En la sesión de la tarde estuvieron invitadas al panel: Carla Valdés, Marta María Borrás y Lissette Vila; como moderadora, Berta Carricarte.

Marta María Borrás: Yo estudié teatrología y dramaturgia. En mi caso no provengo de una escuela de cine, pero soy hija de la Muestra Joven. Cuando empecé a verla pensé que era lo más vivo que se estaba produciendo dentro del espacio cultural cubano. Me dije “quiero ser parte de ese fenómeno”. Las preguntas que me hago sobre mi país, sobre mi persona, sobre yo como mujer cubana hoy, aquí, ahora quisiera verlas en una pantalla. Me quedé apasionada con la Muestra y allí presenté mis proyectos. Empecé por la ficción, que era lo que me interesaba. Para ser sincera, sentí que tenía las mismas oportunidades, aun siendo mujer. Tuve mucha suerte, mis cortos se vieron, ganaron premios, fue sorprendente. He presentado el proyecto que he querido, como resultado de la mirada de la mujer que soy, en el país en que vivo, de todas las preguntas que me hago estéticas y políticas. También he tenido la oportunidad de llegar a determinados festivales. He sido particularmente consciente de ser una cineasta mujer cuando me han invitado a proyectos de género, a construir desde esa perspectiva, con un grupo de mujeres, y luego no ha resultado lo que se esperaba. Y me pregunto si hay preparación para ese tipo de narrativa, de mirada, de sensibilidad, que puede venir de un material como ese. Estos equipos, cómo se arman, qué miradas tienen, qué estamos buscando, sobre todo si estamos preparados para un cine de mujeres, si estamos preparados para nuestras preguntas, si la industria y el público están preparados para eso. Me pasa a mí. Cuando escribo y creo personajes femeninos me pregunto si son problemáticas demasiado personales. Me gustaría pensarlo en diálogo y en voz alta con las que estamos aquí.

“Cuando escribo y creo personajes femeninos me pregunto si son problemáticas demasiado personales. Me gustaría pensarlo
en diálogo y en voz alta con las que estamos aquí”. Fotos: Alejandro Fernández Rosell

Carla Valdés: Pienso que hay que estar consciente de todas las cosas que conlleva ser mujer, a la hora de enfrentarse al mundo del cine, porque desde ahí creamos, contamos nuestras historias, y también desde ahí nos miran como mujeres jóvenes. Vengo de una escuela (FAMCA) donde estudié dirección junto a otras que estudiaron fotografía, sonido, y yo pude estudiar dirección sin ningún tipo de estigma aparentemente. También tuve a Danáe Diéguez impartiéndonos clases de género y cine. Eso también nos diferencia de otras mujeres en otras etapas, que no tuvieron esa oportunidad, ese acceso a otra investigación, que partiera de la academia o de otro lugar. Así y todo, cuando se llega a un set de rodaje hay que enfrentarse a las mismas realidades: mujer joven, blanca, del Vedado. El hecho de ser mujer no es un obstáculo, pero te impone vivir bajo otras presiones y otros prejuicios. Y aunque uno quiera liberarse de eso o partir de otro lugar, muchas veces, por otros canales, no es del todo así. No te van a entender o aceptar de la misma manera que si fueras hombre. El hecho de ser mujer simplemente cambia la ecuación. No obstante, he podido hacer los proyectos que he querido. Ahora estoy en proceso de montaje de un proyecto documental que habla de la proyección de la memoria y de la identidad dentro de la misma familia, y también, en un punto más macro, cómo se conforma la familia en el contexto del país en que se inserta, en qué país soy nieta, hija… A mí me interesan las historias de mis abuelas y de mis abuelos y la memoria del país a través de las mujeres. Quería trabajar con un equipo femenino en su totalidad o la mayor parte. La dirección de fotografía, la sonidista, etc. Pero donde se traba el paraguas es en los técnicos; no todas las cámaras las manejan mujeres. Hay que ser fuerte para poder hacerlo. En este panel todas somos mujeres que creamos desde la dirección o desde la escritura y hacemos un arte colectivo bien amplio y diverso. Nos concentramos en la cabeza de creación y hay que atender también cómo ocurre y cuál es la experiencia desde otras formas de creación del cine: guion, producción, sonido, edición, e ir desglosando desde allí.

Lisset Vila: Yo vengo del mundo de la música. No tenía recursos para hacer lo que quería hacer. Desde la UNEAC sale Hurón azul y Te lo cuentan las estrellas. Lo que empiezo a lograr en el proyecto Palomas para el activismo social tiene un aliento de altruismo, de solidaridad. Económicamente un desastre, porque las obras nuestras no tienen interés de mercado. No nos interesa vender el dolor. No vamos a Festivales porque no nos interesa mostrar el dolor ni competir con el dolor. Somos conscientes de esa violencia estructural que divide, que es muy dura; no tienes a quién reclamar, no tienes a dónde virarte, no sabes qué vas a hacer; que es, como todas las violencias, de una crueldad que te mata por dentro tus ilusiones, tus proyectos, lo que labraste. La historia mía no tiene que ver con la de las jóvenes, ni con las de mi generación, porque atravesó otras cosas… Cuánto se aprende del hecho de ser mujer. Yo creo que los públicos sí están preparados para el discurso de nosotras. No se puede subestimar a los públicos. Sí me preocupa el tema de la enseñanza artística, donde el machismo y el patriarcado están latentes. Cuando Tania Ceballos surge como sonidista, eso fue la conmoción. Narda Romero fue anterior en Cinematografía Educativa. Narda sufrió muchísimo, porque no la consideraban. Qué pasó con Teresa Ordoqui. Qué pasó con Mayra Vilasís, con un pensamiento crítico, una mujer brillante. En mi caso, el proyecto Palomas fue mi gran liberación. Allí he podido hacer la obra que estoy haciendo y me siento una mujer con muchos deseos de seguir colaborando en favor de la mujer y de los hombres.

