Una fábrica que nos recuerda las construidas a orillas del Támesis en la Inglaterra de la Revolución Industrial, ha devenido templo del arte cubano contemporáneo; y una de sus paredes, negra como una noche cerrada, de tempestad, su galería central. Esta Fábrica de Arte Cubano (FAC) casi a orillas del Almendares —“Dulce Almendares, fluye suavemente…”, habría cantado T. S. Eliot de haber vivido en el Vedado habanero—,[1] presenta en su galería La pared negra, la exposición de fotografías y pinturas titulada Womancraft, de la artista visual Leonor Menes. A la sombra del frondoso título y del nombre de la autora, leemos: “El arte de ser mujer es el oficio de ser tiempo”, del investigador Noel Nápoles González. Con tales antecedentes, empezamos a ver, a pensar… ¡A soñar!

“Leonor, su fotografía, es un acopio de verdades por decir…”.

Un pequeño número de fotos a manera de muestra de una serie concebida durante la pandemia de la COVID-19, hace de prólogo visual a la propuesta expositiva de Leonor. ¡Qué decir de un oficio de mujer devenido arte de su tiempo, que no lo haya dicho la propia artista en sus fotos! De la semilla al paisaje transcurre un discurso, que no por común, deja de echar raíces en todas las edades de la existencia humana. El dominio técnico es su aliado; el acento lúdico de la composición, su carácter. Cualidades con las que se aviene la inserción de los más variados materiales, en razón de una estrategia de codificación visual de evidente interés textural, sin que por ello deje de ser consecuente con los valores ideoestéticos propios de la imagen analógica dominante.  

Una fábrica que nos recuerda las construidas a orillas del Támesis en la Inglaterra de la Revolución Industrial, ha devenido templo del arte cubano contemporáneo.

En lo que a la temática respecta, la artista concibe una fotografía que, a veces, parece ser excusa de un arte comprometido en señalarnos dominios y fronteras del acto de vivir. De este interés se enhebra la belleza del cuerpo femenino con el de la naturaleza, o la de la posesiva lluvia sobre un rostro que aspira a reconocerse en otro rostro; promesas todas de un discurso sin causa aparente para concluir.

Leonor, su fotografía, es un acopio de verdades por decir; de verdades que se filtran con la luz de los días, dejándonos en el rasgado de una promesa aquello que no se cansa de expresarse: la intemperie de una humanidad en sus etapas o edades, a la espera de un cielo del cual aún desconocemos su verdadero color.


Notas:

[1] “Dulce Támesis, fluye suavemente hasta que yo termine mi canción”. Thomas Stearns Eliot: La tierra baldía. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1990, p. 121.