SELECCIÓN DE POESÍA HOLGUINERA

Una ciudad, con nosotros*

Dunia Verdecia Carmenate
6/5/2020

El hecho de que Holguín posea tantos poetas moradores fijos nos hizo pensar en la posibilidad de reunir todos aquellos poemas que cantaban a la ciudad, y obtener la resultante selección de diversos tonos poéticos alusivos al tema.

Esta selección recoge a todos aquellos poetas holguineros que han desempeñado vida cultural activa dentro de la ciudad aunque no residan en ella, y que tienen al menos un libro de poesía publicado por Ediciones Holguín.

Holguín, la ciudad de los parques. Foto: Tomada de Radio Reloj
 

Es la ciudad de Holguín una tierra fértil para la poesía, existen en ella más de ochenta poetas con obra activa —no cuento en esta cifra a aquellos que han publicado con nuestras casas editoriales y no son precisamente holguineros, aunque muchos se han mantenido en franco acercamiento literario—, premios nacionales alcanzados y publicaciones en otras editoriales, fundamentalmente nacionales, como Letras Cubanas, Unión y Oriente —además han aparecido en editoriales del SET (Sistema de Editoriales Territoriales), como El Mar y la Montaña, que contempla a varios de ellos dentro de su catálogo.

El tema de la ciudad ha dejado un rastro identitario en esa amplia gama de la poesía de los holguineros, a partir de elementos típicos del espacio citadino como: el parque, el cerro, la cruz, las iglesias, la añoranza por el mar, los muros, las columnas, la “Ciudad como universo”, todos vistos a manera de testigos silenciosos y partícipes de cualquier hecho. La permanencia en ella es un fenómeno común, y la poética holguinera lo asume de forma indirecta —llamémosle así— o inconsciente. Ese espacio, al que en muy pocas oportunidades se le canta de forma explícita, persiste en todas las generaciones de poetas como una aferrada elección a permanecer en él, recurriendo a la alabanza, la añoranza, la admiración, la tristeza, el miedo, incluso el odio y el dolor. Por tal motivo Ciudad con nosotros es la selección de poesías de poetas holguineros que recobra la conciencia de un lugar común para todos: salvado, legitimado y silenciosamente alabado desde cualquier parte de este territorio, por esa magia interpretativa y universal de la poesía, escríbase donde se escriba. En ese caso dispondríamos del tema de la ciudad como una imagen abstracta que puede o no ubicarse en la nuestra. Es además el poema homónimo de Alejandro Fonseca el que se ajusta con holgura al corpus de este volumen y por lo tanto titula la selección.

No he pretendido que prevalezca como único propósito de esta selección la alabanza poética que edulcore la ciudad. Dentro de la selección puede ser identificada a través de disímiles imágenes, incluso las que rozan el resentimiento. Muchos poetas no le cantan como cualquiera esperaría, sin embargo, entre líneas, notamos su presencia, en una calle, un parque, un cerro, una iglesia, una columna, una estatua.

Ángel Augier. Foto: La Jiribilla
 

ÁNGEL AUGIER PROENZA

XXII

Cuando la vida era un niño que abría los ojos

sorprendidos

allá en mi provincia donde el sol aparecía

más temprano,

mis pies descalzos, tierra mía,

apretaban tu grano suave

como para sorber por cada poro tu silencioso aliento;

te palpaban mis plantas desnudas

y te sentían cálida bajo el sol, o blanda, humedecida,

y me llenaban de ti hundiendo mis manos

en tu viva sustancia.

El traspatio era un pequeño universo vegetal

Hecho a la medida para la aventura

De saborearte desde la semilla,

Cuando la flor del mango se eclipsaba

Y brotaban soles de verde, rosa y oro

Y la delicia era esa carne mordida

Cuajada de tus jugos, esa disuelta savia

Del yodo en amarilla ternura consagrada;

Cuando en el tamarindo,

Mi casa entre las ramas,

La índica piel, la acartonada cáscara

Entregaba su pulpa de melaza quemada,

Su ácida densidad de la dulzura;

Cuando el anón granaba y su estallido

Era un fragante estruendo

En chispas deliciosas repartido;

Cuando la opulenta guanábana, con su capa esmeralda,

Descendía de su trono, ya en perfume

Y en láctea plenitud multiplicada;

Cuando la guayaba con su sabroso escándalo

Inundaba el olfato y el paladar ansiosos

Mientras no abandonaba su aritmética

La apretada semilla;

Cuando el caimito se despojaba de su morada túnica

Para entrar en el gusto

Con su desnuda carne desplegada,

Menos pródiga quizás que la purpúrea pulpa

—boca comestible de gruesos blandos labios—

Que descubre el mamey dentro de su envoltura áspera;

Cuando, en fin, se quebraba la mulata esfera

Del níspero y su delicada textura perfumada

Se deshacía lenta; o cuando soberana

Imponía la piña su olorosa presencia,

Su armada arquitectura defendiendo

El reducto inefable de la más dulce suma.

Cada sabor llegaba de la tierra

Como recién descubierto una mañana,

Cada fragancia con su forma y colores extraídos

De tu pura sustancia; cada tronco abarcado

Por los débiles brazos, un testimonio palpitante

De la savia común que nos entregas,

Razón frutal subiendo por las venas,

Amor de ti

Ardiendo en el verde fuego de las ramas.

De Isla en el tacto,

Ediciones Unión, La Habana, 1965.

Lalita Curbelo. Foto: Ecured
 

LALITA CURBELO BARBERÁN

De mi ciudad

Por la ciudad.