“A veces mis referentes son internacionales: Chantal Akerman, Naomi Kawase, y cuando investigo descubro que ya las cineastas cubanas lo habían hecho. Una siente una deuda enorme con las antecesoras…”

Carla: Cuando una se acerca al cine y una quiere contar la historia, una busca referentes; nuestros referentes son masculinos, porque la historia del cine siempre se ha contado desde esos referentes masculinos. Cuando se investiga más y se tropieza con esos nombres: Marisol Trujillo, Mayra Vilasís, Sarah Gómez, etc., siempre están marcados por esa nota dolorosa. Hubiera sido lindo que hubieran hecho muchas más películas y que esas películas fueran estudiadas en la FAMCA, que es una institución patriarcal, machista, hegemónica a la cual también hay que transformar.

Berta Carricarte: El problema no solo está en la institución, sino también en quiénes enseñan cine y los que escriben los libros sobre cine en Cuba. Cuando se revisan algunos textos de ese tipo escritos por hombres, buscando referencias sobre las cineastas cubanas, se advierte que, prácticamente, han sido borradas, o aparecen una vez como autoras, en el momento en que se menciona una obra suya. La mayoría de las realizadoras no aparece. Si el que imparte la historia del cine es un hombre que utiliza como referencia bibliográfica textos escritos por hombres, puede dejar esa huella unilateral como referente. Hay tantas diferencias que yo como espectadora advierto entre la obra de las pioneras y la de las realizadoras actuales, y básicamente pudiera resumirlas en que mientras las cineastas iniciadoras todavía le debían mucho al discurso épico que se hacía dentro de una Revolución que había que exaltar, ensalzar y glorificar, las nuevas generaciones se miran a sí mismas y los problemas que tienen como mujeres, o al menos, superando la mirada masculina tóxica; es una mirada que va hacia lo íntimo, hacia lo personal, historias íntimas, llenas de subjetividad y autorreferencialidad. Son historias que importan, aun cuando no tenemos conciencia de que queremos y necesitamos escucharlas, verlas, ahí están ustedes para contarlas.

“El hecho de ser mujer no es un obstáculo, pero te impone vivir bajo otras presiones y otros prejuicios”.

Marta María:  A veces mis referentes son internacionales: Chantal Akerman, Naomi Kawase, y cuando investigo descubro que ya las cineastas cubanas lo habían hecho. Una siente una deuda enorme con las antecesoras. Por otra parte, hay que pedir cuotas para la participación femenina. No me da vergüenza pedir cuotas, como solicitaba la cineasta argentina Lucrecia Martel en un Festival Internacional.

Lissete: Hay que disfrutar las oportunidades. Este Comité de género es una posibilidad. Tenemos que estar en los espacios de decisión. Gracias a Samada existe este Comité. Fue él quien nos llamó y nos impulsó. Y el programa Nacional para el adelanto de la Mujer, dentro del cual se inscribe este comité. Este es el nacimiento del comité y tenemos que ser más asertivas, y unirnos más. Aprender a reclamar nuestros derechos.

Carla: El hecho de hacer una producción independiente no te garantiza que sea libre de violencia de género. Yo milito desde el feminismo. Esa es mi posición política ante la vida. Por lo tanto, intento que los grupos de trabajo donde yo estoy tengan esa mirada desde mi propia postura. Quiero trabajar con mujeres, contar historias de este tipo porque me nace desde esa perspectiva. Con relación a las cuotas, yo creo que es importante regular ciertas cosas y poner la mirada en ciertas cosas que podemos resolver: contrataciones, temas legales, accesos, salarios, velar por que no se reproduzcan inequidades de género. Sea una producción ciento por ciento del Icaic o ciento por ciento independiente no va a garantizar que nuestros derechos estén respetados en ninguno de los dos casos. La sociedad patriarcal en la que vivimos no te los garantiza en tu vida cotidiana. No podemos esperar que en nuestros contextos laborales ocurra. El comité de género tiene el reto de generar grupos de trabajo o propuestas en el sentido práctico de las cuotas de participación, más espacios de visibilización de nuestro trabajo como mujeres, investigaciones, un observatorio, un análisis estadístico, de levantar estadísticas que no existen hoy. Porque, sin la memoria de quienes vinieron antes, ahora mismo no podríamos contar cuántas mujeres han hecho cine en este país. Muchas de las películas no existen, las más antiguas; no hay datos estadísticos, y nos toca hacer esos estudios y análisis a nosotras. El reto del Comité de género está en hacer prácticas todas estas demandas. El movimiento feminista en el cine en Cuba no ha llegado con tanta fuerza como en el resto del continente, a abarcar y entender cuán profundas pueden llegar a ser la inequidad y la violencia sistémica. Tenemos un camino duro y no debe ser solo una voluntad personal de que en mi producción estas cosas estén garantizadas, sino de que haya una obligación o un entendimiento de que tiene que ser así.

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Una de las mayores inquietudes manifestadas en el intercambio del panel con el público participante es la preservación de las obras, su carácter de patrimonio intangible. Los archivos para salvaguardar la producción de las realizadoras en activo que producen mayormente cine independiente, y el rescate de las obras de las pioneras. Rescate, difusión, estudio y preservación de la obra cinematográfica, del potencial creativo femenino en el séptimo arte. Esas son tareas que exigen el enfoque inmediato, no solo desde el recién creado Comité de género del icaic, sino desde la propia producción audiovisual, la enseñanza académica, la investigación y la exhibición del cine de mujeres realizadoras en Cuba.