En cualquier acto valedero de creación artística junto con la invención siempre hay un proceso de investigación que, desde múltiples conocimientos, le acompaña. En particular en el teatro, un arte que en última instancia se afirma en las contradicciones entre el individuo y la sociedad, la investigación contribuye a pulsar signos del comportamiento al tiempo que soporta la búsqueda de nuevos procedimientos de expresión.

Al reunirnos en un panel de la Conferencia Científica que celebra 45 años del Instituto Superior de Arte,[[1] me remonto a los tiempos fundacionales de la entonces nueva carrera de Teatrología para recordar, como graduada de la primera promoción, el magisterio de figuras fundamentales como Rine Leal y Graziella Pogolotti, esenciales para entender devenires escénicos y culturales, y el seminario de investigación impartido por la maestra Raquel Carrió, en el que nos instaba a un camino de búsquedas en activo tránsito de lo conocido a lo desconocido, inserto en un contexto sociocultural y artístico, y capaz de articular un discurso en el cual hay espacio inclusive para la fabulación, como parte de la aventura.

No es casual compartir con profesores que conjugan la condición de teatristas en un sentido amplio y el ejercicio académico con la investigación, como instrumento de apoyo fundamental para cualquiera de sus desempeños ligados con el teatro.

Desobediencia, Teatro de lo Innombrable (México), investigación de un hecho en un espacio específico. Foto: Alejandra del Ángel

El ejercicio de la crítica teatral —como la de cualquier arte—, si se emprende con rigor y especialización, implica una inmersión en las coordenadas de la obra de arte y en su naturaleza profunda, para encontrar las marcas personales del creador y del grupo en la expresión de una visión del mundo que se trasluce de su postura frente a la problemática humana tratada en la escena.

Así mismo la tarea fundamental del asesor teatral o el dramaturgista es un ejercicio exhaustivo de análisis del proceso de creación visto por dentro, minuciosamente, en el desarrollo y maduración de cada uno de los componentes de la puesta en escena, para acompañar con información y perspectivas de análisis al equipo de artistas, como una forma de alimentar el conocimiento multidisciplinario y de estimular las búsquedas, asociaciones e inducciones.

En el ejercicio de la crítica, ya sea dentro o fuera del proceso creativo, la investigación tiene además una utilidad inapreciable para llegar a encontrar los gérmenes verdaderos de lo nuevo, y saber deslindar la paja del grano o la mera repetición de recursos del valor del hallazgo que reta al lector/espectador y al teatro por venir.

En mi experiencia como teatróloga que dedica buena parte del tiempo a la edición ligada a la promoción al frente de una revista especializada de teatro latinoamericano, en paralelo con el ejercicio de la crítica teatral y la docencia, la investigación forma parte esencial de la proyección que en cada número de la revista Conjunto configura el sustento conceptual. Al diseñar cada nueva entrega, a partir de una síntesis de las propuestas que recibimos desde diferentes puntos de América Latina y el Caribe y de las señales que por nuestra parte apreciamos en el quehacer de la práctica, como testigos o lectores ávidos —y esa síntesis en ocasiones nos sorprende con notables afinidades—, debemos investigar con el objetivo de encontrar las voces más autorizadas para abordar un determinado tema, capaces de releer una relación diferente entre los componentes del discurso para encontrar nuevas maneras de comportamiento e interrelación en el aquí y ahora que impone la escena. De tal modo que logremos confrontar aproximaciones y voces distintas para mirar el fenómeno con la necesaria amplitud, y para propiciar un debate de ideas que nos lleve a un paso más adelante en la comprensión del problema, más allá de lo fenoménico coyuntural, o de lo generalmente aceptado.

“En el ejercicio de la crítica, ya sea dentro o fuera del proceso creativo, la investigación tiene una utilidad inapreciable para llegar a encontrar los gérmenes verdaderos de lo nuevo (…)”.

