Entre los días 24 y 28 de noviembre se desarrolló la Muestra de Mujeres Cineastas, auspiciada por el Icaic mediante su recién fundado Comité de género. Distintas actividades, entre ellas una programación enfocada en visibilizar la obra de antiguas y actuales realizadoras cubanas, incluidas otras categorías como directoras de fotografía, editoras, sonidistas, etc., fueron la vitrina de lo que debe constituir una práctica a sistematizar en los tiempos venideros. El panel “De Sarah Gómez a las jóvenes realizadoras” tuvo lugar el viernes 26, en el Complejo Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate, durante dos sesiones. De ese encuentro entre diversas generaciones de directoras, ponemos esta síntesis, a disposición de quienes se interesan por los destinos del audiovisual cubano desde una perspectiva de género.

En la sesión de la mañana estuvieron como invitadas Rebeca Chávez, Gloria Rolando y Belkis Vega; como moderadora, Berta Carricarte.  

Rebeca Chávez: Recuerdo un consejo que me dio Saúl Yelín y que yo cumplí fielmente: Ahora lo que toca es estudiar, y si puede llegar a la universidad, mejor. Fórmese, infórmese y luego decida.

Cuando decidí que el cine me seguía interesando, vine para La Habana de la mano de Lisandro Otero, a trabajar como editora de una revista. Finalmente fui “rescatada” por la gente del Icaic. Y entonces dije: Ahora yo tengo que saber si yo de verdad puedo hacer cine. Ahora esto es en serio. Yo no sentí que hubiera misoginia, pero era verdad que era difícil para nosotras. Vi que las mujeres podían llegar a un nivel: ser asistentes de dirección, asistentes de producción, toda la gama de secretarias. Creo que donde primero se abrieron paso las mujeres en el Icaic fue en la edición. Camarógrafas ni soñarlo. Yo creo que nosotras, como mujeres, no podemos aceptar que nos den algo para lo que no estamos preparadas. Las promociones estadísticas es lo peor que le puede ocurrir a una mujer. Que nombren a una compañera para un trabajo que no sabe hacer, eso nos atrasa a todas. Marisol Trujillo y yo éramos las únicas mujeres en el Centro de Información Cinematográfica del Icaic. Luego entré a trabajar en el Noticiero Icaic Latinoamericano, y tanto en un lugar como en el otro teníamos que demostrar continuamente nuestra capacidad como mujeres.

“Las promociones estadísticas es lo peor que le puede ocurrir a una mujer. Que nombren a una compañera para un trabajo que no sabe hacer, eso nos atrasa a todas”.

Me da mucho placer que pongan el documental Cuando una mujer no duerme, porque yo estaba en Playa Girón filmando a Raúl Corrales, que fue corresponsal fotográfico de las batallas de Girón, y vi en el suelo unas revistas tiradas. En una de ellas había un reportaje sobre Panchita Rivero. Lo leí y luego me aparecí en casa de Panchita Rivero, que era una mujer negra, con un defecto físico. Era la madre de Piti Fajardo, y había sido la segunda mujer médica en Cuba. Había recibido todas las discriminaciones habidas y por haber. Me hice amiga de Panchita y, cuando ella comenzó a hacerme confesiones, yo sentí que estaba lista para filmar.

Pienso que en la vida individual de nosotras las mujeres hay una dualidad. La vida pública y la privada. Eso también conforma una identidad. Nadie puede filmar como lo que no es. Yo no puedo filmar como una boliviana. Eso lo descubrí con Rigoberta Menchú. El drama y las cosas que Rigoberta vivía y sufría no tenían nada que ver conmigo, absolutamente. Pero yo tenía que entenderla. Ella sufría que la tomaran como una figurita de turismo, por la forma en que se vestía. Ir al médico y desnudarse para ser examinada por un doctor, eso no estaba en su cultura.

Ahora acabo de terminar un documental de dos mujeres que conocí. Sabía de ellas como literatas, pero las conocí como seres humanos: Georgina Herrera y Charo Guerra. Georgina Herrera es una mujer de gran ternura, a la que le ha pasado de todo en la vida, sin embargo, nunca le ha abierto su corazón a la venganza, a sentirse víctima, no, eso te empobrece.

Panel “De Sarah Gómez a las jóvenes realizadoras” de la Muestra de Mujeres Cineastas.

