Una relectura contemporánea del extraordinario legado leninista

Juan Valdés Paz
24/4/2020

Dejando a un lado cualquier interpretación canónica de dicho legado ―de Lukacs a Stalin y de estos a los numerosos biografías y manuales de marxismo-leninismo― el extraordinario legado leninista nos impone una relectura contemporánea del mismo y una reiterpretación de sus propuestas, en nuestros propios términos.

Cartel de Gladys Acosta, 1980, DOR.

Esa relectura debe distinguir en ese legado la etapa que va desde sus primeros trabajos a fines del siglo XIX hasta Octubre de 1917; y desde entonces hasta su muerte en 1924. Las ideas y prácticas políticas de Lenin en cada etapa estuvieron apegadas a sus respectivos contextos históricos, particularmente a la permanente crisis política de la sociedad rusa. Ambas etapas nos muestran hoy tanta continuidad como discontinuidades, pero de ambas está compuesto su legado, del cual queremos enfatizar algunos de sus innumerables temas:

a. Una primera etapa, caracterizada por: la creación de una organización política o partido de vanguardia, capaz de movilizar, dirigir, organizar y educar a las masas; una acción política basada en un programa con objetivos estratégicos y tácticos; una lucha orientada por una alternativa revolucionaria al capitalismo; la prosecución del poder político; etc.

En su transcurso, se elaboró un pensamiento implacablemente crítico con el reformismo y el oportunismo político; se batalló por la recuperacion del marxismo revolucionario, incluida su dimensión utópica; se publicitaron las ideas revolucionarias; se efectuaron concienzudos estudios del capitalismo ruso y del capitalismo mundial, reinterpretándolos como tributarios de una nueva fase de su desarrollo imperialista; etc.

b. Una segunda etapa, con una práctica política condicionada por la instauración de un poder revolucionario, su reproducción y socialización; la lucha contra la contrarrevolución interna y externa; la invención y promoción de un orden socialista, para el cual no estaban dadas ninguna de las condiciones previstas; la tensión y el esfuerzo por mantener la legitimidad del régimen revolucionario y, en particular, la necesidad de complementar al poder revolucionario establecido con las necesarias rectificaciones y reformas, caso de la NEP y de sus propuestas en los últimos años de su actividad política.

Por otra parte, la reelaboración de sus concepciones políticas e ideológicas, así como sus programas, ante las nuevas condiciones históricas y sus desafíos; la redefinición del paradigma holístico marxista como “el análisis concreto de una situación concreta”, así como la centralidad de la noción de “coyuntura” político social. La opción “socialista” o mejor, “no capitalista”, para Rusia; y la incorporación de los países colonizados y neocolonizados de Asia, África y América Latina, a la lucha de liberación nacional, antimperialista y anticapitalista.

Particular importancia teórico práctica cobraría en el pensamiento político de Lenin la idea de la necesidad de dotar al poder revolucionario de un consenso mayoritario, lo que implicaba un conocimiento adecuado de la estructura social, de sus componentes socioclasistas y sectores, de sus tendencias, como base de una permanente política de alianzas.

II ¿Qué hacer con dicho legado hoy?

En nuetra opinión, la actualidad de ese legado consiste esencialmente en preservar y educar a las nuevas generaciones en sus ideales, más que en sus ideas, en su historia real, mas que en su mitología. Imitar el ejemplo de creatividad de los bolcheviques en general y de Lenin en particular, frente a las condiciones imprevistas y adversas, impuestas por la mundializacion capitalista; y, a la vez, producir un mejor conocimiento de ese capitalismo y del imperialismo, en su fase contemporánea.

Tomar en cuenta la necesidad de acumular el suficiente poder político y social para desafiar y suplantar ese orden capitalista y burgués. A la vez, considerar la dimensión internacional de esa lucha, en las condiciones que acompañan a la actual mundialización, a saber: la globalización neoliberal, la creciente desigualdad del sistema internacional, la debacle del socialismo europeo y sus efectos sobre el movimiento popular, los desequilibrios geopolíticos, las tensiones en el ecosistema planetario, la escasez relativa y absoluta de recursos naturales, la hegemonía de la cultura burguesa, etc.

Se impone alcanzar una evaluacion desprejuiciada y objetiva de las experiencias de los socialismos históricos e identificar las fallas que dieron al traste con los mismos. Obviamente, superar esas deficiencias en cualquier proyecto de nueva sociedad, el nuestro incluido, con el mismo espíritu crítico y autocrítico, de que dio tantos ejemplos el liderazgo de Lenin.

La experiencia histórica mostró ―desde Rusia y los socialismos asiáticos hasta Cuba― que la opción socialista o no capitalista, implicaba no uno, sino dos proyectos revolucionarios, estrechamente articulados: un proyecto de nación; y un proyecto de sociedad, con sus respectivas “tareas históricas”. Corresponde al pensamiento y a la práctica revolucionaria, de líderes y pueblos, dar cuenta de las especificidades y objetivos de cada uno de estos proyectos, así como de las prioridades entre los mismos.

La prueba histórica de la persistencia y centralidad del Estado como representante de la nación, la necesidad de un poder revolucionario efectivo y garante de los respectivos proyectos de nación y de sociedad, ya le plantearon a Lenin y a todas las experiencias socialistas posteriores, la necesidad de una permanente socialización y desarrollo democrático, mediante los cuales preservar los derechos humanos de la población, la equidad social y la participación ciudadana, así como superar las tendencias a la burocratización, la corrupción y la anomia política, presente en todas esas experiencias.

Para los países periféricos del sistema mundial ―subdesarrollados, dependientes o del sur― el legado leninista debe ser un componente irrenunciable del complejo de ideas y prácticas con que den cuenta de sus condiciones históricas, socioeconómicas y culturales, en la prosecución de su plena soberanía y autodeterminación, así como en su proyecto de transición hacia un “socialismo con características propias”.