En la labor editorial, la investigación es decisiva para la articulación de dosieres temáticos o para, de manera más sencilla, lograr una dramaturgia de cada número de modo que las contribuciones aporten al pensamiento y a la reflexión, no a partir de una simple acumulación de textos de actualidad, sino con proyecciones que formulen al lector teatrista preguntas sobre su postura creadora.

Así también, al conformar la curaduría en cada edición de la Temporada de Teatro Latinoamericano y Caribeño Mayo Teatral, para establecer las principales ideas que llegan a definirla, no basta con la mirada atenta a la práctica teatral de la región para encontrar señales de interés, también hay que hurgar en el sentido, las motivaciones y las alternativas de lenguaje de cada propuesta en diálogo con su respectivo contexto social y político.

De ese modo, entre los temas en los que en los últimos años hemos decidido enfocarnos con el concurso de muchos colaboradores, artistas de la práctica y estudiosos de distintas proyecciones, han estado las motivaciones del teatro de grupo —una categoría esencial de la escena nuestramericana que se sigue defendiendo por muchos teatristas, a contrapelo del individualismo— y tratar de develar sus claves identitarias en la actualidad; la presencia insistente del teatro documento, el teatro testimonio y el teatro de lo real, curiosamente recurrentes como procedimiento, en medio de un terreno social movedizo y como una vía para llegar a la verdad; la emergencia de voces femeninas que abordan problemáticas de nuestras sociedades desde una intencionada perspectiva de género, y que dialogan con otras formas de manifestación de las masculinidades; la utilidad de la investigación histórica y su revisión en el análisis de circunstancias contemporáneas; las manifestaciones de violencia y el efecto de políticas que al privilegiar el rol del mercado y desmontar valores humanos y colectivos no hacen más que confirmar el fracaso del proyecto neoliberal.

En relación estrecha y sistemática con el teatro y el pensamiento teatral de este lado del mundo, hemos podido apreciar cómo la noción del investigador se ha ensanchado considerablemente en mayor diálogo con la praxis. Porque, cada vez más, para entender tanto la realidad desde la que se genera la producción artística de la escena como las múltiples maneras en que se expresa el teatro, además de las otras artes que sintetiza en un nuevo discurso, necesitamos auxiliarnos de saberes de otras disciplinas formalizadas, como las ciencias sociales, las ciencias naturales y exactas y la filosofía,[2] tanto como de las experiencias de vida y de conocimientos menos sistematizados, que están contenidos en el acontecimiento vivenciado o referido, o lo que es lo mismo, lo que pasa a nuestro alrededor en el acontecimiento o en el repaso de la historia.

“En relación estrecha y sistemática con el teatro y el pensamiento teatral de este lado del mundo, hemos podido apreciar cómo la noción del investigador se ha ensanchado considerablemente en mayor diálogo con la praxis”.

Jorge Dubatti, probablemente el más prolífico de los investigadores teatrales de nuestra región, polígrafo incansable de la escena que ejerce simultáneamente la crítica y la investigación, la transmisión del saber a través de la docencia, y contribuye a generar propuestas en el terreno de la filosofía del teatro y la teoría, formula cómo se aprecia una expansión de la labor del investigador teatral, en la cual se ponen en tensión lo formulado por la teoría y la práctica viva.

Con razón, afirma que:

De la existencia de esta variedad de disciplinas y de diferentes campos científicos surge la posibilidad de la pluridisciplinariedad, la interdisciplinariedad, la transdisciplinariedad y la transversalidad. Esto genera los desafíos de la comparación y la traductibilidad, de una disciplina a otra, de un campo científico a otro, también en el plano de la relación entre las artes.[3]

