 16, del Vedado capitalino. A la entrada escuchamos, tras la cortina que cubre la puerta, las voces poderosas de Amy Winehouse, Ma Rainey y Janis Joplin. Al acceder a la sala, recibe al público un material audiovisual que nos introduce en el drama de lo que estamos por presenciar: una mujer clama por Alfredo, su marido que en toda la noche no aparece en la fiesta en que ella va poco a poco perdiendo el control sobre sus adicciones hasta el desenfreno. Comienza la obra teatral a la mañana siguiente: ella es lanzada de la cama y mientras lucha contra la resaca, se dispone a preparar el desayuno para Alfredo.

Lo mío NO es tuyo es una continuidad del trabajo de activismo que ha llevado González en las redes con sus escenas de micro teatro filmado que alienta el poder femenino.

A partir de la obra de Eugene O´Neill Antes del desayuno se desteje esta pieza donde la protagonista habla con su marido aún adormilado en la escasa hora que tiene para prepararse antes de ir al trabajar. Ella, como una especie de Molly Bloom en el famoso monólogo suelta una andanada de reproches contra un marido quen desde la cama no responde en tanto se van develando los intríngulis matrimoniales.

La escena está decorada en rojo, blanco y negro lo cual otorga sobriedad a la puesta a la vez que fuerza en ese rojo que se distingue. Se trata de un espectáculo escrito, dirigido y protagonizado por la propia Eva González y como la actriz misma, es un espectáculo ambicioso que intenta reunir todas las banderas posibles con que hacer loas a las mujeres. Ella, la protagonista, es un símbolo más que un personaje. Se trata de la mujer ya avejentada que no ha logrado su sueño por sostener a su familia; la artista ―en este caso escritora― que ha cedido su fama a su marido; la adicta que ha recaído en la bebida y las drogas; la ejecutiva que sufre acoso en el trabajo; la mujer ya mayor que se ve desplazada por las jóvenes en la preferencia de su esposo…

Lo mío NO es tuyo es una continuidad del trabajo de activismo que ha llevado González en las redes con sus escenas de micro teatro filmado que alienta el poder femenino. Sin embargo, si pudiera pedir algo a Lo mío NO es tuyo sería la concentración y explotación en uno solo de los conflictos de la protagonista. Son tantos los planteamientos característicos del mismo que termina una sin poder identificarse plenamente con el personaje, a la vez que quiere solidarizarse con todas esas variantes de micro explotaciones.

Tres estrenos recientes son atravesados por un eje común: buscan mostrar realidades con el fin de validar el derecho a la felicidad y a la dignidad femenina.  

Aunque, por otra parte, siente el público que un espacio de reflexión conformado por mujeres es necesario. Interesa a la directora que esta obra sirva como espejo de muchas vejaciones que aquejan a las féminas. Coincidentemente mayo fue el mes en que estuvo en cartelera Como si fuera esta noche, dirigida por Yailín Coppola con Argos Teatro y que toca el escabroso tema del feminicidio y sus consecuencias al interior de la familia. Ya antes en la misma sala estuvo Favez, con dirección de Liliana Lam, sobre la médico suiza que rompiera tantos cánones de género en su época.

Salvando las distancias entre estas obras, pues estamos frente a autores heterogéneos y reflejos de épocas también disímiles, y sobre todo frente a directoras con voces características, es evidente que un eje común las atraviesa: estas buscan mostrar realidades con el fin de validar el derecho a la felicidad y a la dignidad femenina.

Aquí en la sala del vedado capitalino, que es literalmente la sala de Eva González estamos presenciando la escena final de una vida de vejaciones, un punto de giro en la larga cadena de humillaciones sufridas por esta mujer, símbolo de las féminas del mundo todas que con esta obra gritan uníos con el puño en alto. Y a diferencia del original de O’Neill, esta mujer se marcha de casa como una Nora a quien solo le queda por dar el portazo y diciendo basta.