Una historia real maravillosa para ser contada

Fernando Rodríguez Sosa
29/3/2021

(…) nosotros no le decimos
al pueblo:¡cree!
Le decimos: ¡lee! (…)

Fidel Castro Ruz
9 de abril de 1961

Desde hace varias décadas, cada 31 de marzo, se rinde homenaje en la Mayor de las Antillas a ese antiguo y valioso instrumento de conocimiento, de sabiduría, de placer, de entretenimiento, que es el libro.

La ocasión es propicia, por ello, para conocer —o volver a recordar— el hecho histórico que dio origen, apenas dos meses después del triunfo popular de enero de 1959, a que, en esta fecha, se celebre el Día del Libro Cubano.

Un hecho histórico que, por su real y auténtica dimensión, trascendería su época, para así contribuir al futuro desarrollo técnico, profesional e intelectual de varias generaciones de cubanos.

Era mediante la Ley 187 del Gobierno Revolucionario, del 31 de marzo de 1959, que se creaba la Imprenta Nacional de Cuba, nacida en los talleres donde se imprimían los periódicos cuyos dueños abandonan el país luego de la victoria revolucionaria.

Inteligente resultó la decisión de inaugurar la monumental cruzada que entonces se iniciaba en la Isla a favor del libro, la lectura y la cultura, con la publicación de una obra cumbre de las letras universales.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, era el libro que abría un catálogo que, desde entonces, se ha enriquecido con lo mejor de la literatura cubana y universal de todos los tiempos.

Esa primera edición de la Imprenta Nacional de Cuba, que cuenta las aventuras y desventuras del caballero de la triste figura y de su fiel escudero Sancho Panza, aún hoy puede calificarse como una audaz proeza.

Apareció el Quijote en cuatro tomos, enriquecidos con las ilustraciones de Gustavo Doré, que fueron comercializados a 25 centavos cada uno, en una insospechada tirada de 100 mil ejemplares.

No pudo existir, en realidad, mejor propuesta para inaugurar el sueño de cientos de escritores cubanos quienes, a lo largo de décadas, habían añorado un necesario apoyo editorial que incentivara la creación literaria.

“Cervantes con el Quijote —como afirma Alejo Carpentier—, instala la dimensión imaginaria dentro del hombre, con todas sus implicaciones terribles o magníficas, destructoras o poéticas, novedosas o inventivas, haciendo de ese nuevo yo un medio de indagación y conocimiento del hombre…”.

A partir de ese hecho fundacional del sistema editorial de la Isla, comenzaría una historia que merece ser contada, pues ha permitido que el libro se convierta en una herramienta insustituible en la vida de los cubanos.

En 1961, año crucial en la cronología de la entonces joven Revolución cubana, otros acontecimientos dejarían su huella, directa o indirectamente, en esta historia que, por más de seis décadas, ha enriquecido la espiritualidad de la nación.

La Campaña de Alfabetización permitió, en diciembre de 1961, declarar a Cuba territorio libre de analfabetismo.
Foto: Tomada de Granma

Así, a solo dos meses de la gran derrota del imperialismo en las arenas de Playa Girón, en junio de 1961, Fidel Castro, en un discurso conocido como Palabras a los intelectuales, trazaba la aún vigente política cultural de la Revolución cubana.

En agosto, presidida por el Poeta Nacional Nicolás Guillén, nacía la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), organización en que se agrupaba lo más relevante de la intelectualidad de la Isla en defensa del nuevo proyecto social.

Se cerraba ese año 1961 con la Campaña de Alfabetización —para la que se imprimieron miles de manuales y cartillas—, que permitió, en diciembre, declarar a Cuba territorio libre de analfabetismo.

Era el autor de El Siglo de las Luces quien daba continuidad a esta historia, al ser nombrado director, en 1962, de la Editora Nacional de Cuba, institución en que comenzaron a crearse varios sellos editoriales.

Una de esas casas fue la Editora Juvenil, que contó con los empeños, entre otros, del pedagogo y escritor para niños hispano-cubano Herminio Almendros y de Renée Méndez Capote, la cubanita que nació con el siglo.

No es posible recorrer el itinerario del libro en la Mayor de las Antillas a lo largo de las últimas seis décadas, sin reflexionar acerca del interés de Fidel por diseñar, organizar y desarrollar un sistema editorial en la Isla.

Su impronta aparece, por ejemplo, en la creación, en 1965, de Ediciones Revolucionarias, inteligente respuesta, ante el bloqueo y los acuerdos sobre propiedad intelectual, de publicar en Cuba los libros demandados por la educación.

 No es posible recorrer el itinerario del libro en Cuba a lo largo de las últimas seis décadas,
sin reflexionar acerca del interés de Fidel por diseñar, organizar y desarrollar
un sistema editorial en la Isla. Foto: Tomada de Cubadebate

Han reconocido los fundadores, en 1967, del Instituto del Libro, que Fidel también guio su creación, para así contar con una institución que rectorara la edición, comercialización y promoción de libros y publicaciones seriadas en el país.

De obligada referencia en este recuento es la iniciativa que le animó, en el año 2000, a inaugurar un renovador proyecto que, frente a la imposibilidad de asumir grandes tiradas, buscara alternativas acordes a las necesidades del público lector.

Nacía así el Sistema de Ediciones Territoriales (SET) que creaba, en las 14 provincias y el municipio especial Isla de la Juventud, sellos editoriales para publicar las mejores obras de cada región, así como de Cuba y del mundo.

Desde entonces, cada una de estas editoriales —dotadas de los equipos, la infraestructura y los insumos imprescindibles— también contribuyen al florecimiento y promoción de la creación literaria en toda la geografía insular.

Durante los festejos por las dos décadas de esta iniciativa auspiciada por Fidel, se conocía que las 22 casas editoriales del SET lograron publicar 4200 títulos, con 4,2 millones de ejemplares.

Hoy los retos y desafíos del libro en Cuba, como en gran parte del mundo, son enormes, motivados tanto por la limitación de recursos materiales como por el vertiginoso avance de las nuevas tecnologías.

El libro digital en todas sus variantes ya preocupa —y ocupa— a escritores, editores, correctores, diseñadores, ilustradores, libreros, promotores, quienes deben adaptarse a las exigencias de nuevos soportes.

¿Qué pasará con el libro en Cuba? ¿Cuál será el destino de tan trascendente vehículo del saber y el disfrute? ¿Desaparecerá definitivamente el libro en soporte de papel para dar paso al libro digital?

El libro digital preocupa y ocupa a escritores, editores, correctores, diseñadores, ilustradores, libreros y promotores,
quienes deben adaptarse a los nuevos soportes. Foto: Internet

Difícil dar respuesta categóricamente a tales interrogantes, aunque estoy seguro, convencido, de que el libro en Cuba, en cualquiera de sus soportes, no abandonará el protagonismo que ha marcado su historia.

Una historia, como la contada ahora a propósito del Día del Libro Cubano, real maravillosa, que evidencia, una vez más, como reza un viejo proverbio ruso, que el libro es como el agua, que por doquier se abre paso.