Veinte años preservando La Memoria

Víctor Casaus
9/2/2018

Esa ha sido, es cierto, una de las misiones fundamentales del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau desde su fundación en 1996. Dentro ella, nuestro sello editorial, creado dos años más tarde, ha realizado una labor especialmente destacable.

El nacimiento de Ediciones La Memoria estuvo —está— relacionado con uno de los valores igualmente esenciales en la trayectoria y la actividad del Centro Pablo: la solidaridad. No podemos olvidar que los dos primeros libros publicados —las antologías de cuento de Puerto Rico y Cuba— fueron posibles gracias al aporte solidario de los hermanos y las hermanas del Comité y la Brigada Juan Rius Rivera, esa expresión de la fraternidad que ha llegado a Cuba cada año durante más de dos décadas para apoyar la resistencia y la lucha de nuestro pueblo contra el bloqueo y tensar los lazos comunes de nuestras culturas y nuestra historia.


 

Para contribuir a esos propósitos, Ediciones La Memoria creó su colección principal, Palabras de Pablo, para ir publicando, tomo a tomo, año tras año, la obra formidable y diversa de Pablo de la Torriente Brau: periodismo, narrativa, epistolario, testimonio (género del que fue, sin dudas, adelantado mayor en las letras cubanas y en las de nuestro continente). Más de quince títulos enriquecen ya esas obras completas in progress, otros continúan en proceso de preparación y futura publicación, como se ve en el catálogo de presentaciones de esta Feria del Libro 2018 .

Este empeño de llevar a la imprenta los libros de Pablo no se limitó a reproducir los que ya existían. La labor investigativa del Centro, a través de su Fondo Documental Pablo de la Torriente Brau —que atesora las donaciones generosas de Güiqui, Zoe, Ruth y Lía, las hermanas del cronista, y de su hermano de luchas y de sueños, Raúl Roa—, permitió realizar ediciones de sus trabajos periodísticos reunidos y prologados por sistemáticos y talentosos investigadores de la obra pabliana, como Denia García Ronda, a partir de la organización del trabajo de la colección en las que me acompañó, en sus inicios, el editor Emilio Hernández. Nos alegra que el rigor aplicado en esta labor permitiera publicar, por ejemplo, la primera versión fiel de las crónicas y cartas escritas por Pablo en España, después que las ediciones publicadas en Cuba a partir de 1962 habían sufrido los embates castrantes y desnaturalizadores de la censura, que aplicó criterios dogmáticos y excluyentes a la obra del cronista.

Las colecciones que fueron apareciendo dentro de Ediciones La Memoria —Cuba y Puerto Rico son, Coloquios y testimonios, Homenajes, A guitarra limpia, Realengo, Majadahonda— han contribuido, con más de un centenar de títulos publicados, a desarrollar y enriquecer ese proceso que el título de este prólogo quiere enfatizar: construir, rescatar, difundir la memoria de la cultura y la nación cubanas. Desde distintos territorios creativos —el periodismo y el testimonio, la nueva trova y las artes plásticas, el diseño gráfico y la poesía, el documental y el lenguaje radial…— todos los libros publicados ofrecen su aporte sistemático a esa defensa de la memoria como instrumento liberador que el Centro Pablo ha ejercido, a página y espada, y seguirá haciéndolo, valiéndose también, como hasta hoy, de los acordes de una guitarra, los trazos sobre un lienzo o las inquietantes proposiciones que las nuevas tecnologías vienen trayendo, desde hace ya algunos años, a nuestro inventario de asombros, búsquedas, hallazgos y nuevos asombros.

Felicitamos y agradecemos a las decenas de gentes que hicieron posibles los logros de Ediciones La Memoria en estos 20 años —no exentos, por otra parte, de sobresaltos puntuales o reconocimientos insuficientes. Autores, editores, diseñadores, gestores administrativos, gente querida: muchas gracias en nombre de Pablo y su formidable generación, de la memoria y sus caminos recorridos o por andar —que son, en estos momentos, y siempre, los más importantes. En ellos estaremos nuevamente juntos, con aquella hermosa declaración de principios que Pablo nos dejara: “Mis ojos se han hecho para ver las cosas extraordinarias. Y mi maquinita para contarlas. Y eso es todo”.