Un vampirito apóstata en el 18 Festival Internacional de Teatro de La Habana

Ernesto Cuní
29/10/2019

Concluyó el 18 Festival Internacional de Teatro de La Habana y, a pesar de las dificultades económicas por las que atraviesa el país, las salas teatrales de la ciudad acogieron por estos días una diversa muestra de espectáculos escenográficos.

Dentro de ellos, el teatro para niños tuvo su espacio. Típico amplificador de valores universales, a la vez que aliento para el disfrute infantil, teje historias inteligentes y dignas de ver.

Foto: Cubaescena
 

Enmarcado en el llamado teatro familiar —aunque su mirada cenital está dirigida a los infantes— el evento propuso varios títulos de esta modalidad. Como plato fuerte, la técnica teatral del títere identificó buena parte de las puestas, involucrando al espectador en el conflicto.

Temas variados, como el de los designios que el destino impone y a los que, más allá de solo asumirlos se puede ir en contra, si una buena causa inspira otros rumbos. Tomada la decisión, los riesgos que esta conlleva se harán presentes, constantes. Pondrán a prueba la voluntad y el tesón.

Este es uno de los postulados principales de la obra En el jardín durmió un vampiro, puesta de la agrupación Teatro El Arca-Retablos con textos de Christian Medina. Desde la fantasía, plataforma por excelencia y clásica en el abordaje infantil, la obra trasmite valores universales como el respeto a la vida, la amistad, la decisión personal y la realización del bien por encima de axiomas y anatemas. 

Gracias a la banda sonora, el diseño de luces y escenográfico, se crean las atmósferas que, como elemento dramatúrgico, refuerzan la trama principal: un niño vampiro que por “norma” debe detestar la luz del día, enaltecer las tinieblas y amar la sangre, hace todo lo contrario. Renuncia al estereotipo que lo enmarca, ama la luz del sol, entabla amistad con una pequeña mosca en un jardín y ama las flores.

Sin grandes pretensiones y con un manejo convincente de los títeres-personajes en el escenario, En el jardín… logra su cometido: trasmitir el mensaje del bien, aun en seres deleznables como es un vampiro. Mamá vampiro desea que él sea un buen ejemplar de su raza y no medirá esfuerzos, aunque con buena intención y amor filial, para que así suceda.

Solo que ese mensaje del bien resulta demasiado predecible y eso le resta encanto a la función, aunque sea para niños. Se sabe que el mensaje para estos debe ser claro: La fantasía ayuda a fomentar e impregnar elementos de la vida real que más tarde deben enfrentar en la vida adulta, como es el hecho luctuoso referido en la obra, pero sin exagerar. No obstante, y es lo fundamental, el desarrollo dramático logra resaltar esos elementos a los que aludimos.

Válidos los efectos sonoros, tanto en los actos como en las transiciones. Las luces, acordes con la intención dramática: En los instantes de esplendor acentúa los colores claros, resplandecientes, en los tenebrosos, los fríos y pálidos. La banda sonora hace otro tanto. Música sombría junto a efectos sonoros denotan los momentos de terror; agradable música para las escenas lúdicas y de solaz. Curiosas e inteligentes las soluciones para transformar el escenario de un precioso jardín en una noche terrorífica de vampiros. Elementos todos que, junto a los títeres-personajes, hacen que la trama adquiera dimensión y progresión dramatúrgica.

Se subrayan segmentos como el del sacrificio y la entrega por una buena causa, como es el caso de la araña Úrsula, que entrega una de sus patas para romper el conjuro a que ha sido sometido el niño vampiro por su madre.

El final, demasiado clásico tal vez. El niño vampiro es salvado. Con tal de buscar la luz del sol, no le importa el sacrifico de morir, pero resulta lo contrario: es convertido en un duende. La historia necesitó de otro universo, otra dimensión para solucionar el problema. El plano real, el tangible de los mortales —más allá de la ficción y la fantasía— resulta casi siempre trunco en este tipo de historias, crueldad semántica que, durante siglos, hemos trasmitido en las historias infantiles. Pero resultan válidas en aras de replicar valores, aunque sea con la historia de un vampirito apóstata.