Y en el Icaic yo apliqué ese principio, no abrir mi corazón a la venganza cuando tus “compañeritos” te hacen algo feo, porque la que vas a perder eres tú. Este tema es un conflicto sin resolver. Creo que se hace un esfuerzo, y creo que no será fácil resolverlo, como no es fácil resolver los problemas de la racialidad. Porque en este tema hay una mezcla de cultura y de reproducir modelos familiares patriarcales, y nosotras las mujeres tenemos que lidiar con eso y, al mismo tiempo, demostrar nuestra capacidad profesional, el talento. A las que estamos aquí nadie nos ha regalado nada. Nos toca demostrar lo que valemos.

Gloria Rolando: Empecé en el Icaic en 1976 después de haber terminado la carrera de Historia del Arte y el nivel medio de música en el Conservatorio Amadeo Roldán. A mí nadie me regaló nada. Tuve que ser valiente para enfrentarme a este organismo. Trabajando con tantos directores me fui formando. Iba a la Casa de las Américas, iba a seminarios y el mundo del Caribe me fascinó, y eso es lo que he tratado de reflejar en mi obra. Nunca me llamaron para preguntarme por qué esos temas, por qué te preocupa esto, qué tú quieres hacer. Por eso tuve que continuar e hice Imágenes del Caribe, un grupo oficial, gracias al Movimiento Nacional de Video, que cumplió su rol en ese momento. Así hice Oggun y Los hijos de Baragua. Durante el Periodo Especial me metí en la aventura de irme a vivir al batey de un central y encontré allí personajes que yo había conocido mediante la literatura del Caribe; hombres y mujeres emigrantes que habían enriquecido este país con su sangre, sus sueños y una presencia patente en Camagüey. Trabajé independiente, pero con mis compañeros del Icaic: Raúl Rodríguez, Pepe Riera, Juan Demósthenes. Hombres que me respetan y que sentían lo que yo estaba sintiendo sobre esos temas. Cuando viajo a Estados Unidos, me doy cuenta del valor que tenían esos temas, porque es la historia de la diáspora africana de la que nosotros somos parte también. Y comencé una línea de investigación con la que me vinculé a los historiadores. Empezaron a surgir temas como 1912, voces para un silencio, la historia del partido de los Independientes de Color, de lo que nunca se me había hablado, de una masacre que había tenido lugar aquí en 1912, con los miembros del partido Independientes de Color. Había tenido que leer el libro de una suiza, Aline Helg, que escribió Our Rightful Share (Lo que nos corresponde) y por ese libro fue que me enteré de algo que había pasado en Cuba. A partir de ese momento mi vida se encaminó en ese sentido. Nadie en el Icaic me preguntó en qué podía ayudarme y por qué me interesaban esos temas. Solo cuando Omar González entró en el Icaic fue que me llamaron y me evaluaron, pues era necesario transitar por diferentes categorías, asistente de dirección, director asistente, y luego, si se hacía una propuesta de concurso, tal vez, si tu tema era interesante para ellos, te aceptaban. Participé en un concurso donde presenté el proyecto para el documental sobre Lázaro Ros, Oggun, que después hice; y el de Sarah Gómez, que nunca pude hacer. Nunca pude hacer Sarita, porque yo necesitaba los derechos de las películas del Icaic, y nunca nadie me preguntó cómo te podemos ayudar. Luego surgió el comentario: Gloria hace cine para los negros. Yo hago cine para todo el mundo, y sobre todo temas de la historia de Cuba. Por ejemplo, Reembarque, que trata sobre la emigración de los haitianos en Cuba, ese es un tema de la historia del movimiento laboral en Cuba, sobre gente que vino con esperanzas y sueños. Los viajes a Estados Unidos también me dieron la visión de que el olvido y el silencio son característicos de estos temas que yo trabajo. Incluso al interior de la familia ¿dónde está esa imagen de la gente negra? Participé hace unos días en un encuentro con los Pastores por la paz, un muchacho dijo que, de visita en un centro turístico, encuentran las imágenes más horribles y coloniales en algunas piezas. ¿Es así como se sienten los negros en Cuba? ¿Es así como nos proyectan? Es un reto siempre luchar contra esa imagen ausente, estereotipada. Considero que para eso no tengo que pedirle permiso a nadie, por eso mi cine lo he hecho como yo he querido, como lo he pensado. Ahora estamos en un nuevo proyecto, llamado Hermanas de corazón, sobre quiénes fueron las monjas, negras o blancas, que educaron a muchas de nuestras abuelas, tías. Me interesa hablar de eso.

