Género y estilo en la música son conceptos de aparente sencillez y a menudo se utilizan de forma indiscriminada. Existen diferentes definiciones y puntos de vista, con esencias temporales, ya que la raíz histórica no se puede obviar y, en lo que la mayoría coincide, es en la relevancia del timbre y la instrumentación para la conformación de ambos conceptos. Precisamente, sobre esas bases, concibió Manolito Simonet un proyecto en el que tuvo a bien vincular la música popular bailable con el pensamiento sinfónico más académico.

Manolito Simonet es reconocido como un notable músico que se distingue por su novedosa visión como productor y compositor, y es evidente que tuvo, en este caso, la necesidad de transgredir moldes ya establecidos en la construcción de la música bailable cubana.

“La complejidad de este proyecto posibilita su análisis desde múltiples aristas, en este caso se considera relevante lo que ha aportado a la enseñanza superior de la música en la presencia de profesores y estudiantes de la Facultad de Música de la Universidad de las Artes (ISA)”.

La complejidad de este proyecto posibilita su análisis desde múltiples aristas, en este caso se considera relevante lo que ha aportado a la enseñanza superior de la música en la presencia de profesores y estudiantes de la Facultad de música de la Universidad de las Artes (ISA).

Seline, una estudiante expresó su satisfacción ante la relación con Manolito Simonet de esta manera: “(…) me llenaron de felicidad sus consejos, su buena energía, sus gratas experiencias que, en ese momento, nos compartió. La verdad es uno de los más gratos recuerdos que llevo conmigo”.[1]

Existen múltiples ejemplos de vinculación entre el repertorio de los grandes clásicos y lo popular bailable, aunque también se conoce que la raíz de muchos géneros de concierto estuvo en los bailes de diversas regiones de Europa, por nombrar lo que nos resulta más cercano culturalmente. Las obras de Mozart y Beethoven han sido transformadas en su función fundamental.

Quizás siguiendo esta tendencia transformadora, Manolito Simonet penetró en la esencia tímbrica de las sonoridades de instrumentos propios del pensamiento orquestal, para concebir una especie de son sinfónico, que no siempre es puro son, ni totalmente sinfónico.

“Manolito estudió sus principios en la escritura y los estilos al producir esa amalgama sonora”.

Manolito estudió sus principios en la escritura y los estilos al producir esa amalgama sonora. Acudió al ISA, a agrupaciones de cámara y a la Orquesta Sinfónica Nacional para la selección de intérpretes, no como entidades, sino como individuos que, en compañía de su propia orquesta, ofrecieran la posibilidad de convertir su proceso en una acción de práctica docente; los estudiantes se unieron en un mismo atril con profesores y egresados, así se conformó una nueva orquesta.

En esta relación de lo popular con lo académico, de acuerdo con la manera actual que tenemos en la Universidad para abordar el aprendizaje de determinados instrumentos, fue una oportunidad para los intérpretes seleccionados penetrar en el mundo sonoro de relevantes obras de autores como Arsenio Rodríguez y César Portillo de la Luz. “Son de verdad”, “Fuego en el 23”, “Noche cubana”, “No me llores”, “Frutas del Caney” y “Rumba en el solar”, entre otros temas se integraron al repertorio activo de los estudiantes y egresados que participaron en la producción.

El productor y arreglista, al concebir el proyecto, ya tenía apropiada la sonoridad de la orquesta sinfónica y sus componentes; pero llevar todo esto a la partitura fue otra cuestión, por lo que se produjo un tipo de relación diferente y muy importante: el aprendizaje del instrumentista al arreglista en instrumentos como el oboe, el corno y el fagot.

Sobre la experiencia de los oboes se expresa:“(…) un reto fue el pensar en qué alumno podría formar parte de la grabación y seleccionar a la persona correcta… y luego compartir la experiencia. Fue muy gratificante”.[2]

Los resultados en la percusión también fueron interesantes, ya que se identifican, al menos, dos planos: el de la percusión propia de la música popular bailable; tímpano y teclados para dar otros colores. En este caso, Manolito hubo de pensar, escuchar e improvisar in situ para construir la partitura final.

“Quizás siguiendo esta tendencia transformadora, Manolito Simonet penetró en la esencia tímbrica de las sonoridades de instrumentos propios del pensamiento orquestal, para concebir una especie de son sinfónico, que no siempre es puro son, ni totalmente sinfónico”.

La selección de las voces resultó muy apropiada y se produjo en función de los estilos y tipos de voces de diferentes cantantes profesionales. Sin lugar a dudas el timbre fue vital para Simonet, esto se observa en la inclusión de los saxofones, en los coloridos que asume la cuerda de los trombones. Las cuerdas frotadas recuerdan el sonido sinfónico en muchas de sus intervenciones. Gustó sobremanera a Simonet el comportamiento de las flautas y los clarinetes, interpretados por profesores de renombre.

El clarinetista Haskell Armenteros[3] al referirse a la experiencia expresó:

“Me aportó muchísimo, primero el poder compartir ese caudal de conocimiento y talento que tiene Manolito, que tan inteligentemente logró transpolar al pentagrama sinfónico, sin que ninguno de los dos géneros perdiera su esencia (…) Un disfrute total del trabajo y resultado, pienso que el material está llamado a ser, por su factura, una joya de nuestra música cubana”.

Manolito Simonet opina sobre su propuesta discográfica:

“Primeramente, un gran reto, esta fue mi primera experiencia con este tipo de proyecto, pero los artistas que participaron tomaron esta idea con tanta seriedad y entusiasmo que se me abrieron las puertas, se hicieron realidad todas las cosas que imaginé desde el punto de vista musical.

Realmente fue una gran experiencia y a la vez un gran privilegio haber compartido este proyecto con tan buenos músicos y personas, felicidades a todos”.


Notas:

[1] Seline Loyola. Estudiante de 3er. año del curso diurno.

[2] Palabras de la profesora de oboe y solista de la Orquesta Sinfónica Nacional Lauren Ríos, en entrevista realizada el pasado 10 de abril

[3] Haskell Armenteros, clarinetista. Director del Ensamble de Viento Nueva Camerata.

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