Razón de una ternura aprendida en sus calles

Y en sus parques.

Como una hoja silvestre que conoce del agua

De las despedazadas lluvias

Que hacen las tardes diferentes

Repitiendo su inalterable sueño

Logrando lo que en las horas sin blasfemia

Se propone.

A su empeño transitado de días y noches

Por las casas alegres como canciones

Con el oleaje refrescante de las palabras

Los saludos   las despedidas.

Sin otra señal

Que los violetas humos en travesía

Por las nubes

Con el silbido que adelanta el tiempo

Y excita las raíces del presente.

Triste al recordar, en la guitarra amarga

De otros tiempos

Donde el poeta iba muriendo de nieblas.

Alegre al regresar a aquellos días

Cuando la infancia encontraba la ciudad

Demasiado grande

Y se ennoblecía de minutos alegres.

Con su ausencia de mar…

Por la ciudad

Y quisiéramos que nada se perdiera

Que todo lo que fue haciéndose

Desde nuestros padres a nosotros

Permaneciera intacto y puro,

Porque la ciudad es el escudo

Que hace que nuestros nombres no se olviden

Y los encontremos repetidos

En la brisa nueva sobre el rostro que ríe

Y los amaneceres que saltan como

Girasoles sobre las encendidas estrellas.

Por la ciudad

De pronto sentimos

Que de tanto amarla

Vamos creciendo con sus calles, sus parques,

Sus iglesias y sus casas.

Y como una luz que lo cegara todo

Sabemos

Que una hoja de trébol la sujeta a lo eterno.

Poema publicado en el periódico iahora!, agosto de 2010 y en la revista Norte, ciudad México.

Quintín Ochoa Romero. Foto: Internet
 

QUINTÍN OCHOA ROMERO

De los parques, del viento

Los parques me recuerdan los niños desnudos

Y una vieja canción de enamorados.

Allí podemos comprender la tarde

Cuando fuego y dolor nublan los ojos,

Subir a la impaciencia de la noche

Y volver con estrellas en las manos.

Amanecer 
       Incluso

Después que el corazón ha oscurecido.

Cuando yo muera
      Amigo

Si es posible

Que me confundan siempre con los parques.

De Sobre un giro de espejos,

Holguín, SPC de Holguín, 1988.

Alejandro Fonseca. Foto: Internet
 

ALEJANDRO FONSECA CARRALERO

Ciudad con nosotros

Para Valeria Bringas

Entre perezosos golpes de agua

Se hace la tibia desnudez de esta ciudad,

En un litoral abierto a nuestros músculos,

Que suelen tenderse a contemplar

Cómo espaciosamente cruza algún navío.

Pero incrédulos a cualquier canto de sirenas,

A la imagen de extraviados galeones,

Sabemos yacer a lo largo de la costa

Ejerciendo la costumbre de sabios animales.

Para tener un pedazo azul del mundo entre las manos,

Que tanto nos pertenece.

De Bajo un cielo tan amplio,

Dirección Municipal de Cultura, Holguín, 1986.

 Ramón Orestes González Garayalde. Foto: Ecured
 

RAMÓN ORESTES GONZÁLEZ GARAYALDE

Por la ciudad y la madrugada

Está la niebla cayendo sobre un muro,

Yo paso velozmente,

Huyendo del misterio.

De Costas nombradas por el viento,

Ediciones Holguín, Holguín, 2003.

 Ronel González Sánchez. Foto: Tomada del Periódico  ¡ahora!
 

RONEL GONZÁLEZ SÁNCHEZ

He de volver, ciudad

Yo te amo, ciudad,

aunque solo escuche de ti el lejano rumor.

Gastón Baquero

He de volver, ciudad, aunque termine

Este viaje de mínimos regresos

Que es mi presencia temporal al fondo

Del patio. He de volver con el desorden

De mis palabras levemente ocultas

Por las sombras, por todo cuanto ansío.

Feliz será reconocer, de pronto,

Que no han enmudecido tus estatuas

Ni los parques de diáfano silencio.

He de volver, ciudad bajo la lluvia

Demencial de los años, sobre piedras

Caóticas de transitorio olvido

Como estos versos que mi voz esparce

Con la misma humildad de un hijo pródigo.

De Zona franca,

Ediciones La Luz, AHS, Holguín, 1998.

Luis Yuseff Reyes. Foto: Internet
 

LUIS YUSEFF REYES

El viento el toque de queda traía

No conozco esta ciudad. Nunca vi al mar golpeando

Contra sus costas.

No me recuerdo junto a la fuente. Ni el desamparo de

Estas calles.

El comercio. Los traficantes trasnochados. Las monedas en el agua.

La iglesia. El temor de Dios estremecido en los altares.

Las puertas cerradas. Los murciélagos. El hambre de los mendigos

Y sus rezos los domingos. No los recuerdo.

No conozco esta luna. Este cielo me desconoce.

No recuerdo sus navíos. Sus hermosos navíos

Perdiéndose en el horizonte.

Ni su palabra de condenar   de perdonar   de condescender.

Soy un forastero. Y sin saberlo burlé la vigilancia.

El estado de sitio de esta ciudad donde todos me saben extraño.

Solo estaba de paso   pensé.

Y el viento el toque de queda traía…

De Vals de los cuerpos cortados,

Ediciones Holguín, Holguín, 2004.

 

*Fragmentos de Ciudad con nosotros. Poesía holguinera sobre la Ciudad, sel. Dunia Verdecia Carmenate, Ediciones Holguín, 2011.