“…necesitamos romper esa mirada patriarcal que no solo es con relación a las temáticas femeninas o de mujeres. Yo creo que tenemos que tener nuestra mirada acerca de la sociedad”.

Belkis Vega: En el año 1976, tres mujeres hacemos nuestro primer documental en tres instituciones diferentes. Marisol Trujillo en el Icaic, Teresa Ordoqui en la Tv cubana y yo en los Estudios Fílmicos de las FAR. Era muy difícil. Ni siquiera pudimos librar una batalla juntas. Cada una ha tenido que librar su propia batalla en la institución donde está; eso es lo que ha marcado este camino. Era más difícil para una mujer que para un hombre dirigir cine. En los estudios cinematográficos de las FAR, llegamos a abrir y romper los límites de las temáticas militares que se hacían allí, y crear un cine de mayor implicación social, mirar más hacia la sociedad y no solamente hacia las FAR. Eso fue una batalla, que en ese caso llevamos adelante junto a hombres porque no había más mujeres. Niurka Pérez es la segunda que entra en las FAR. Hacíamos cine por encargo, y entonces tratábamos de ahorrar película de 35 mm para, con lo restante, poder hacer un documental de un tema que nos interesaba y que no era de asunto militar. Y así rompimos esa frontera y, cuando entraron nuevas personas a dirigir, ya había algunas batallas ganadas. Ello permitió que allí se pudiera hacer otro cine, de carácter político, de contenido social. Aunque Corresponsales de guerra suena tan bélico en su título, para mí no es una película militar. Estaba en una institución donde oía continuamente historias de personas (hombres siempre) que vienen de los campos de batalla, y me doy cuenta de que una cosa es la imagen que se logra hacer ―porque la guerra no es para filmarla sino todo lo contrario― y, cuando oyes la anécdota que está detrás de esa imagen, te das cuenta de que eso toma otra dimensión, porque está detrás el ser humano, sus sentimientos, la manera en que se implica y se relaciona con eso que logró hacer, y la vivencia de una situación límite, de guerra. Allí aparecen no solo personas de las FAR, está también Santiago Álvarez, Iván Nápoles, Delvis Pastor. En ese momento yo era la única mujer que había sido corresponsal. Después añado un capítulo con Lucía López Coll, que estuvo en Nicaragua. Pero la primera vez que sale la serie, son solo hombres. A mí no me funcionó entrevistarme a mí misma; yo estaba construyendo, seleccionando quiénes iban a estar, seleccionando qué discurso tienen, qué mirada de la guerra estoy recreando a través de ellos, y no sentía que tuviera que entrevistarme.

“Asumir una mirada en el siglo XXI como la tuvo Humberto con sus tres Lucía haría muchísima falta. Porque los problemas que tienen las mujeres hoy son tan o más complicados que los que había en los años 60, por vivir en el contexto tan tenso que estamos viviendo”.

¿Cómo no vamos a aparecer nosotras en nuestra obra? Lo que ha dicho Gloria, se trata de una manera de ver la historia, de aprehender esa historia y de reconstruirla, de ofrecer una mirada de una parte invisibilizada de ella. Hay personas que piensan que el cine de las cineastas es sobre mujeres. Tenemos que hacer la historia de la mujer porque estamos invisibilizadas, pero tenemos que hacer la historia de muchas cosas que también están invisibilizadas, y siempre lo vamos a hacer con una mirada diferente, con una sensibilidad diferente, y eso es necesario. Para constituirnos como seres humanos necesitamos las dos cosas, y necesitamos romper esa mirada patriarcal que no solo es con relación a las temáticas femeninas o de mujeres. Yo creo que tenemos que tener nuestra mirada acerca de la sociedad.

Niurka Pérez: Estoy feliz por las que están aquí, que más que colegas las considero hermanas de lucha, amigas y maestras. Desde que era estudiante de Historia del Arte yo estaba muy focalizada en que quería hacer cine, específicamente documental, que es lo que más amo en la vida. Gracias a la información que me da Belkis y a mi temperamento logré entrar en la fílmica de las FAR. Allí sucedieron cosas muy lindas, porque la fílmica también tenía sus talleres permanentes de creación, donde maestros de alta preparación nos instruían y nos formaban con un rigor tremendo. Entré en el año 1986, y estuve cuatro años como asistente de dirección. Hay que destacar el papel de la Asociación Hermanos Saiz en nuestra formación, porque dentro de la fílmica de las FAR había un grupo de la Asociación al frente del cual estaba una de las más importantes cineastas: Tania Ceballos, ingeniera de sonido graduada en la Unión Soviética, y sonidista de muchos de los documentales de todas nosotras. A partir de ahí empezaron a entrar un grupo de mujeres en distintas especialidades. Cuando en 1994 se desintegran los Estudios fílmicos de las FAR, y se convierten en Trimagen, esa dinámica se pierde.