Dubatti defiende la especificidad particular de las ciencias del arte, y enfatiza cómo la experiencia demuestra que las prácticas artísticas en cualquiera de sus manifestaciones, que incluyen la gestión, la enseñanza y la promoción artística, y las ciencias del arte, se alimentan entre sí provechosamente. Formula varias alternativas de proyección que reúne en la dualidad artista-investigador, como forma de empoderamiento que genera un nuevo sujeto de la investigación artística. Y reconoce cuatro fundamentales, a su juicio “básicas, combinables y complejizables, en la producción de conocimiento desde/para/en/sobre la praxis artística”, a saber:

1- el artista-investigador, que es el productor de conocimiento desde todas las actividades vinculadas con el arte/el teatro: el gestor artístico-investigador, el docente de arte-investigador, el técnico-artista-investigador, el productor artístico-investigador, el espectador-investigador, el crítico teatral-investigador, etcétera.

2- el investigador-artista, teórico con importante producción ensayística y/o científica que, además de su carrera académica en organismos universitarios o científicos, es un artista de primer nivel.

3- el artista asociado a un investigador no-artista especializado en arte.

4- el investigador participativo que (sin ser artista) produce saber participando en el acontecimiento artístico (ya sea por su estrecha relación y familiaridad con el campo artístico o por su trabajo en el convivio como espectador; es el investigador que ubica su laboratorio en el acontecimiento teatral, en el “barro” del campo teatral, y no solo en el gabinete científico).

Proyecto Éxodo, de Federico Polleri (Argentina), masculinidades en disputa.

La funcionalidad de estas posiciones emerge en relación estrecha con el desarrollo mayor de los espacios institucionales que fomentan la investigación. De ahí que corresponda a la Universidad de las Artes, tanto como a las instituciones promotoras del teatro, crear espacios y estimular —y exigir— el ejercicio de una práctica investigativa ligada a la creación actual.

Cuando repaso las definiciones de Dubatti, puedo reconocer variantes de esas figuras asociadas con nuestras mejores prácticas y con notables experiencias de creación, pero también descubro muchas otras con la carencia de una perspectiva conceptual que las sustente. Aún entre nosotros hay directores reticentes a entender el valor del asesor teatral y a aceptarlo como un compañero dialogante y cuestionador. Por eso aprecio la posibilidad de que reflexionemos una vez más acerca del ineludible valor de la investigación.

En momentos tan complejos para la humanidad y para todas las artes, cuando Boaventura de Sousa Santos ha expresado que la pandemia se inscribe en este siglo como “el momento marcante”, tanto por las consecuencias que va a generar como por las transparencias que nos muestra acerca de las sociedades de nuestra época, y cuando el teatro se plantea como pregunta esencial qué problemas abordar que realmente les importen de verdad a los seres humanos y cómo hacerlo cuando sea posible acudir a las salas, la investigación es un elemento fundamental para aprehender y recrear la vida de manera más profunda.


Notas:
[1] Este texto amplía la intervención en el panel “Investigación y creación: 45 años de formación y desarrollo de las prácticas escénicas en la Facultad de Artes Teatral”, como parte del II Taller Abierto “Prácticas artísticas y diálogos sociales”, en el que compartí con los profesores Dra.C. Raquel Carrió, Dr.C. Eberto García Abreu y M.Sc. Carlos Celdrán, Premio Nacional de Teatro.
[2] Maestros como Santiago García o Antunes Filho se apoyaron en la física moderna y en la teoría del caos o de los fractales, en el universo de creencias de los pueblos originarios, o en las filosofías orientales como fuentes de interpretación y recreación del comportamiento humano o de regularidades presentes en la vida social. Además, la investigación en el proceso de creación es una vía para violentar y ensanchar metodologías, lo que alumbra también a la reflexión que le acompaña —Santiago García definía y practicaba la creación colectiva más que como un método, como una actitud abierta frente a la creación, reformulable para cada obra—.
[3] Ver Jorge Dubatti: “El artista-investigador y la producción de conocimiento territorial desde el teatro: una Filosofía de la Praxis”, Conjunto no. 194-195, ene.-jun. 2020, pp. 15-24.
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