Viajeros al fin de la Revolución

Jorge Ángel Hernández
4/7/2019

La Fundación Espacio Público, de Chile, convocó a nueve jóvenes periodistas cubanos a un seminario de entrenamiento subversivo en 2017. Según el informe publicado por esta entidad no gubernamental, “Estos nueve jóvenes compartieron experiencias con sus pares de acá, se reunieron con estudiantes universitarios, con expertos en redes sociales y con reporteros que, como ellos, también habían vivido tiempos de censura. Seis de los miembros de este primer contingente de periodistas que vino a Chile quedó encargado, ya de vuelta en Cuba, de buscar a otros dos más jóvenes que ellos para desarrollar un tema de investigación en la propia isla” [1].

Periodista y director de Espacio Público. Fotos: Internet
 

En la nómina de la NED (National Edowment for Democracy), la Fundación Espacio Público aparece con una asignación de 81,165 dólares en 2017, y 95,039 dólares en 2018. (Los números de identificación de las asignaciones del Departamento de Estado, en el sector de Gobierno y Sociedad Civil, son 2017: 574712 y 2018: 72027).

¿No hay relación directa entre el activismo promovido en esos jóvenes periodistas cubanos y las partidas monetarias? ¿No está condicionado el pretendido altruismo por el concreto objetivo de derrocar al socialismo cubano, incómoda prueba de que la ideología del fin de las ideologías fracasó casi instantáneamente? 

Patricio Fernández, periodista que dirige Espacio Público, ha recorrido Cuba en calidad de mochilero y ha convivido con numerosos eventos desde su interior, por lo que no le es tan sencillo ajustarse a los tópicos de guerra fría para dar la sensación de que, al tomar lo básico de la sociedad, las conclusiones que ofrece se convierten en dogma de evangelización ideológica. De ahí que haya decidido cumplir con los requisitos de financiamiento subiendo el tono impresionista de su periodismo. Ello, tanto desde la Fundación que dirige, como desde el New York Times, o El País y, más no faltaba, con un libro de facto: Cuba. Viaje al fin de la Revolución.[2] El superobjetivo es reiterativo, elemental: la Revolución cubana ha llegado a su fin a causa del fracaso de sus objetivos.

Al reseñar el libro, la escritora chilena Diamela Eltit se debate entre considerar sus aventuras de “mochilero” en Cuba como una nostalgia de viajero o, por el contrario, reconocer que se trata de “un fuerte imperativo político”. Sus agudas anotaciones revelan las técnicas de manipulación que acuden al servicio de ese imperativo político: “Podría ser esa memoria la que impulsa al mochilero, ya convertido en periodista, a retomar el viaje o los viajes, varios años después, para encontrarse y encontrar en el libro su única y tal vez última salida. Un corte. El fin de la revolución. Quizás un homenaje al mochilero que fue. Es una conjetura lectora. Tal vez no. Quizás sea solo un fuerte imperativo político. Lo importante es que el autor busca y consigue recursos diversos para su libro, mueve la sintaxis, organiza hablas provenientes de distintos espacios y les da a cada una de ellas idéntico valor, más allá o más acá de la importancia política y social de sus interlocutores. Es indiscutible que las relaciones sociales cubanas no son jerárquicas, están democratizadas y eso lo internaliza y lo repite el autor en la repartición de espacios de voz, en el reconocimiento del otro, de la otra”.[3]

Escritora chilena Diamela Eltit.
 

Varios años después de su aventura de viajero, cuando el autor decide retomar sus recuerdos, casualmente, la NED ha decidido colocar un generoso financiamiento en su Fundación. Para ello, como ha anotado Eltit, “organiza hablas provenientes de distintos espacios”, o sea, recompone el sentido de la investigación para hacer que ese final de la Revolución cubana quede en virtud de comodín receptor, reconstituido cada vez por la anfibología del discurso periodístico.

Coincidente con la perspectiva de Fernández en su epifanía cubana, el fomento del periodismo investigativo entre jóvenes asalariados por la Fundación Espacio Público, con presupuesto de la NED, tiene como fin inmediato la revelación de problemas dentro de los tópicos paradigmáticos de la Revolución cubana. Las muestras publicadas reiteran las técnicas de organización del material informativo, la perspectiva anfibológica en el discurso periodístico, con lo que se permiten dar relevancia a lo circunstancial y, sobre todo, dejar muy al fondo del iceberg la información y los hechos que pondrían en tela de juicio la impresión caótica del panorama. No hay que olvidar que la guerra cultural no le concede a la Revolución cubana un ápice de mérito. No obstante, la propia autora chilena reconoce, a través del libro de Fernández, que “las relaciones sociales cubanas no son jerárquicas” y que estas “están democratizadas”. ¿Desliz de grafólogo, o verdades que se infiltran para subvertir el sentido?

El objetivo ideológico del libro no le permite al periodista, sin embargo, establecer con claridad el mensaje que revele el espectro de democratización de la sociedad cubana, más allá de las responsabilidades (que no de la importancia) política de sus actores, aunque, paradójicamente, su propia técnica de “organización” de voces lo revele, en contra incluso de su voluntad. Así, e intentando evitar que esas demostraciones queden en evidencia, la norma de trabajo se basa en focalizar la anécdota, personalizar el problema y manipular el criterio a partir de quien comparte el criterio de quien suscribe la crónica.

La mayoría de los periodistas reclutados han cursado sus estudios gratuitos en la Universidad de La Habana, se han titulado, aunque aleguen censura y reacción ante sus “rebeldías” estudiantiles, y han pasado a trabajar luego en medios de prensa revolucionarios, como Juventud Rebelde, o Granma, órgano oficial del PCC en Cuba. Visto el chance de mejores ingresos, han saltado la cerca y han tomado el dinero que la Fundación Espacio Público recibe de la NED. Como verdaderos alumnos de la mano que paga, reproducen su técnica y se esfuerzan por cumplir el estatuto ideológico. La paradoja informacional, rebelde ante el peligro de que intenten timarla, se revela en su esencia: l@s niñ@s bien del curso injerencista regresan a la Isla con intenciones de cumplir la orientación de hacer de incomprendid@s conciencias de la sociedad, investigando cómo transmitir un mensaje tan burdo de un modo que parezca legítimo y decente. Los resultados publicados por Espacio Público, con “educativa” introducción de su director, sirven más para demostrar sus esfuerzos en ganarse la plata que para ofrecer un verdadero periodismo de investigación. A fin de cuentas, la insobornable trampa de viajar a través de la palabra, revela que la verdadera escuela y la formación básica de estos jóvenes periodistas a quienes se recluta, sigue siendo un resultado palpable de la educación socialista, de la Revolución, que no llega a su fin, a pesar de tanta predicción apocalíptica.

 

Notas:
 
[1] Periodismo de investigación en Cuba: nuevas voces, nuevos relatos, en http://www.espaciopublico.cl/periodismo-de-investigacion-en-cuba-nuevas-voces-nuevos-relatos/
[2] Fernández, Patricio: Cuba. Viaje al fin de la Revolución, Debate, 2019, 416 pp. ISBN. 978-84-9992-992-7
[3] “¿Voy bien Camilo? Diamela Eltit desglosa el viaje al fin de la revolución cubana de Patricio Fernández”, en http://www.theclinic.cl/2018/07/24/voy-bien-camilo/