Con la presencia de Fernando Rojas, viceministro de Cultura; Luis Morlote, presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, y prestigiosas personalidades de la danza y la cultura de nuestro país, fue develada en el vestíbulo de la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, el pasado 29 de junio, una tarja alegórica al centenario del investigador, coreógrafo y bailarín Ramiro Guerra.

La tarja conmemorativa es de la autoría del artista plástico Claudio Sotolongo. Foto: Tomada del perfil de
Twitter del Teatro Nacional de Cuba

Como parte del tributo que se le rinde a quien contribuyó decisivamente a reforzar la identidad cubana y redimensionar el entramado cultural de la nación, se estrenó el documental Ramiro, siempre la danza, del realizador Adolfo Izquierdo y el periodista Yuris Nórido.

Unas seis décadas atrás fue precisamente el Maestro Ramiro Guerra, al frente del Conjunto Nacional de Danza Moderna —creada por él—, quien oficialmente abrió al público las puertas del Teatro Nacional de Cuba. Testigos de aquel trascendental acontecimiento aseguran que fue un espectáculo verdaderamente emotivo y hermoso; caracterizado por su alto nivel técnico y artístico, y por la fuerza y vitalidad de sus bailarines y músicos, genuinos exponentes de las esencias africanas y las tendencias contemporáneas de la danza mundial.

Otros muchos y variados espectáculos como aquel han encontrado excelentes escenarios en las salas Covarrubias y Avellaneda de esta emblemática institución cultural, inaugurada por Fidel el 16 de junio de 1979. De algunos de estos eventos y de sus experiencias nos hablaron cuatro de sus trabajadores, galardonados recientemente con la Distinción Raúl Gómez García.

Mario García Borges se desempeña como técnico de sonido del Teatro Nacional desde hace 22 años, aunque su experiencia en el medio suma un total de 42:

Trabajé anteriormente en servicios técnicos del Ministerio de Cultura y con bastante frecuencia venía acá en prestación de servicios.

El Teatro Nacional ha representado para mí un lugar que me ha ofrecido muchas oportunidades de superación, desarrollo y preparación profesional, justo por las características de las actividades que en él tienen lugar. Son eventos de primer nivel artístico y mucha complejidad, lo cual te obliga a superarte constantemente, pues no siempre las posibilidades técnicas son las mejores y es preciso reinventarse y buscar alternativas que suplanten las carencias. Todo en función de que nuestro trabajo sea lo más profesional posible y se corresponda con la calidad artística de las agrupaciones y solistas, los cuales dan lo mejor de su arte en nuestros escenarios.

Durante los 20 años que trabajé en los servicios técnicos del Ministerio estuve presente en varias galas dedicadas a la histórica fecha del 26 de Julio. Asimismo, colaboré en distintas ediciones del Festival de Varadero, pero aquí en el Teatro Nacional participé directamente en una actividad que marcó mi vida para siempre: una gala realizada en honor al Reverendo Jesse Jackson. Más allá de su complejidad, esta actividad estuvo cargada de emociones y de una calidad artística extraordinaria que me dejó grandes enseñanzas. En ella se mezclaron por primera vez las presentaciones en vivo y la proyección de audiovisuales. Si bien esto hoy es muy usual, en aquella ocasión se hizo por primera vez y resultó una gran novedad.

Por su parte, Rafael Vega comenzó a trabajar en el Teatro Nacional de Cuba como subdirector general, y en el período comprendido entre 2009 hasta 2017 fue designado para asumir el cargo de director. En esta institución, considerada joya de la cultura cubana, Vega tuvo el privilegio de participar en eventos trascendentales y estrenos de inolvidables obras de teatro, entre ellas Aprendiz de bruja y Manteca:

Fui testigo de la primera ópera que se hizo en Cuba, estrenada en este teatro. Destacadas fueron igualmente las presentaciones de agrupaciones extranjeras como la Ópera de Pekín, un variado espectáculo interpretado por renombradas figuras de la cultura china.

