Historia de un abrazo es un libro desgarrador. Su autora se reafirma con él, de forma personalísima, como una de las voces más destacadas dentro del trayecto de la poesía nacional que delimitan tres de sus líneas más constantes: un tono doliente, sin ser elegíaco; la presencia de la naturaleza, sin ser propiamente un canto, y el amor filial como tema y elemento cohesionador. Advertidas estas tres líneas que la poesía cubana ha desarrollado desde siempre a lo largo de su historia, en la relación que el poemario establece con ellas, es imposible separarlas de la espiral que genera ese vínculo, coherente entre ellas, a través de una irreverente, fragmentada y hasta hermética discursividad, asediada por una preocupación personal (escribo con mis uñas)[1] que atraviesa toda la obra poética de la autora: el desafío de escribir. Soledad, fragmentación y violencia, son conceptos que, cual signos fatales, vagan de un extremo al otro del poemario, síntoma de una búsqueda al interior del sujeto poético en conflicto consigo mismo y con el entorno, para encaminarse hacia un destino (el amor es la superstición que fuertemente espera) donde cobijar la esperanza. Probablemente, este sea uno de los libros de poesía femenina cubana que con más fuerza se adentra hoy en uno de los dilemas de la mujer moderna, el de la más extrema soledad en compañía (Te quieren con negatividad), en la compañía de la reducida representación de la sociedad que es la familia como núcleo germinal (escuadrón de limitada fe).

“…una de las voces más destacadas dentro del trayecto de la poesía nacional que delimitan tres de sus líneas más constantes: un tono doliente, sin ser elegíaco; la presencia de la naturaleza, sin ser propiamente un canto, y el amor filial como tema y elemento cohesionador”.

El tema del amor filial expresa el desencuentro de la madre con la familia toda, pero en especial con los hijos (la carga irracional del amor), encomendada a una vida sin placer, o del placer de la abnegación, cargada de obligaciones que la sociedad le impone (no me dieron a escoger mi sacrificio) o que se autoimpone (una sinceridad que se vuelve tu miserable culpa) para no disentir con el entorno y lograr la aceptación común (el sacrificio se convierte en un modo de aliarse con el mundo) de la familia, que obliga a la renuncia personal por el amor de los demás (tú debes de quererlos irresistiblemente sin pedir nada a cambio).

El tema del amor filial, defensa del bien que se merece, es al mismo tiempo que vía de manifestación expresiva, meditación acerca de la forma de existencia de la familia, reclamo esperanzador y búsqueda de la armonía del ser en su individualidad como parte de un cuerpo social, una forma de conjurar la clausura de sentimientos, las carencias afectivas. Abundan a lo largo del libro versos en torno a la soledad o la ausencia del amor: La carga irracional del amor/ Empezar a dar amor o continuar para morir fundándolo aun cuando se aleja/ no sé si al amado se le teje un lugar/ Fiebre de los sentimientos, la pérdida, sufrir calladamente hasta que pierda nuevas cosas.

El dolor es una constante para expresar el desasosiego, pero también la voluntad de superación del sufrimiento ante los golpes del día a día (conservo en mí un momento en el que se confunden las palabras permiso y abuso; debo advertirle del abuso mas tengo que esperar que una sombra se vaya) y es motivo constante donde el sujeto poético perfila la angustia de vivir en un contexto opresor de la identidad femenina (ellos te ponen el pie en el alma, vives sus vidas cual si estuvieras en prisión), en particular el de la madre. La duda (¿Volverme fuerte será perder la sensibilidad?), la renuncia (No quiero cosechar nada), el abuso y la falta de confianza en sí misma (Con afinación e ingenuidad ordeno afectos como en fuga) se repiten a cada momento y hacen de la fragilidad de la dicha el oscuro destino de la mujer madre (He querido procurarme un resto de placer de acuerdo al dolor que experimento). La condición sufrida de la mujer va más allá de la maternidad, cuestionada a lo largo del libro como forma de reafirmación (Para qué te sirve la madre), pues no traer un hijo al mundo tampoco cambiará su azaroso destino. Autorrepresión, desobediencia pública, necesidad de defenderse, vulgaridad del destino, madre juego y madre humillación, humillación y castigo, son las señales de una voluntad de desafiar las condiciones que la vida ha impuesto a la mujer madre. En su representación arquetípica son fácilmente distinguibles las suplantaciones de los padres por los hijos (ella me robó mi nombre) o de los hijos por los padres (hija soy tu brazo derecho, tu brazo izquierdo, incluso tu cerebro), pero también se encuentra la madre símbolo, no se trata de un sacrificio en vano, su sacrificio vale como un héroe de la patria. El síntoma de la rebeldía está en exteriorizar la queja misma, hacerla visible, compartirla a viva voz, el no esconderla en silencio.