“Tenemos que hacer la historia de la mujer porque estamos invisibilizadas, pero tenemos que hacer la historia de muchas cosas que también están invisibilizadas”.

Rebeca: No me perdonaría no dedicar unas palabras a Sarah Gómez, pues de las que estamos aquí fui la única que la conoció. La conocí con Eliseo Altunaga en un viaje a Realengo 18. Yo he podido acompañar como testigo, como amiga, toda la obra de Sarah. Era una solitaria, tuvo que enfrentarse con su propia identidad, resolver ese problema. En los temas que ella trató están todos sus ancestros. Pero además era una mujer de una cultura exquisita, con conocimientos de filosofía, de plástica, de música, excelente preparación, y sabía perfectamente a lo que se enfrentaba y estaba dispuesta a pagar el precio por hacer el cine que quería hacer. Abordar temas que le interesaban y hablar de lo que no se hablaba. Lo peor que nos puede pasar es la desmemoria. Daranas está haciendo un trabajo de restauración de la obra fílmica de Sarah. Ella sabía perfectamente lo que hacía, a qué se enfrentaba, y lo hacía con una dedicación y una sinceridad tremendas. Nunca se subió en un cajón a defender nada. Predicaba con su obra.

Cuando terminé Ciudad en rojo dije: Es una felicidad para mí, pero no es un logro. Desde el punto de vista de que soy una mujer cineasta en Cuba, es una vergüenza que hayan transcurrido 30 años desde que Sarah hizo su largometraje, hasta que otra mujer pudo hacer un largometraje de ficción, dentro del Icaic. Después Marilyn Solaya tuvo que esperar otro montón de años.

Nosotras no somos electrones libres, estamos insertadas en instituciones. Toda esa percepción y promoción de temas, los dramas, los conflictos que protagonizamos las mujeres no están en el cine. Nos hemos quedado en el segmento de la denuncia. Asumir una mirada en el siglo XXI como la tuvo Humberto con sus tres Lucía haría muchísima falta. Porque los problemas que tienen las mujeres hoy son tan o más complicados que los que había en los años 60, por vivir en el contexto tan tenso que estamos viviendo. Y tengo que decir que las organizaciones femeninas institucionales no miran hacia lo que está pasando. Lo que este país logró en educación ahora se ha ido por un tragante y hay una barbarie instalada en la calle, donde mis compañeras mujeres llevan un rol protagónico lamentable. Y eso habría que estudiarlo y habría que preguntarse por qué.  

Belkis. Creo que con Sarah se ha hecho bastante justicia: muestras, artículos, estudios. Con las que vinimos detrás, no. Siempre se dice “como Sarah y las otras”. Las “otras” tenemos nombre y apellidos. A pesar de la obra y los reconocimientos, se nos echa en un saco. Hay tremenda incomunicación entre nosotras, falta de apoyo, de solidaridad; díganme qué cineasta joven está aquí ahora. Solo una. Yo veo sus obras. Pero a ellas no les interesamos. Sin embargo, nosotras conocemos la obra de Sarah, que nos antecede, la de las contemporáneas y la de las jóvenes, bastante. Reconocernos nosotras mismas, interrelacionarnos, interesarnos por nosotras también es importante.

Rebeca: Ese reconocimiento y ese estudio va más allá del plano individual. Eso rebasa que tú hagas o no una investigación. Yo sí creo que debe ser responsabilidad de las instituciones indagar, conocer cuál es el flujo generacional, los temas. Eso debía interesarles a las instituciones y al aparato ideológico del país.

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Las realizadoras invitadas y otros participantes insistieron en la importancia del intercambio entre mujeres y en el papel decisivo de espacios de encuentro y confrontación como el abierto por la presente Muestra, conscientes de que este es un proyecto perfectible. Con un llamado a la unidad y solidaridad entre las cineastas de todas las generaciones, termina esa primera parte del panel.