“El Teatro Nacional de Cuba vio nacer la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Nacional
de Cuba”. Foto: Tomada de Cubarte

De manera imperecedera conservo en mi memoria la celebración de otros muchos eventos: el virtuosismo mostrado en los Festivales de Ballet, la presencia de Alicia y Fernando Alonso, los Festivales de Guitarra, etc. En este escenario tocó en vivo por última vez Leo Brouwer. Presentaciones memorables fueron las de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Mercedes Sosa, por solo citar algunos.

El Teatro Nacional de Cuba vio nacer la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Nacional de Cuba. Acogió el primer Festival de Música Contemporánea y la primera interpretación en nuestro país de la Novena Sinfonía de Beethoven.

Junto a excelsos desempeños artísticos de innumerables agrupaciones y solistas nacionales y foráneos, ha sido sede de importantes eventos teóricos, talleres y conferencias magistrales. Son tantas las remembranzas, que prácticamente es imposible jerarquizar un evento determinado. Todos llevaron implícitos una enseñanza y un aprendizaje que me permitieron forjar un gran universo cultural; un universo abarcador de todo cuanto puede hacerse en un teatro, no solo desde el punto de vista artístico, sino también teórico, técnico y práctico.

Conocimientos que en la actualidad resultan de gran provecho para Rafael Vega, quien asume ahora la responsabilidad de promotor cultural en el trabajo comunitario desde la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales.

Mientras, Armando Ernesto Fernández Fornaris es graduado de Técnico Medio en Electrónica y acumula una vasta experiencia de más de dos décadas como sonidista en el Teatro Nacional: “Esta institución es una gran escuela para todos aquellos que tenemos el privilegio de formar parte de su colectivo laboral. El trabajo conjunto con bailarines, músicos, actores y artistas de la plástica ha enriquecido enormemente mi formación personal y profesional”.

“El Teatro Nacional de Cuba ha devenido, por más de 60 años, puerto seguro para todas las expresiones del arte cubano y universal”.

Por último, Daniel Padrón Pérez, jefe de servicio general, comenzó a trabajar en esta instalación cuando todavía era muy joven:

Hoy tengo 48 años de edad, y de ellos, 25 los he dedicado a esta institución, que ya es parte inseparable de mi vida. Los conocimientos adquiridos aquí me han permitido ser productor y director artístico. Amo este sitio y sin él no me concibo.

Entre las actividades más importantes para celebrar nuestro aniversario 63 ha estado el homenaje permanente a Ramiro Guerra en su centenario, así como actividades dedicadas al aniversario 60 del Conjunto Folclórico Nacional y al centenario de la radio cubana; todas celebradas con múltiples eventos y atractivas propuestas culturales a cargo de prestigiosas compañías musicales, danzarias y teatrales que enaltecen la cultura nacional.

Especial atención brindamos a los niños, con actividades en nuestras salas Covarrubias y Avellaneda, y en los espacios exteriores del teatro. También participamos en las comunidades, como La Timba, La Dionisia y otras cercanas a nuestra instalación, en las que desarrollamos un amplio y variado trabajo comunitario.

Al igual que mis compañeros, he vivido en este teatro momentos inolvidables; momentos que por su trascendencia merecen ser recordados con un cariño muy especial. Entre todos ellos, sin embargo, hay uno que resulta tremendamente relevante y que permanece de manera indeleble en mis recuerdos, ya que marcó mi vida para siempre: la primera vez que vi a Fidel en el teatro, donde tuve el privilegio inmenso de estrechar su mano.

Como resultado del esfuerzo cotidiano, la consagración y gran sentido de pertenencia de su colectivo laboral (integrado por unos 100 trabajadores), el Teatro Nacional de Cuba ha devenido, por más de 60 años, puerto seguro para todas las expresiones del arte cubano y universal.

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