Mujer pájaro, Zaida del Río. Foto: Internet

En el apartado naturaleza, la madre-árbol se erige en símbolo de la desolación y la discordia: Quién dijo soy la madre. Madre es como la tierra, pisoteada, protege a la semilla. La idea de la invisibilidad de la mujer madre es central en el poemario y aparece constantemente como un grito doloroso en medio del silencio cómplice de los otros, en oposición a la fuga o la simple ausencia del varón. Y entre versos la resiliencia aparece como luz en medio de la sombra: si ya la luz es madre de mi casa o una sombra experta en resistir que se expresa en el fragor de cercanías y alejamientos entre la luz y la sombra, como prueba de dicha posibilidad de resistir y el desgarramiento interior del árbol-mujer que desentierra sus propias raíces. Abunda la prosopopeya: árbol que no vive con sus muñones como astas, el árbol puede tener muñones, pero también puede encontrarse una figura inversa, puesto que manos pueden ser raíces que temen. No hay una relación con la naturaleza, la naturaleza y el cuerpo son uno solo (camino que sale del cuerpo, el camino va clavado dentro del cuerpo, manos como raíces, descubrirse roja como flor de flamboyán, abrazar un cuerpo como árbol vencido, a veces el cuerpo es de animal de corral). No se trata aquí del canto a la naturaleza presente de muchas maneras en la lírica nacional desde la aparición de Espejo de paciencia, ni de la naturaleza compañera del dolor del sujeto lírico de la poesía cubana en distintas presencias a lo largo de sus épocas y movimientos literarios, tampoco del hecho de que la naturaleza adquiera cualidades humanas, sino de que el sujeto lírico identificado, trasmutado en naturaleza, habla o expresa preocupaciones solo atinentes a su humano dolor. Cuerpo y naturaleza se encauzan en un mismo propósito redentor, donde la naturaleza no es mero accesorio escenográfico, sino otra forma de establecer una unidad indisoluble entre la percepción sensorial y el conocimiento.

“Probablemente, este sea uno de los libros de poesía femenina cubana que con más fuerza se adentra hoy en uno de los dilemas de la mujer moderna, el de la más extrema soledad en compañía”.

Tal vez uno de los poemas que mejor manifiesta esta simbiosis entre el tratamiento del amor, la manifestación del dolor y la naturaleza como recurso literario sea el siguiente:

“Te quieren con negatividad”

Si la mano

se abre para abrazar

muchas veces oprime.

Si quieres sol

para tu mal

lo deposita lejos.

Mi espíritu y deseo

crecen

como las ramas

que se van a podar.

Ahora

todo será

mirarte

por la rejilla

de mis dedos.

Pero el amor

no se contiene

si lo peor

de un tiempo

impecable

es que no estamos

a su altura.

Te quieren con negatividad.

Con la noche

toco el alma

de su cuerpo,

pero salgo

del sueño

por un atajo.

Leo la poesía de Caridad Atencio como un acto pleno de identificación. Yo, lectora, soy también árbol en medio de la nada oscura en la vigilia congelada. Raro. Para entenderla, interpretarla o explicarla no me basta el distanciamiento que garantiza objetividades, voy leyendo como sus árboles, derramando mi sangre, pequeñas gotas que van quedando en el camino de la vida. Nunca quedo vacía, el dolor y la vida misma se encargan de devolver los fluidos a mis venas. Como un grito sedicioso en la soledad, así leo estos versos desgarradores.


Nota

[1] Debe aclararse que, con excepción del poema “Te quieren con negatividad”, reproducido en su totalidad, no siempre se cita textualmente, algunas citas han sido manipuladas para facilitar cierta continuidad de las ideas, sin ilustrar directamente.

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