Hoy no he tenido un live de uno de mis compinches de Facebook. Tampoco he visto alguno de sus textos. Me acaban de decir que estaba tocando los acordes de “La bayamesa” y cayó en el escenario. Pienso en Aurora, que debe haber estado con él, con Vicente Feliú, el autor de múltiples canciones, especialmente de la que dejó de pertenecerle: “Créeme”.

“Sus canciones las interpretó en casi toda América Latina, y también en Europa y África”. Foto: Juan Miguel Morales

Lo conocí hace muchos años en Holguín, entonces aún tenía pelo. Estuve en una descarga y me enamoré de las piezas del fundador de la Nueva Trova, que aprendió a tocar guitarra con su padre, y comenzó a componer en 1964, durante la misma época en que otros jóvenes se sumergían en las canciones de carácter social y que luego serían fundadores del Movimiento de la Nueva Trova en 1972: Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Lázaro García, Augusto Blanca y José Andrés Ordaz Aguilera, entre otros músicos.

Sus canciones las interpretó en casi toda América Latina, y también en Europa y África, junto a Silvio, Pablo, Luis Eduardo Aute, Isabel Parra, Inti Illimani, León Gieco, Mercedes Sosa, Jackson Browne, Pete Seeger, Holly Near, Little Steven y Daniel Viglietti. Música suya se ha escuchado en obras de teatro, televisión y espectáculos. La radio y la televisión tuvieron el honor de tenerlo como asesor.

Director del centro cultural Canto de Todos —espacio que promueve encuentros e intercambios desde la canción en los países de Iberoamérica—, ha recibido numerosos reconocimientos: Premio de Honor Cubadisco; Premio “Por la cultura de la Patria Grande”, por sus aportes a la música latinoamericana; Distinción por la Cultura Nacional; Medalla Alejo Carpentier; Orden Félix Varela; Premio Abril, y Diploma al Mérito Artístico, entregado por la Universidad de las Artes (ISA).

Su discografía está conformada por “Créeme” (1978), “No sé quedarme” (1985), “Arte poética” (1990), “Aurora” (1995), “Ansias del alba” (1997) —junto a Santiago Feliú—, “Guevarianas” (1997) y “Colibrí” (2000).

Hoy se emborronarán decenas de cuartillas acerca del trovador. Ya lo hice, pero quiero hablar de mi compinche de Facebook. Vicente estableció un código: escribía “¡Ovación!” ante un texto, un dibujo o una foto que constituyera un canto a la cultura y sobre todo a la Revolución.

“No desaprovechó nunca una oportunidad para defender a Cuba y entregarse a la cultura”.

Encabezó campañas de solidaridad con personas presas o perseguidas de otras latitudes, porque entendió, como su hermano Silvio, que el ciberespacio les da la posibilidad a hombres y mujeres dignos de defender la existencia de un mundo mejor.

En medio de la pandemia, Vicente compartió videos de sus canciones desde la sala de su casa; no desaprovechó nunca una oportunidad para defender a Cuba y entregarse a la cultura.

Sé que tenía problemas del corazón. En una de mis habituales visitas al Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, pasé a saludarlo, porque estaba ingresado a causa de un bombazo. Fue una advertencia.

El músculo cardíaco le falló este 17 de diciembre. Precisamente con las botas puestas, compinche, aquí va la ovación que tú mismo te hubieras dado al describir esa partida súbita, sin dolor y con la música que te acompañó siempre. “Créeme cuando te diga que me voy al viento”. ¡Créeme, te envidio la forma, hecha poesía, en la que dijiste adiós! 

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